Black Mirror ya está aquí: te están puntuando - Por Laura Antún

Una de las prácticas de moda entre los adolescentes es “robar” fotos de chicas o chicos y puntuar del 1 al 10 en las redes. Peligro.

Black Mirror ya está aquí: te están puntuando - Por Laura Antún
Black Mirror ya está aquí: te están puntuando - Por Laura Antún

La serie británica de Netflix "Black Mirror" retrata un futuro cercano e inquietante en el que, básicamente, los humanos vivimos por, para y a través de las pantallas, dominados, puntuados, controlados, espiados, programados y desconectados de nuestra humanidad más básica. El capítulo que abre la tercera temporada, que algunos ven como una "ficción" punzante, ácida e inteligente, dibuja en qué podríamos convertirnos en menos que nada. O en qué nos estamos convirtiendo ahora.

Se llama "Nosedive" y muestra a Lacie, una chica que vive y se desvive para ganar 'likes' en las redes sociales, en un mundo donde los 'me gusta' abren las puertas a barrios privados, a clubes, a eventos, a "amigos" (virtuales); en el que la identidad se construye a través de lo que piensan esos desconocidos que la someten a examen permanente.

Un punto menos puede desestabilizar seriamente a Lacie, que pasa el día arreglada, maquillada y sonriente, sabiendo que todos tienen cámara, que lo que entra al celular pertenece al universo internet y que puede llegar a cualquier parte, que una baja calificación le costará el destierro del “círculo de los perfectos”, populares y aceptables.

La crítica fue unánime en halagos para “Nosedive”, aunque algunos la calificaron de pieza futurista.

¿Futurista? ¿Hacia dónde estamos mirando? ¿Sabemos lo que se lleva ahora en redes sociales? ¿Sabemos qué valores se cultivan en ese mundo que crece y se come al real, como un "Upside Down" cibernético, que alienta la juventud eterna y los cuerpos imposibles?

Una de las prácticas de moda entre los adolescentes, muchos de los cuales pasan mañana, tarde y noche en ese mundo virtual, es "robar" fotos de chicas o chicos en Instagram, abrir un chat lleno de gente en WhatsApp -algo así como una tribuna popular- y empezar a mostrar las imágenes para que califiquen del 1 al 10. Aquí, ahora y en Mendoza, no en Black Mirror.

“Esta es un 5 jaja”, puede ser un comentario. “A esta le pongo 0”, se lee junto a la foto de una nena que no debe pasar los 11 años y que debe sentirse pésimamente mal con un cuerpo que muta al ritmo de la pubertad. “Mmmm qué loro jaja”. Los calificados no saben que participarán, aunque sí saben que todo lo que entra a esa red social puede ser capturado para las “tribunas” en las que se pone nota y en la que saltan los comentarios más crueles.

Y no solo es Instagram y WhatsApp, dos redes con la que los más grandes estamos familiarizados. Algunos de estos chicos -casi todos- también tienen Sarahah, una red donde todos saben quién es el dueño pero sus seguidores son anónimos y pueden dejar en el muro mensajes tan disparatados como "gorda dejá las tortas" o "te comería la boca". Otros se bajan Peeple, una app creada exclusivamente para calificar con puntos a las personas. 

¿Qué pasa con una niña que está acomplejada, asustada por sus cambios corporales o que se siente gorda, entre tanto icono anoréxico, si de repente se ve en una tribuna de WhatsApp retransmitida por Instagram en la que la llaman "loro" o "gorda"? ¿Qué pasa con un nene que está juntando grasita para pegar el estirón y decide abrir Sarahah porque está de moda y le lanzan "gordo dejá las tortas"?

¿Quién controla esto? Básicamente nadie. Mientras adultos fuera de foco nos rasgamos las vestiduras y hacemos campañas en plataformas que estos nenes ya no ven contra el machismo, la violencia de género, el bullying y la pedofilia, en este planeta paralelo, más real que el nuestro para ellos, se cultiva todo esto y crece.

Se cosifica a las mujeres y se toma como algo natural, ya que robarles las fotos y someterlas a un circo romano de crueldad es poco menos que maltrato. Se alienta a la pedofilia, ya que todos -hombres y mujeres- posan de formas inimaginables por si van a parar a algunos de estos exámenes. Lo sexy es el cuerpo de niño/a. Se potencia el bullying, porque hay nenes y nenas que después de llorar a mares, de ver cómo los demás son perfectos, felices y pesan 30 kilos, deciden alejarse, deciden salir del sistema y como Lacie, quedan fuera de invitaciones a fiestas, a barrios privados, a encuentros. Se transforman en nadie.

Esta violencia implícita esta fuera del alcance de cualquier campaña publicitaria y de cualquier tipo de control gubernamental. Sucede. Ocurre. Y crece. ¿Qué nos queda por hacer?

Por lo pronto, lo único que queda es estar atentos. Hablar. Dialogar. No mirar para otro lado. Los únicos que pueden no controlar, pero sí matizar tanto daño, son los adultos. Papás, tíos, amigos. Adultos que deben explicar que eso no está bien. Que eso no es el mundo. Que ellos no son cosas. Que vivir como la chica de Black Mirror solo puede llevar a un desenlace: la infelicidad, la frustración, la pose eterna y la desconexión de lo que realmente importa en un mundo que se mofa de estar hiperconectado.

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