Bienvenido, señor presidente

La Argentina y los argentinos en pleno tienen cifradas grandes y profundas esperanzas en la elección que ocurrirá hoy. Son muchos los sueños y esperanzas que los ciudadanos de la nación esperan ver concretados de una vez por todas luego de tantas frustrac

Bienvenido, señor presidente

Hoy los argentinos concurrimos a las urnas para elegir un nuevo presidente de la República. Quien hoy resulte electo asumirá el 10 de diciembre el octavo periodo constitucional consecutivo. Una inmensa credencial para una democracia aún joven que, sin embargo, ha atravesado en estos 32 años momentos difíciles que pudo sortear porque muchas veces la dirigencia supo escuchar a tiempo el reclamo ciudadano.

La cita de hoy a las urnas tiene el importante agregado de ser la segunda vuelta (balotaje) de una convocatoria en la que la gente busca, según lo que han expresado reiteradamente en los últimos tiempos los sondeos de opinión, un cambio de rumbo que exprese, fundamentalmente, una nueva actitud política, mecanismos de entendimiento entre los argentinos por sobre las pasiones lógicas de la vida partidaria. Ese es uno de los grandes desafíos.

Estos 32 años de democracia han demostrado que el pueblo argentino ya sabe votar. Y también sabe hacer oír su desagrado cuando la insensibilidad del gobernante de turno se pone de manifiesto sin límites. La crisis de 2001-2002 y distintas reacciones públicas populares sucedidas en los años de la actual administración son ejemplos claros de esa autoridad popular.

Es por ello que hoy, al cabo de esta nueva jornada histórica, deberíamos los argentinos darle la bienvenida a un nuevo presidente que nos garantice la solución de reclamos mayoritarios que ya no soportan más postergaciones.

Al presidente que surja hoy de las urnas se le pide, como primera medida, que encare rápidamente acciones tendientes a hacer cesar la división entre los argentinos.

Un país en el que su Constitución especifica que la igualdad ante la ley es un precepto elemental hacia la convivencia, no puede darse el lujo de seguir tolerando que desde ámbitos dirigenciales de la sociedad, al amparo del poder de turno, se agilicen clasificaciones de las personas según su pensamiento ideológico, su condición social o su pertenencia o no a grupos sociales a los que se critica por el simple hecho de hacer oír su disenso.

Esta división alentada muchas veces por círculos de poder que confunden, no ingenuamente, el ejercicio de la autoridad delegada de la ley con un autoritarismo sin límites, es la que ha hecho de la intolerancia una práctica cotidiana. Una suerte de estrés colectivo, masivo, para nada saludable.

Al nuevo presidente el pueblo argentino necesita pedirle que no le tiemble el pulso para movilizar medidas que tiendan a erradicar el flagelo de la corrupción, enquistada por décadas en los ámbitos de poder y multiplicada con el transcurso del tiempo por el silencio cómplice de una pseudojusticia que dice constituir el Poder Judicial de la Nación.

La corruptela generalizada en los ámbitos públicos sin la correspondiente sanción no hace otra cosa que contaminar estamentos de la sociedad, que rápidamente adoptan semejante facilismo. Así, la corrupción se generaliza en la sociedad y corrompe sus estructuras.

Al futuro presidente los argentinos también le piden hacer a un lado privilegios y favoritismos. Gobernar para la sociedad en su conjunto, no para grupos afines o cercanos que por lo general terminan ocultando negociados que potencian la corruptela ya mencionada y debilitan las arcas del Estado, es decir, el patrimonio de todos los argentinos.

Al nuevo presidente de la Nación los argentinos le reclaman atender con urgencia y esmero las prioridades que el Estado debe garantizar a la ciudadanía, comenzando por el fomento de una justicia idónea y absolutamente independiente, despojada de presiones y compromisos políticos.

Los argentinos necesitan que los mayores flagelos actuales, encabezados por el narcotráfico y la inseguridad, sean encarados con acciones profundas, encaradas con profesionalismo en el ejercicio de la función pública, no con oportunistas cuya única herramienta son los discursos de ocasión. Estos tremendos males no resisten más improvisación.

Al nuevo presidente de los argentinos se le exigen políticas de inclusión, no de asistencialismo, para lo cual una mayor eficiencia en los sistemas de salud y la búsqueda de la excelencia educativa son pilares fundamentales.

Al nuevo presidente se le pide, en suma, que construya un país normal, desarrollado y vivible, esos anhelos que tantos prometieron pero al final terminaron gestando todo lo contrario.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA