Maxi Salgado - Editor de Más Deportes papel - msalgado@losandes.com.ar
Esta semana vi un cartel, en el límite entre Las Heras y Capital, en el cual el Frente para la Victoria llama a votar por Daniel Scioli para que el fútbol siga siendo gratuito. La verdad es que allí me di cuenta de que aquel viejo refrán: “El fútbol es lo menos importante de las cosas importantes” es una mentira para los argentinos. La política se metió de lleno -hace rato-en el más bello de nuestros deportes y llegó para quedarse.
Hasta tal punto ha llegado el mandoble, este juego de intereses, que esta semana lo que sucedió en la final de la Copa Argentina también puede analizarse desde allí.
Acaso, ¿un árbitro se puede equivocar tanto? Sí. Eso le pasó a Ceballos. “Es que son malos”, dicen los que defienden a los jueces a rajatablas. Pero cuando uno es inexperto para realizar una tarea, lo hace equivocándose siempre. Es decir, para ambos equipos por igual. Pero no fue el caso del partido entre Boca y Rosario Central.
La teoría de la conspiración: Ceballos es un árbitro que en julio fue “parado” por la AFIP por no poder justificar sus ingresos y al que Julio Grondona también nombró en varias de las escuchas que se conocieron después del escándalo FI FA. Un juez (al que ahora se investiga), que fue denunciado antes del partido por haber tenido conversaciones con dirigentes Xeneizes en los días previos a la final.
Quienes conocen muy de cerca la feroz interna que se vive -en estas horas- por la presidencia de AFA saben que un voto se cotiza en bolsa, y el de Boca es un voto calificado (y puede ser referencial). Allí es donde la política empezó a jugar su partido y por donde habría que buscar por qué las cosas se dieron como se dieron.
Boca tiene también elecciones en diciembre y Angelici venía con las acciones en baja. Sin haber ganado nada en los últimos tres años y con dos eliminaciones frente a River, veía cómo crecía su rival y predecesor Jorge Amor Ameal, quien además dio un golpe de efecto anunciando que su vicepresidente será Mario Pergolini, amigo de Tinelli, el rival de Segura para el sillón de la calle Viamonte.
Angelici, quien había cortado lazos con la AFA, de repente dijo que votaría a Segura y se le acomodaron las fechas para que en tres días pudiera conseguir los dos títulos. Acá no ponemos en duda la legitimidad de los títulos, sino que destacamos el armado del calendario para la posible vuelta olímpica.
Porque lo más lógico hubiera sido que la final de la Copa Argentina se jugara con el campeonato terminado.
Con Angelici en la presidencia, Segura se aseguraba un voto muy importante. Claro que no tuvieron en cuenta que el desenlace le hizo perder el apoyo de Central, otro club al que tenía como aliado.
Un baño de transparencia. Hoy por hoy, todo lo que pasa dentro de un campo de juego está ligado a las conspiraciones. Mucho de ello es culpa de los propios dirigentes que prefieren dejar crecer las sospechas y no darle al juego la claridad que requiere. Nadie todavía entiende por qué se le cierra la puerta a la tecnología y no se toma el ejemplo del rugby o del tenis. Así el que gana lo hace sabiendo, a ciencia cierta, que fue el mejor.
El fútbol elige seguir embarrando la cancha. Ya vimos el ejemplo del rugby: se demora menos tiempo en mirar las cámaras que en lidiar con las protestas que nunca harán cambiar una decisión. Así, los jueces nunca están sospechados y son imparciales como se supone que lo son.
Leía los otros días que se prefiere tener el error humano como paraguas para tapar lo que no es un error, la manipulación de jueces y resultados. Además el “fútbol” es la única institución que no les permite a los clubes recurrir a la justicia. Hay que manejarse con sus códigos, como la mafia.
Sería bueno entonces que aquellos que querían mostrar la “estatización” del fútbol como un argumento para decidir tu voto van por un camino equivocado.
Ojalá este cimbronazo sirva para que algunas estructuras comiencen a renovarse. Sólo así este partido habrá contribuido para el bien del fútbol nacional. Si no quedará en la historia como uno de los tantos cuchillazos a nuestra pasión.