Bocas del Toro, San Blas y otros edenes

Playas de arenas finas y aguas cristalinas, poblaciones autóctonas que ostentan visiblemente su identidad, servicios para los viajeros y una seducción que lo dejará prendado.

Bocas del Toro, San Blas y otros edenes
Bocas del Toro, San Blas y otros edenes

Veinte años atrás, el Caribe panameño era prácticamente una incógnita. Los indios kuna vivían de la pesca, sus cultivos y cocoteros en el archipiélago de San Blas, hasta donde unos pocos llegaban, cuando la ruta desde la ciudad de Panamá era un barrial imposible.

Lo mismo sucedía en Bocas del Toro, al norte, muy cerca de la frontera con Costa Rica, donde los nativos Ngobe y los descendientes de los afro-antillanos que fueron a trabajar en los cultivos de bananas no sabían del turismo y subsistían de lo que la tierra y el mar les ofreciera.

Los albores del nuevo siglo trajeron vientos de cambio a estos islotes indómitos que trascendieron al mundo entre susurros de viajeros. Como siempre, mochileros, surfers y aventureros, fueron los primeros en dar el paso más allá de las fronteras conocidas

. Así, fueron llegando al Caribe panameño,  al sinfín de islas que emergen del océano, donde se entretejen manglares y playas semidesiertas, repletas de osos perezosos, monos variopintos y delfines.

Es un lugar donde los indígenas  preservan sus tradiciones. Bocas del Toro y San Blas combinan el más perfecto lugar común del Caribe -aguas cristalinas, arena fina, clima tropical,  palmeras, corales, peces de colores- con un linaje cultural que se preserva a pesar del turismo en alza, pero que aún no es masivo.

Kuna Yala

El archipiélago de San Blas, dicen, tiene tantas islas como días del año. La única forma de llegar hasta acá es en auto particular o con las camionetas 4 X 4 de los Kunas, el transporte autorizado para hacer el trayecto hacia el puerto y, de ahí, embarcar a las ínsulas.

Es media mañana y un grupo de mujeres corta bananas, yuca y zapallo a la sombra de la puerta de una choza, sobre una calle de tierra en Carti Sugdup, un pequeño islote que, con 200 habitantes y una maraña de ranchos, parece rebalsar. Están preparando el almuerzo. Hablan a los gritos, como peleando, pero en realidad es su tono, son los modos del idioma Dulegaya, la lengua de los Kunas, amos, señores del archipiélago.

Gilberto Alemancia nació en Carti Sugdup, que quiere decir Isla Cangrejo, una de las más grandes y pobladas de la Comarca Kuna Yala, creada en 1938 y autónoma desde 1953, cuando se estableció el Congreso de General Kuna, la autoridad política y administrativa. En este islote, al que se da la vuelta en diez minutos, viven unas 900 personas. Hay hospital, escuela primaria y secundaria, energía eléctrica con generador propio y paneles solares. También, televisión satelital, señal para celulares e Internet en la escuela. Gilberto vive en la ciudad de Panamá, y cada tanto viene a descansar al hogar de Cristina, su madre.

El terreno de su familia desemboca en el mar y tiene cuatro construcciones de caña, madera y techo de paja; duermen en hamacas. Es noche de luna llena y corre una brisa que apacigua el tremendo sol que durante el día fustiga con su intenso verticalismo tropical. Cristina prepara el Tulemasi, un plato tradicional que lleva pescado con zapallo, banana y yuca. Ella es la única mujer Kuna a la que no le molesta que la fotografíen. O tal vez sí le molestaba, pero Gilberto la convenció. Él es guía de turismo, sabe lo que dice.

Durante la cena, Gilberto me habla de su pueblo, de "la revolución" y sus costumbres. "Los Kunas son de tierra firme, pero alrededor de 1800 comenzaron a llegar a las islas. Kuna significa persona y Yala montaña o territorio", dice Gilberto, moreno, bajito, fornido y de ojos rasgados. "En 1920 el presidente Belisario Porrás trató de imponer la religión católica, que las mujeres se vistieran occidentalmente, que dejáramos nuestras ceremonias tradicionales, que los pescadores pagaran impuestos. Hasta que en 1925 los líderes se cansaron y el 25 de febrero se alzó la revolución".

Las mujeres, sobre todo las ancianas, visten sus molas, el atuendo tradicional: faldas de colores fuertes con diseños geométricos, un pañuelo rojo en la cabeza, brazaletes o wini que les cubren brazos y piernas, un aro de oro en la nariz y pendientes en las orejas. Hablan poco y nada el español.

La mola, explica Gilberto, se utiliza por primera vez luego del ritual más importante: la ceremonia de la pubertad. Todas pasan por este rito, aunque luego, y cada vez menos, vistan a la usanza.

En territorio nativo hay más agua que tierra. Un mar verde esmeralda ideal para hacer la plancha y curiosear con el snorkel, rodea islotes con nombres tan peculiares como Anzuelo, Aguja, Elefante, o la isla del Perro, cientos de pequeñas porciones circulares de tierra que brotan como hongos del mar, con palmeras, unas pocas chozas y carpas montadas especialmente para los viajeros que quieran pernoctar. Y nada más.

Alrededor del Anzuelo hay varios cayucos, los botes típicos, como el de Eduardo, un pescador de langostas. El hombre, como todos los originarios, bucea sin tanque de oxígeno y se sumerge unos diez metros a buscar la presa que venderá en los chiringuitos que cocinan para los turistas. Algunos navegan a lo lejos con sus velas extendidas; otros permanecen cerca de la costa tirando sus redes, con una bandada de pelícanos al acecho, revoloteando. En tierra firme, las mujeres tejen sus molas sentadas en una hamaca, se levantan, apuran el paso cuando llega un cayuco, en busca de la pesca del día y preparan la comida a los visitantes que llegan para almorzar, nadar y dormir bajo las estrellas.

Las bocas del Almirante

Cristóbal Colón llegó a Bocas del Toro en su cuarto y último viaje. Algunas versiones aseguran que divisó un peñasco en la isla de Bastimentos con forma de toro acostado y de ahí el nombre. Joan Bergstrom fue una de las primeras extranjeras en llegar a Bocas a fines de los noventa, también navegando, pero desde su Florida natal (Estados Unidos), cuatro siglos después que el almirante genovés. Dice que se enamoró del lugar, de su gente, de su naturaleza indómita, cuando el paraíso bocatorense aún estaba intacto. Fue así que construyó Casa Acuario, una posada en la apacible isla Carenero, una típica construcción caribeña de madera y balcones con vista al mar. "Me pasé una vida entera buscando este lugar", dice Joan.

Detrás de ella, comenzaron a llegar los nuevos colonizadores, extranjeros ávidos de sitios vírgenes donde empezar una vida nueva. Como Luis Bertone, surfista marplatense, quien lleva una década por aquí. Cuando arribó, puso una escuela de surf y enseguida conoció a

Penny, con quien tiene una hija. Juntos montaron el restaurante Bibi's on the Beach, uno de los mejores del lugar. "Me quedé en Bocas por el clima, la naturaleza, las olas, porque había cosas por hacer en desarrollo turístico. Y porque es tranquilo, tal vez demasiado", dice Luis. Los mejores "points" para surfear, según este especialista, son Carenero, Paunch, Bluff, Playa Larga y Playa Primera, en Bastimentos. "Considerando que es el Caribe, tiene más de lo que uno espera".

Pero Bocas tiene muchas playas y, además de las que menciona el amigo, también hay que ir a Wizard y Red Frog, en Bastimentos. A Wizard se llega por un sendero en medio de la jungla. A mitad de camino está Up in the Hill, un coffee shop muy agradable, el lugar para tomar aire (y algo más) durante la caminata. Sirven jugos naturales con frutos de su finca, hacen brownies espectaculares con chocolate de su propia cosecha y elaboran productos con aceite de coco.

Es de noche, y desde mi hamaca en Casa Acuario puedo ver las luces de la isla Colón, la estela de luz de las lanchas que van y vienen, el manso Caribe, la luna creciente. Los locales son gente muy apacible y tranquila. De haber sido por ellos exclusivamente, Bocas no sería, seguramente, lo que es hoy.

"La mayoría de mis amigos son nativos e indios, paso mucho tiempo con ellos -dice Joan, sentada a mi lado-. Aquí podés vivir con lo que cultivás y pescás. Hay pocos lugares en el mundo donde se puede hacer esto. Los que vienen de afuera piensan que les van a enseñar a los de aquí, pero son los nativos quienes tienen mucho que enseñarnos a los que venimos de afuera".

Datos útiles

Cómo Llegar
Copa Airlines vuela sin escalas a Panamá desde Buenos Aires. Más info: www.copaair.com
Air Panama vuela desde ciudad de Panamá a San Blas y Bocas del Toro. Más info: www.airpanama.com. 
No hay ómnibus para ir a San Blas. Hay que alquilar un auto o en camionetas 4 x4 privadas. Tel: (507) 60498566/61074574
Desde la terminal de Panamá a Bocas del Toro hay un ómnibus diario.

Dónde hospedarse

En Bocas del Toro:
Casa Acuario: www.casaacuario.com. Cel: 941-330 4887/ 507-757-9565
Posada Isla Chica: www.bocasdeltoro-panama.com. Tel: +507-7577378
Playa Tortuga Hotel & Beach Resort: www.hotelplayatortuga.com. 
Tel.:(507)300-1893
En San Blas: 
Coral Lodge: www.corallodge.com
Yandup Lodge: www.yandupisland.com
Dónde comer: 
Bibi's on the Beach: Frutos de mar, Ceviche, pescado. www.facebook.com/pages/Bibis-on-the-beach -Tel 507 757-9137
Restaurante Tom: Cocina caribeña en el mercado, con una linda vista. 
Up in The Hill:www.upinthehill.com
Coral surfing: www.bocasdeltoro-panama.com
www.facebook.com/coralsurfing
www.coralsurfing.com

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