Las bodegas modifican sus estrategias

Se están planteando hechos puntuales en la industria vitivinícola que deben significar un llamado de atención. Muchas bodegas chicas y medianas dejaron el mercado externo para derivar sus caldos al consumo interno, mientras se dan casos de inversores que

Las bodegas modifican sus estrategias

No se trata de un hecho general para toda la industria, pero hay aspectos que deben constituir un llamado de atención.

Muchas bodegas, especialmente aquellas "chicas o medianas" han dejado de mirar los mercados externos para derivar sus productos hacia el consumo interno, mientras comienzan a aparecer hechos puntuales inquietantes, como la decisión de algunas empresas de trasladar a Chile sus departamentos de comercialización, mientras un inversor, de pequeñas proporciones pero inversor al fin, también se fue al vecino país porque la Argentina no le ofrece las garantías suficientes para continuar con su actividad.

Las circunstancias señaladas se agravan si se toma en cuenta que lo que está sucediendo no es un aspecto coyuntural sino que, por la extensión del problema y las escasas perspectivas de modificación en el corto y mediano plazo, ha pasado a convertirse en un aspecto estructural que tiende a modificar la estrategia global que permitió a la vitivinicultura argentina ser conocida primero y ganar espacios después en las góndolas de los principales mercados del mundo.

Sólo restaría recordar que en la década de 1970 el consumo per cápita en la Argentina alcanzaba los 90 litros anuales pero distintas circunstancias, como el ingreso masivo de bebidas sustitutas para algunos y hasta la ley de envasamiento en origen para otros, determinó una fuerte caída en ese consumo. El costo fue durísimo para la industria.

Se erradicaron decenas de miles de hectáreas de viñedos y la industria ingresó en una crisis profunda hasta que, por situaciones económicas favorables, los bodegueros descubrieron los mercados externos, a sabiendas de que constituían la única manera de superar los inconvenientes.

El costo económico también fue importante, porque debieron modificarse métodos centenarios tanto en el cuidado como en la reconversión de los viñedos; se incorporó tecnología de punta (por aquel entonces inexistente) y hasta se cambiaron las perspectivas respecto de la elaboración de los vinos, priorizando lo que el consumidor exigía.

En ese marco, a lo largo de los años, la situación varió sustancialmente. Se ganaron medallas, el malbec -nuestro cepaje emblemático- y el torrontés -nuestra uva "propia"- fueron conocidos en el mundo y las puertas se abrieron.

Fueron muchos años y mucho dinero el invertido, pero los resultados no pudieron ser mejores. Las exportaciones crecieron exponencialmente a razón de dos dígitos anuales y hubo emprendimientos, pequeños en inversiones pero impresionantes en calidad, que se sumaron al camino elegido por la industria en general.

Sin embargo, en los últimos tiempos la situación se ha modificado. La inflación que incide sobre los costos y un dólar que se mantiene desfasado cambió la ecuación. Las pequeñas bodegas, que no cuentan con espalda financiera para hacer frente a la nueva realidad, derivan sus caldos al mercado interno, con la incertidumbre que significa la incursión, sin una marca reconocida, entre los vinos de alta y media gama.

Algunas inversiones se van del país y otros deciden comercializar desde Chile, mientras la industria trata de superar el problema aún a costos importantes.

La pregunta clave pasa por establecer si de una vez por todas las autoridades nacionales deciden reconocer lo que está sucediendo con las economías regionales y realizan un cambio, o si siguen pensando únicamente en lo que pueda suceder con la soja y los granos. Si se impone este último criterio, el futuro de la industria vitivinícola corre serio riesgo.

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