Desde principios del siglo XIX, la mujer tuvo un rol poco conocido, pero de gran importancia en el Virreinato del Río de la Plata. Comenzó a tener protagonismo antes de la Semana de Mayo.
La participación de las mujeres en situaciones de guerra o enfrentamientos bélicos en muchos casos estuvo vinculada con el apoyo a familiares, garantizando la logística militar y haciendo conexiones como emisarias o espías. Estas modalidades, determinantes en un momento dado, no fueron valoradas, mucho menos recogidas, analizadas e incorporadas a la historia.
Protagonizaron tertulias esclarecedoras, o donaron joyas para la causa de la libertad. Pelearon hasta dejar sangre o empujaron a la lucha a sus esposos o amantes. Ellas, las mujeres que pisaron suelo argentino durante el revolucionario 1810, tienen letra chica en la historia argentina. Participan anónimas y casi imperceptibles. Discuten estrategias con sus maridos, juntan dinero de sus herencias o dotes, organizan actividades sociales lucrativas, prestan sus casas para reuniones clandestinas, cosen, murmuran argumentos a uno u otro oído masculino. Sus obras tienen riesgo, no llevan firma, pero contribuyen al logro de la emancipación americana. En situaciones críticas allí estaban, con la vehemencia propia del sexo. En estos momentos cruciales de la historia, se pusieron a la par del hombre, reaccionando con sentimiento y sin vacilaciones.
¿Qué hicieron las mujeres de mayo? ¿Acaso alguien las invita al Cabildo del 22, cuando se depuso al Virrey Cisneros? ¿Acaso arriesgaron su reputación en el histórico 25 y se apiñaron entre soldados, patricios y vecinos, que, reunidos frente al Cabildo querían saber de que se trataba?
En las casas de estas damas se oía hablar de cuánto hacían los hombres del Estado, en el gobierno y fuera de él… Los más celebres salones de la época fueron las casas de Ana Riglós, Melchora Sarratea y Mariquita Sánchez de Thompson. Otro living importante, donde se cocinó la revolución fue el de Casilda Igarzábal de Rodríguez Peña, que entre 1804 y 1810 reunió una de las primeras sociedades secretas de la emancipación americana, el llamado Partido de la Independencia. Este último integrado por Juan José Castelli, Nicolás y Saturnino Rodríguez Peña, Manuel Belgrano, Juan José Paso y Martín Rodríguez. Cornelio Saavedra dudaba en ponerse al frente del movimiento para derrocar a Cisneros.
El 18 de mayo, la esposa de Rodríguez Peña, a la cabeza de un grupo de señoras, se presenta en la casa del comandante del Cuerpo de Patricios. Le dice: ¡"Aquí no hay que vacilar!" Lo presiona para que se decida y lo invita a concurrir a su quinta, en la que Castelli, Belgrano y otros rebeldes estaban conspirando. Saavedra acepta ir. La estrategia para el Cabildo Abierto del 22 de mayo se planea allí ese 18.
La casa de la señora Riglós, o como se llamaba muy a menudo Madama Riglós, era punto de cita de los ministeriales. María Guadalupe Cuenca, sufrida esposa de Mariano Moreno, sin saber que su marido había muerto en alta mar, continúa enviándole cartas a su destino en Europa.En alg unas de ellas, le escribe sobre las novedades del Río de la Plata. "Los han desterrado a Mendoza a Azcuénaga; Larrea a San Juan, Peña a la Punta de San Luis; Vieytes a la misma; French y Beruti, Donado y Cardoso a Patagones; hoy te mando el manifiesto para que veas cómo mienten estos infames. Del pobre Castelli hablan incendios, que ha robado, que es borracho, que hace injusticias, no saben como acriminarlo, hasta han dicho que no los dejó confesarse a Nieto y los demás que pasaron por las armas en Potosí, ya está visto que los que se han sacrificado son los que salen peor que todos, el ejemplo lo tienen en vos mismo".
Para confirmar una renovada historia social argentina, es imprescindible resituar a las mujeres, deslizarlas desde el lugar marginal al que fueron confinadas en los relatos tradicionales hacia el centro de la escena. Hacerlas visibles, elevarlas a la categoría de sujetos dignos de la historia.