Bicentenario y futuro: los 200 años que sabremos conseguir

¿Qué aprendimos del pasado para mirar hacia el porvenir? Después de dos siglos de Independencia, planteamos este interrogantes -a modo de sondeo- a diversos hacedores culturales de la provincia. Ellos comparten aquí su visión de libertad.

Bicentenario y futuro: los 200 años que sabremos conseguir

Dejemos por un momento las estampas de la casita de Tucumán, los convites patrios y la exaltación gastronómica o acrobática del Bicentenario y centrémonos en las ideas que pueden servir para el futuro.

Cultura convocó a cinco artistas y gestores culturales de diversas posturas políticas para repensar nuestra idea de libertad: frente a los 200 años que supimos conseguir, los 200 que vendrán. 
Así, proyectando un mañana desde la asimilación del pasado, estas voces respondieron las siguientes preguntas:

- ¿Qué entiende hoy por Independencia?
- ¿Qué matriz cultural nos puede ayudar a pensar el futuro de los argentinos?
 - ¿Qué claves nos dejó la experiencia de estos 200 años que transitamos?
 - Parados en la situación política y cultural actual, ¿qué tipo de Patria sería posible imaginar para los tiempos venideros?
- Finalmente, ¿Qué modelo de país sueña usted?

Respondieron con rapidez, cerebro y corazón. Y sus palabras se comparten aquí.

Pocho Sosa (cantante)

Entiendo la Independencia desde el compromiso de mejorar todas las cosas. Ayudar, cada uno desde su lugar, a gente que lo necesite. Independencia para siempre, con gobiernos democráticos.

Como matriz cultural, yo comenzaría por los chicos. Desde que tienen uso de razón, los padres tenemos que comenzar por inculcarles nuestra música argentina. Toda la música: clásica, folclórica, ciudadana y rock. Y después, desde primer grado de la primaria hasta séptimo, las escuelas tendrían que contratar gente ya mayor, con trayectoria, seria, para dar  charlas. Esto nos puede ayudar a pensar en el futuro cultural de nuestros autores, poetas y músicos, fundamentalmente de Mendoza.

Es difícil mirar hacia atrás 200 años, pero como clave diría que nuestros ancestros nos enseñaron a ser honestos, estudiosos, trabajadores y a crear una hermosa familia. De esta manera podemos proyectar un mañana.

Yo creo que la Patria se va forjando con políticas inclusivas. Nuestra Patria lo pide a gritos desde hace ya muchos años.
Sueño con un país justo, libre y con la conciencia tranquila.

Diego Gareca (Secretario de Cultura de Mendoza)

Me parece que no dista mucho lo que se puede entender por independencia hoy de lo que se entendía hace 200 años. Sin dudas, las condiciones sociales, económicas, culturales no son las mismas, pero en lo profundo, en lo esencial, el sentido de independencia es muy similar.

Hay muchas aristas desde las cuales se puede pensar en la independencia, pero, a grandes rasgos, uno espera a nivel país la independencia de los otros países, la independencia de los poderes económicos y la independencia de los poderes individualistas de nuestros connacionales.

Y en cuanto a nivel personal, la independencia hoy pasa, sin duda, por que a cada quien se le permita vivir, pensar y actuar de acuerdo a sus principios, siempre, claro, que esto no afecte a nadie. En esta conjunción de independencias externas e internas es donde debemos buscar la base para la construcción de nuestra libertad.

La mejor forma de pensar el futuro es en un panorama de unidad, entendiendo esta unidad como un espacio de disenso y respeto de las ideas de los demás. Y eso también implica ser crítico con nosotros, aprender de nuestros errores como individuos y, principalmente, como sociedad. Cualquier matriz, sea económica, política o de cualquier otro ámbito, no puede sostenerse sin una matriz de convivencia que nos garantice pensar en el futuro como un espacio para toda la sociedad, y no para sectores amigos.

La idea de Patria me la replanteo cotidianamente, con “fotos” de todos los días. Vas a una feria, por ejemplo, y encontrás almohadones con elefantes, leones, delfines, en vez de pinturas de choiques, pumas, cactus. Esa es una foto que veo regularmente. Digo, la Patria se construye desde cada una de las acciones y cada persona la construye desde el lugar en el que está resignificando su espacio.

La experiencia de las luchas intestinas de una nación muy grande en un país, como el nuestro, en permanente construcción, debería ser la base para mirar cómo y cuáles deben ser nuestras experiencias hacia el futuro.

La estabilidad democrática lograda desde 1983 nos permitió hasta ahora una multiplicidad de experiencias políticas de las que debemos aprender para comenzar a pensar de otra manera la política, la economía, lo social, lo cultural. La clave, aunque parezca elemental esto que digo, está en nosotros, en las personas que todos los días se levantan para ir a trabajar e, indudablemente, para poner su parte para el futuro.

Venimos de un modelo de gestión que impuso términos muy duros para manejar cada aspecto de lo político y lo cultural. Como sucede siempre con todos los pueblos cuando atraviesan una situación como la anterior, viene un tiempo de replanteos en el que lo fundamental no es dejarse llevar visceralmente, sino que es un tiempo en el que debemos pensar cada una de nuestras acciones para reconstruir eso que se haya resquebrajado.

Creo que es posible imaginar una Patria con más actores reales, con más respeto hacia el otro, hacia las ideas de los demás. Creo que es posible comenzar a pensar en una Patria que se construye con todas las manos.

Sueño con un país en el que seamos capaces de una convivencia a partir del disenso, un país en el que el compromiso parta de la experiencia del pasado para construir un presente que nos garantice el mañana, un país que se mire a sí mismo y a partir de esa mirada construya el día a día, un país crítico desde el que podamos construir. Sueño con un país en el que empiecen a importar los intereses generales y no los personales. Un país sin amigos del poder, en el que cualquier ciudadano ejerza su poder.

Laura Valdivieso (Profesora en Artes Visuales. Directora del Museo de Arte Moderno)

Lo primero que pienso es que la independencia es una idea que motoriza acciones o que propone luchas, probablemente es algo que no existe en su estado puro pero en lo que vale la pena creer.

Las sociedades poscoloniales como la nuestra arrastran una composición particular, como una cicatriz que no se borra. La imposición de modelos termina por naturalizarse en las prácticas culturales y genera una forma de ser que necesita del modelo, de una u otra forma. No creo que el proceso sea luchar contra eso, ni negarlo.

Pienso que asumirse es una parte constitutiva de liberarse. Tal vez la independencia cultural pase por pensar que cada lugar tiene su historia y que esta dibuja a lo largo de los años una semblanza. Creo que no hay que compararse con otras historias. Hay que pensar la nuestra. La independencia es el futuro, no el pasado. Es lo que queremos ser.
Hace unos años fui a escuchar una conferencia de Guayasamín y él hablaba de "nuestra raza", refiriéndose a los indios en Latinoamérica.

Yo miré el auditorio y éramos todos europeos. Pensé en ese momento que el pasado no es siempre el dato más certero para pensarnos. Lo que hemos ido siendo y lo que somos es lo que sirve para proyectarnos. Nuestra patria es esa mixtura híbrida y compleja, llena de tradiciones adoptadas, de contradicciones.

Estos 200 años han sido un proceso de construcción y creo que estamos todavía en el principio. Si lo ponemos en perspectiva, es una muy pequeña historia que está comenzando. La clave es el trabajo. Tenemos que tener más libros, más cine, más música. Falta cantidad para que pueda empezar a tamizarse una idea cultural más clara o autónoma, aún cuando conserve su hibridez.

De la situación política y cultural actual me preocupa especialmente de dónde van a salir los recursos para que se hagan más libros, más cine, mas música, más pinturas. En estos lugares no hay mercado que pueda garantizar eso. Si el Estado se retira, por las razones que sea, no hay desarrollo. Y, si no hay cantidad, no hay calidad. Sueño un país con autoestima. Un país que pueda pensar cómo hacer sus propias cosas, sin necesitar copiar alguna idea que alguien vio en un viaje. Las cosas que resulten tal vez no vayan a ser perfectas, pero al menos serán auténticas.

Marcelo Marchese (Dibujante. Ilustrador)

Independencia es la virtud de un país de poder sustentarse, crecer y desarrollarse sin la dependencia de otros países o grupos económicos multinacionales. Puede negociar y comerciar algunos aspectos con otros países sin depender y sin que nadie interfiera en sus leyes internas.

Siempre he creído en la independencia cultural, en tratar de que el pensamiento artístico creador no esté demasiado involucrado con movimientos políticos de turno.

Realizarme como artista independiente me ha ayudado bastante y me ha dado la posibilidad de trabajar libremente sin que mi producción se asocie a cualquier movimiento político o sin estar viciado ideológicamente.

En mi caso, la idea de patria nació en la escuela, en los actos que eran días especiales de actividades, músicas, símbolos, información y escarapelas. Se vivía más intensamente en la escuela que en el barrio.

La política siempre nos ha complicado un poco la existencia con dirigentes poco cultos, siempre muy ligados al acervo de Capital Federal, a los centros que hacen gestiones que  a los habitantes del “interior” no nos satisfacen. Es complejo de explicar. Pero la supremacía de los gobiernos unitarios no ha dejado nada muy positivo. Yo creo en los gobiernos federales. Depender demasiado de Capital y sus costumbres tan aceleradas y conflictivas, las que no aceptamos demasiado, tampoco nos beneficia. Si en 200 años no ha funcionado, entonces hagamos otra cosa.

Que surjan dirigentes más cultos y con más sensibilidad social ayudaría bastante.

Yo sueño con políticas más equilibradas y adultas. Sin tanta pelea interna, con más compromiso social que corporativo, con la verdad y no con las mentiras a las que nos tienen acostumbrados y con más participación de las provincias.

Marcelo Giraud (Ambientalista)

¿Qué entiendo por Independencia? Una soberanía ejercida como sociedad de modo mucho más profundo que la simple existencia como Estado formalmente independiente. Aquella que leo ya implícita en la expresión agregada diez días después al Acta de la Independencia: “y de toda otra dominación extranjera”. Algo que tanto en lo político y económico como en lo cultural todavía estamos demasiado lejos de alcanzar plenamente.

Las matrices culturales que nos pueden ayudar son varias, no una sola. Creo que tendríamos que valorar mucho más la gran riqueza cultural de nuestro país. Reconocer que los argentinos no sólo “descendemos de los barcos” europeos -con toda la diversidad que eso solo ya implica-, sino que también tenemos otras raíces culturales fuertes en nuestros hermanos indígenas e inmigrantes de países vecinos, demasiado a menudo olvidadas o despreciadas.

Me chocó muy duro una noticia de 2006 en Andalgalá, cuando en el acto de jura de la bandera entregaron a cada niño de 4º grado una medalla que en su reverso tenía el logo de la transnacional Minera Alumbrera. Y, por contraste, el desfile de varios jinetes huarpes que un día pasaban frente a la Escuela Albergue 4-207 de San José (Lavalle), y pararon en seco al ver que estábamos arriando la bandera. Tras ese hecho simbólico, me emocionó pensar que ellos, con quienes la Patria está tan en deuda, la respetan y construyen mucho más y mejor que tantos traidores.

Desde este presente, me resulta muy difícil ser optimista a corto y mediano plazo, en los diversos aspectos que implicaría una soberanía plena y un país más justo para todos. Pero también hay motivos de esperanza, sobre todo a la luz de tantas experiencias de organización, trabajo y lucha. Sueño un país donde la Independencia esté mucho más cargada de significado que hoy. Con una democracia profundamente participativa.

Donde los representantes no puedan sino “mandar obedeciendo” la voluntad del pueblo, no para los intereses económicos de pequeñas minorías o de grandes capitales extranjeros. Donde la sociedad haya superado por fin falsas dicotomías y esquemas binarios. Un país equitativo y justo, con total respeto por la diversidad cultural y de género. Donde el ambiente y los territorios no sean sacrificados o mercantilizados.

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