Al cierre de la cuarta semana de juicio por el crimen de José Luis Bolognezi (19), se afianzó en los tribunales de San Martín una hipótesis que, tímidamente primero y luego con fuerza, surgió hace algunos días y no ha dejado de consolidarse: la idea de un vínculo que habría existido entre policías aún no identificados, con alguna instancia del homicidio, posiblemente la del encubrimiento del caso.
Para entender esto hay que tener presente un dato: durante la hora posterior al asesinato de Bolognezi, calculado por los forenses alrededor de las 6 ó 6.20 de esa madrugada del 14 de setiembre de 2002, hubo en la escena del crimen dos personas que, aunque no han sido identificadas, al menos una de ellas habría sido policía.
La identidad de este policía motorizado, cuya presencia en el lugar del crimen no figura en los libros policiales de novedades de aquel sábado, es en esta instancia del juicio la gran incógnita a resolver por el tribunal, presidido por Eduardo Orozco e integrado por Ariel Spektor y Viviana Morici. Alrededor de ese enigma giran en órbita tres preguntas: ¿quién es este policía, quién lo desplazó hasta allí y con qué tarea?
Bolognezi fue asesinado entre las 6 y las 6.20; unos minutos después, cerca de las 7, Olga Arriola camina a su trabajo y es la primera persona que ve al cuerpo y lo observa en el ingreso a un baldío cercano a la estación de GNC La Jirafa.
Arriola pasa de largo, cree que el muchacho está borracho y le comenta la novedad a una persona que está allí, a pocos metros; se trata de un hombre que mira hacia el baldío, que viste campera hasta el cuello y "una gorra como la que usa la policía".
A esa hora todavía sigue oscuro y Arriola no puede identificar a la persona; le dice a la mujer que se vaya nomás, que él se encarga. Descubrir la identidad de ese hombre sería un paso decisivo para resolver el caso, casi un gol de media cancha, pero hasta acá no se ha conseguido.
Desplazado
A las 7.20 el cabo Gustavo Aguilera va en su móvil desde Infantería hacia la comisaría 28 de Palmira, cuando por la frecuencia policial lo desplazan hasta el cruce de Moyano y Albuera porque fue encontrado un cadáver.
Aguilera se dirige hacia allí, pero a pocas cuadras de llegar, por la misma frecuencia le ordenan que desista y que retome su rumbo a Palmira. Es raro ese segundo llamado, pero el asunto es que Aguilera ya está muy cerca del sitio y decide seguir, para saber qué es lo que ha pasado.
Aguilera llega al baldío a las 7.30 y observa que ya hay un efectivo de la Vial en el baldío, está con su moto y cerca del cuerpo. En su relato ante el tribunal, Aguilera ubica al cadáver de Bolognezi ya no en la vereda, como lo ha visto Arriola, sino en su interior del terreno. Conclusión: en esa última media hora, alguien arrastró el cuerpo al baldío, para ocultarlo de las miradas y ganar minutos, posiblemente mientras se decide qué hacer.
Aguilera identifica a ese efectivo como un policía de apellido Sosa. Dice que lo conoce y que por eso no tiene dudas de que era él y asegura que esa mañana incluso estuvieron hablando algunas palabras. El problema es que en los libros de la Vial, Sosa no aparece trabajando ese sábado 14 de setiembre y niega haber estado en el lugar. Hubo un careo entre ambos y cada uno se mantuvo en sus dichos.
Lo cierto es que sea Sosa o no, el misterioso uniformado que estuvo junto al cadáver a las 7.30, desaparecerá de la escena del crimen y va a transcurrir otra hora más, hasta que Marcelo Ledesma, pase a las 8.30 y vea el cuerpo de Bolognezi.
Habrá entonces un llamado a la policía y el móvil 1195 que llega al lugar a las 8.45; pero recién una hora después de eso, a las 9.45 el crimen quedará oficialmente registrado en los libros de la comisaría 12 y se enviará desde allí a más policías. Han pasado más de dos horas hasta que se enteró la comisaría a cargo de la zona.
"Saquen de acá a la milicada"
La gente de Criminalística, es decir los encargados de levantar huellas y armar la primera hipótesis, llega último, pasadas las 10, cuando todo el lugar ha sido pisoteado por al menos una decena de policías. "Sáquenme de acá a toda la milicada", exige furioso Abel Espalla, de Criminalística, apenas se baja del móvil. "En el baldío había policías por todos lados. Nadie perimetró el lugar y la escena estaba contaminada; no había modo de encontrar pisada, rastro o elementos sospechosos", declaró en estos días.
Aunque por motivos distintos, tanto los abogados de la familia Bolognezi como la defensa de Abdo Girala y Carlos Pérez coinciden en lo mismo: el procedimiento policial fue ineficaz pero hay que separar paja de trigo y determinar qué se hizo por torpeza y qué para embarrar la investigación. "Hay que distinguir las actuaciones irregulares de las ilegales", resumió una fuente.
Finalmente y siguiendo en este contexto de cosas mal hechas, los libros de novedades de la Vial y la comisaría 12 de aquel sábado no son fieles y tienen errores de horarios y desplazamientos: "Nada nuevo ni sospechoso. El escribiente puede olvidarse o confundirse", ha justificado esta semana un policía, testigo en la causa. Puede ser. Lo que resulta sospechoso es que algunos libros policiales del año del crimen ya no están, unos desaparecieron de las oficinas y otros fueron incinerados.
Dicen que no se puede quemar ese tipo de libros a menos que exista una autorización del Ministerio y hasta acá nadie la ha mostrado. Es muy llamativo que estén todos los libros de Vial y comisaría 12 de 2001 y 2003, pero que falten algunos del año del crimen.
Entre otros, esta semana declara Elio Olmos, que en los papeles figura como el jefe inmediato superior de aquel misterioso policía motorizado visto en el lugar del crimen a las 7.30. Habrá que esperar a ver si recuerda algo, si puede identificarlo y aclarar los interrogantes.
Bolognezi: se afirma la hipótesis del vínculo entre policías y el homicidio
En la hora posterior a la del crimen aparecen dos personas no identificadas en la escena y al menos uno de ellos es un policía. ¿Quién era, qué hizo y quién lo mandó? Son preguntas clave.
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