Bienvenidos a Catarlandia, el país donde parece ser todo posible

Con la clasificación a semifinales del Mundial de Balonmano, la Selección local se anima a todo. La mitad de sus jugadores son estrellas foráneas que se nacionalizaron. Una historia que combina negocios, dinero y poder en proporciones simétricas.

Bienvenidos a Catarlandia, el país donde parece ser todo posible

“A por ellos, oé...” se convirtió en el cántico predominante en el imponente Lusail Multipurpose Hall, el estadio cubierto con capacidad para 15.300 espectadores y que estuvo colmado para presenciar el triunfo de Catar sobre Alemania (26-24). Los hinchas pagos que contrata la organización ya son un clásico de este Mundial de Balonmano. Con trompetas, elementos de percusión y el típico canto que se entona cuando juega el seleccionado español, los fanáticos alentaron a la representación catarí como si esta fuera la de su país de origen.

Postales de la globalización: ayer, el equipo hispano se presentó - segundo turno - en el mismo estadio frente a Dinamarca, pero los ruidosos del primer juego no estaban entre los compatriotas que habían llegado para el partido de su propia Selección.

No existen indicios de que este tipo de situaciones paradójicas puedan provocar sorpresa en estas tierras. El metro patrón del dinero como cooptación de voluntades y adhesiones está instalado en la cultura de quienes llegan al emirato como foráneos. ¿Alentar a un equipo sabiendo que el propio juega en otro lado? Aquí parece ser normal siempre que se pague en riyals, la moneda que rige en este emirato. No importa el color de la bandera, sino el de los billetes.

Tampoco puede resultar un hecho curioso que la mitad del seleccionado de handball qatarí sea extranjero nacionalizado. A esto hay que sumarle que el entrenador Valero Rivera también es español; es más, fue quien sacó campeón del mundo a “La Roja” en 2013. Con un contrato que le permite cobrar alrededor de un millón de dólares anuales, el DT está consiguiendo resultados positivos en poco menos de un año y medio de trabajo: ganó la Copa Asia en mayores y juveniles, además de lograr el hecho histórico de acceder a las semifinales de esta Copa del Mundo, después de la clasificación en el Grupo A y de haber vencido a Austria (octavos) y Alemania (cuartos).

Rivera eligió bien apoyado por la abundancia de recursos económicos. Trajo al fabuloso arquero bosnio Daniel Saric, al cubano Capote, al español Borja Fernández, al francés Royne y a los montenegrinos Stojanovic, Damjanovic y Markovic. El resto, son nacidos en Catar, aunque ninguno de la talla deportiva de los extranjeros.

Este Mundial de Balonmano ingresa en su parte decisiva y en Catar empiezan a pensar que aún es posible seguir asombrando al ambiente de este deporte, que nunca antes había visto a un equipo asiático dentro de los cuatro semifinalistas de la máxima competencia de ecuménica de selecciones.

Los cataríes cuentan con una corta historia deportiva, pero en estos años -conforme la continua inversión en la industria deportiva- se están acostumbrando a que las historias que se inician con la firma de un contrato a menudo tengan un final feliz. En fútbol, por ejemplo, decidieron comprar un club y pusieron la mira en un - por entonces - Paris Saint Germain amesetado y sin logros; luego de 19 temporadas sin títulos, ganaron la liga francesa. Hoy día, además,  el PSG es una de las formaciones más fuertes a nivel continental y con performances en ascenso dentro de la Champions League.

Por otro lado, invirtieron casi 100 millones de euros para publicitar durante 3 años en la camiseta del Barcelona con la inscripción Qatar Airways. Más allá de que hay cuestionamientos internos en el club catalán por la renovación del vínculo contractual, lo cierto es que la junta dirigencial blaugrana se encargó de informar que de ninguna manera peligra la relación entre las partes. Menos cuando todavía falta cobrar la última parte del acuerdo.

Encima, para el 2022 está la apuesta de organizar el Mundial de fútbol, el cual sería el segundo en el continente asiático después de Corea-Japón 2002. Para tener en cuenta qué cifras manejan los qataríes para llegar en tiempo y forma con las obras nuevas, la suma se estima en alrededor de 160.000 millones de dólares. Una cifra que está lejos, pero muy lejos, de generarle aunque sea un pequeño sobresalto a quienes gobiernan este emirato rico en petróleo y en gas. Tan en abundancia lo poseen que ni se inmutan a la hora de hablar de dinero. Tal como dice una de sus frase de cabecera: “Ganarle a la dificultad, ganarle al desierto...podemos hacerlo”.

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