Desde La Rioja capital hasta Villa Unión, desde donde se pueden hacer inigualables excursiones en el Parque Nacional Talampaya y en la Reserva Natural Laguna Brava, la ciudad de Chilecito y la antigua estación abandonada del cable carril minero La Mexicana obliga a un alto en el camino custodiado por el eternamente nevado Famatina. Sobresale en todo el recorrido la espectacular Cuesta de Miranda flanqueada por paredones rojos y profundos valles. Sobre la mítica Ruta Nacional 40, habrá que dar 800 vueltas, literales serpenteando el camino en torno al río homónimo.
En el mirador llamado “Bordo atravesado”, a 2.020 metros sobre el nivel del mar, el punto más alto de la cuesta, se acaba el asfalto por un trecho de 10 kilómetros. Aquí surgen dos alternativas para seguir viaje.
Una es continuar por la RN 40 un total de 57 kilómetros hasta Villa Unión, para usar esa ciudad como base para visitar destinos como el Parque Nacional Talampaya y la Reserva Natural Laguna Brava. La otra posibilidad es seguir camino a Chilecito y desde allí encarar excursiones en 4x4 a las minas de metales preciosos abandonadas en la zona, llamadas El Oro y la Mexicana.
Recuerdos de oro
Con unos 50 mil habitantes, Chilecito combina la infraestructura de una urbe mediana con su rico pasado minero y con singulares paisajes. Vides y olivares perfuman toda la ciudad, emplazada sobre el sistema de Famatina y su cerro domina el paisaje desde el oeste con sus 6.250 metros de altura. Éste dio esplendor a la ciudad con sus reservas de oro cuando entre principios del siglo XX y la década del 40, la ciudad tuvo un crecimiento exponencial gracias a La Mexicana, la mina enclavada en el emblemático cerro.
El cablecarril, inaugurado en 1904, conservado hasta el presente, era el medio para bajar el metal a lo largo de unos 35 kilómetros, (desde los 3.510 metros) hasta conectar con las vías del ferrocarril que llevaban el material a Buenos Aires.
Esta obra -una de las más largas del mundo-, que fue construida por iniciativa de Joaquín V. González, fue utilizada hasta 1930 para transportar unas 400 toneladas diarias de minerales. La mina de oro se siguió explotando -con algunos vaivenes y cambios de concesión- hasta 1950 y, luego de treinta años de abandono, fue declarada Monumento Histórico Nacional en 1982.
A lo largo de nueve estaciones enclavadas en lo alto de la montaña, que van desde la ciudad de Chilecito a 1.075 msnm hasta la Estación 9 La Mexicana a 4.603 msnm, permite disfrutar de una privilegiada vista de los cerros pre cordilleranos.
En la Estación 1, la primera de las nueve que constituían el trayecto, se conservan algunas de las 450 vagonetas que transportaban la riqueza del cerro. Desde lo alto de esta estación, a unos diez metros de altura, se puede apreciar cómo el cable carril atraviesa parte de la ciudad y se introduce en la falda de la imponente montaña.
Además del Museo de la Minería, que se ubica a pasos de la Estación 1 y en donde se atesoran herramientas y elementos técnicos, como el teléfono de marca Siemens de la primera línea del país que utilizaban profesionales y trabajadores de la mina, una añeja película puede ayudar a recrear la vida de quienes fueron testigos de la época. En “El hombre que debía una muerte” (1955), protagonizada por Amelia Bence y Carlos Cores, se puede ver el cablecarril en funcionamiento y a la pareja de protagonistas trasladada en una de las cuatro vagonetas utilizada por médicos y los encargados de pagar haberes, que aún se encuentra conservada.
Actualmente, en el Ente Municipal de Turismo de la ciudad, los viajeros pueden encontrar opciones para hacer el recorrido de la monumental obra dormida, en tramos con 4x4, trekking o bicicleta, con posibilidades de parar en refugios en la Estación 3 o en otro instalado en la misma legendaria mina.
Para quienes prefieran combinar el paseo con un poco de deporte, desde Chilecito es viable subir en camionetas por la Cuesta de Piqué hasta la parte alta conocida como Las Chúcaras, para luego descender en bicicletas.
Otra de las alternativas para los amantes de la aventura incluye el ascenso en camioneta hasta la Estación 3 para luego hacer un trekking de 2 horas y media hasta un mirador. Desde allí, se continúa hasta la mina de oro en camioneta para luego pasar la noche en el refugio emplazado en las viejas instalaciones recicladas del yacimiento minero.
Asimismo, otro circuito se compone de un ascenso en camioneta hasta la Estación 3, luego a la 4 para pasar la noche y seguir al otro día hasta la Estación 5. También, se puede pasar una segunda noche en la Estación 6 conocida como Estación Cielito. La excursión más completa cuesta $ 350 sobre una base de cuatro personas.
Fuego bravo
Si la elección fue Villa Unión, la idea es recorrer el Parque Nacional Talampaya, con sus antiguos sedimentos de la era mesozoica, de hace 250 millones de años.
A pie, en bicicleta, bajo un cielo azul profundo o el resplandor de la luna llena, la invitación es a llegar al Gran Cañón, la gigantesca muralla de 130 metros, a la Chimenea y a Los Reyes Magos. En 215.000 hectáreas separadas solamente por la línea imaginaria que marcan los mapas turísticos. Cualquiera de los circuitos tradicionales insumen un día completo y se realizan con guías y guarda-parques.
Para los amantes del trekking, la Quebrada de Don Eduardo es ineludible. El paseo -de aproximadamente 3 horas- comienza en una bifurcación denominada Huayquería. Recostada sobre el margen izquierdo del Gran Cañón es la puerta de entrada a este fantástico mundo de miradores esculpidos en las paredes de arcilla. Por otra parte, el Cañón Arco Iris es una de las excursiones más novedosas que comienza en 4x4 para seguir con una caminata de dos horas durante la cual el guía señala la gran cantidad de huellas de zorros, guanacos, pumas y burros que se acercan a excavar la arena hasta que brota el agua.
Dentro del universo de este desfiladero se alza un escenario de enormes formaciones ocres, rojas, verdes y blancas, que dejan perplejo al visitante. Las formaciones geológicas de la sierra de Paganzo señalan perfectamente cómo se fue formando la Tierra durante millones de años.
Laguna Brava, la otra postal
Ubicada a 450 kilómetros al oeste de la capital, en el departamento de Vinchina, se trata de una reserva natural creada en 1980 para preservar a las comunidades de vicuñas y guanacos que estaban al borde de la desaparición. Este oasis tiene una extensión de 5.000 hectáreas y lleva este nombre por ser la mayor laguna de toda la región, con una superficie de 17 kilómetros de largo por 4 de ancho.
La Ruta Provincial 26 rumbo norte, conduce hacia el paso internacional Pircas Negras y el camino es en sí mismo una atracción, por las cornisas que regalan vistas de vértigo, el pueblo de Vinchina (110 km. de Laguna Brava) y la Quebrada de La Troya.
En Alto Jagüel, el destacamento de guardafaunas toma registro de los visitantes y un baqueano guía en la travesía. De aquí en más, sólo lomadas policromáticas acompañan la excursión hasta llegar a la laguna ovalada, custodiada por altos picos, como el Veladero y el Piscis, el segundo más alto de América, que emerge inmensa, teñida por la furia del sol. Un centenar de flamencos da vida a este paisaje inmóvil, que compone una inmensidad impoluta.