Cuando Joseph Blatter dijo que había que recurrir a la tecnología para resolver, al menos, dos jugadas dudosas por partido, se estaba adelantando al papelón de los dos primeros partidos del Mundial.
Si los técnicos hubieran podido pedir el "Ojo de Halcón", seguramente Neymar tendría que haber visto la roja y el penal que le dieron a Brasil para el 2 a 1 no hubiera existido.
Tampoco se hubieran anulado los dos goles legítimos que hizo México y que le hubieran dado la chance de ser hoy puntero del grupo.
Es una forma de no exponer tanto a los árbitros, que son mirados por miles de cámaras. Creo que llegó la hora de que el deporte se abra a la tecnología y le dé transparencia al juego, al menos en competencias tan importantes como un Mundial.
Si uno se prepara cuatro años para poder jugar en este nivel, es un locura que un juez (que al fin y al cabo es un ser humano y puede cometer errores) tenga en sus manos el futuro de un equipo.
Por un lado, la velocidad del juego a este nivel hace que el desafío de los árbitros sea mayúsculo. Dos ojos ya no alcanzan y los jueces de línea están tan lejos que ni siquiera pueden ser certeros en los fuera de juego.
El Mundial es un “negocio” como dijo el propio Blatter y situaciones como estas hacen que se vaya perdiendo credibilidad. El tenis, el hockey, la NBA y el rugby ya le dieron paso a la televisación y hacen que el protagonismo sea de los deportistas y no del entorno.