Una reciente encuesta efectuada por una consultora de opinión pública nacional comprobó cómo entre los argentinos el flagelo de la corrupción es la primera vez que se ubica al frente entre los problemas de la sociedad.
Lo alentador de esta medición de reciente realización es la instalación del rechazo al accionar corrupto entre la mayoría de la gente. Es importante comprobar que la dureza del inevitable ajuste que debió hacer el gobierno nacional, sumada a la torpe política de tarifas de servicios públicos implementada, no se ubican al tope de las quejas y preocupaciones de los ciudadanos. Son datos que alientan a aquellos que desde la prédica constante se expresaron en contra del maquillaje de la realidad para ocultar intereses personales o sectoriales. Debe recordarse que a principios de año la Argentina quedó ubicada en el puesto 107 del ranking mundial que anualmente realiza la organización Transparencia Internacional. En la región, sólo Venezuela y Paraguay obtuvieron peor calificación que nuestro país.
En momentos en que la tensión social que producen las medidas de reacomodamiento de la economía implementadas por las autoridades nacionales generan disgusto y preocupación, fundamentalmente porque la inflación no ha registrado aún el descenso que se esperaba desde los ámbitos de poder, y la situación laboral sigue siendo muy crítica en líneas generales, es fundamental que la población no olvide fácilmente los años de desatino que llevaron al actual descalabro.
Ese desatino y ese descalabro, vale recordarlo, dieron paso a los niveles increíbles de corrupción en el ejercicio de la función pública que hoy ponen a la Argentina en la mira del mundo por los escándalos que son ventilados en los despachos de muchos jueces lentos para investigar y juzgar bajo el avasallamiento del kirchnerismo y ahora desbordados por las causas acumuladas, cuando el poder político de turno brinda todo tipo de libertad para hacer justicia y exige lógicos resultados.
El drama de la corrupción, destacaba Transparencia Internacional en el informe que ubicó la Argentina por el piso entre las naciones, “no sólo se trata del dinero que falta” sino de los efectos devastadores que produce en la vida de la gente. Por ello es de esperar que este deseo de los argentinos de no volver al pasado corrupto, a pesar de la dureza de las actuales políticas, sea demostrativo del avance hacia la madurez cívica de los habitantes de un país que no merece el maltrato que soporta.
