La segunda de las dos temporadas de Marcelo Bielsa al frente del Athletic de Bilbao (2012/2013) arrojó resultados deportivos por debajo de lo esperado, al punto de que el vínculo contractual tuvo su punto de defunción sin que existiera voluntad de renovarlo por un segundo período, cual si fuera la crónica de una muerte anunciada.
En la primera parte del ciclo (2011/2012), el entrenador argentino había superado largamente las expectativas: finalista en la Europa Liga y en la Copa del Rey, aunque con sendas definiciones perdidas y un posicionamiento del equipo vasco como uno de los protagonistas más importantes de la liga española. Inclusive, la aparición del atacante juvenil Muniain como la consolidación y posterior venta de Javi Martínez al Bayern Munich, marcaba que el trabajo del "Loco" con la cantera estaba en un grado alto de aceptación.
Bielsa suele aceptar desafíos profesionales que demuestran su osadía y a la vez, su compromiso. Se pone metas que un director técnico de su prestigio quizá no tendría en cuenta a la hora de analizar un ofrecimiento de trabajo. La mira de sus decisiones está puesta en un proyecto integral a mediano y largo plazo, habitualmente en formaciones que no están en la cresta de la ola y que atraviesan un amesetamiento marcado, por caso el equipo vasco.
Prefiere desmalezar, nivelar el terreno y hacer la base con columnas firmes antes que acoplarse a un equipo en fase ganadora. Todo un desafío, en el cual hay demasiados riesgos de antemano. Y que no lo atemorizan, sino todo lo contrario.
A nivel selecciones, por ejemplo, luego del fracaso en Corea-Japón 2002, apenas un par de años después condujo al seleccionado argentino a ganar la medalla dorada en los juegos olímpicos de Atenas; primera presea del fútbol en la historia olímpica, y además conquistada sin perder un solo partido. Tras su alejamiento motu proprio de la Selección en 2004, el paréntesis se cerró cuando aceptó tomar la conducción de Chile, la cual atravesaba uno de sus momentos más negativos (eliminada en las eliminatorias 2006).
El proceso en el país vecino tomó características propias de una refundación completa del representante nacional trasandino. No sólo logró el pase al Mundial de Sudáfrica, sino que se clasificó a la segunda ronda luego de haber caído ajustadamente ante España, a la postre el campeón. Ya en octavos, sucumbió en Johannesburgo con un Brasil que mostró su mejor fútbol. Tras el final, varios jugadores brasileños se acercaron a saludar al DT argentino, con la intención de felicitarlo por el juego de su equipo.
Bielsa apuesta a producir cambios culturales, apoyándose en el paradigma de la contracultura dominante en el momento. Tal fue su análisis de la etapa más brillante de la era Guardiola en Barcelona, a la que ubicó como un fenómeno de alcances superiores a lo meramente deportivo. El rosarino solía destacar el movimiento transversal de juego que realizaba Barça desde un córner, a partir del dominio de pelota en triangulaciones cortas en vez del lanzamiento del tiro de esquina hacia el área rival.
"El mensaje de este equipo es de estilo y contracultural, porque parece ir contra de lo que se observa en el fútbol actualmente", gustaba de explicar. Tampoco podía resultar sorpresiva su observación: Pep, se recuerda, había ido a consultarlo a Rosario antes de tomar la conducción técnica blaugrana y entre los dos colegas se gestó un lazo de reconocimiento mutuo. Y hasta siguió habiendo observaciones del "Loco" acerca del aquél brillante ciclo 2008/2012 del azulgrana: "En esta época los números son emblema, pero el Barcelona emitió mensajes de mayor consistencia que van a perdurar en la memoria de los que queremos al fútbol por la manera en que había decidido atacar y defender".
Bielsa, ahora, aceptó analizar con entusiasmo una oferta del Olympique de Marsella para hacerse cargo del plantel profesional luego del próximo Mundial, cuando esté por comenzar la temporada 2014/2015 de la liga francesa. El propio presidente del club galo, Vincent Labrune, hizo el anuncio público con la satisfacción de que sólo faltaba acordar algunos detalles. Aquí, entonces, se repite el metro patrón cultural que guía al DT: aplicar un criterio de máxima a la hora de tomar la conducción, con facultades plenas para manejar hasta el fútbol amateur de la entidad. O todo se embarca en la misma línea de trabajo o nada, es la consigna principal.
Olympique de Marsella es el club de fútbol más popular de Francia, un país en el que el rugby sigue siendo el deporte emblema. El segundo en masividad es París Saint Germain, hoy día en el top five europeo a partir de la fuerte inyección de petrodólares del jeque árabe que lo adquirió. El OM y el PSG son rivales acérrimos, al punto que a cada enfrentamiento se lo denomina "Le Classique" (el clásico), cual si fuera el equivalente galo a un Real Madrid vs Barcelona. El duelo, además, presenta connotaciones de raíz sociopolítica, porque se lo mide como si fuera el choque del Norte (Paris) contra el Sur (Marsella).
Bielsa ya elaboró el duelo tras la salida de Bilbao, a mediados del año pasado. Había iniciado otro de sus períodos habituales de encerrarse en sí mismo, lo cual supone que lo hace para reflexionar y pasar del aire viciado hasta volver a respirar aire fresco.
Luego de esta muerte simbólica, esta resurrección de energía positiva le implica, también, una suerte de venganza personal hacia los dardos envenenados que le lanzan sus detractores a partir de las críticas despiadadas. Y vuelve a asomar en él un espíritu revolucionario en un suelo cargado de una fuerte connotación histórica y donde germina el portentoso mensaje de "La Marsellesa", uno de los himnos más emblemáticos que se conozca.
De su llegada a Europa, en 2011, se le recuerda un hecho de por sí referencial a la hora de juzgarlo: el haber desechado una suculenta oferta del Inter de Milan por haberle dado su consentimiento previo al Athletic de Bilbao, un club habituado a manejarse dentro de la segunda o tercera línea dentro del viejo continente. Un error garrafal, si es que se lo mide desde la cultura del exitismo; un compromiso de lealtad a la palabra empeñada, si se lo valora desde el parámetro de su escala de valores.
Bielsa es así, o no lo será. Se convirtió en una marca registrada de respeto a las convicciones y de llevar a la práctica aquello que se enuncia en la teoría. Un fuera de molde, en un ambiente atravesado por las sospechas y el posicionarse de acuerdo a cómo sople el viento. Un irreverente, también. Y sobre todo, un luchador con una moral de hierro que se asienta en la monumental frase de Nietzsche: "Lo que no mata, fortalece".