La Argentina cumple 200 años. Es la Patria: territorio, cultura, personas. Doscientos años que parecen muchos. Pero, no tantos: lo que suman dos argentinos/as de cien. Y es mucho por los muchos que la han hecho realidad.
Es tiempo de hacer memoria. De agradecer y de festejar. De traer al presente a los visionarios y decididos. Aquellos y aquellas que fueron capaces de soñar y realizar.
En 1806 y 1810; 1816 y 1853. A las y los que, a través de dos siglos, sembraron e hicieron Patria.
Los de aquí y los que se hicieron de aquí. Indígenas, españoles, negros, criollos, europeos y del oriente. Crisol de razas, dicen que somos.
Orgullo, desafío, búsqueda, esfuerzo y compromiso. Tantas veces se ha preguntado, nos hemos preguntado. ¿Y, después de doscientos años, qué? ¿Cuál es nuestra identidad? ¿Qué es lo que nos califica y cualifica como argentinos? ¿Somos independientes? ¿Y eso qué significa? Independencia e identidad son valores interno-culturales. De cada persona y de todas las personas que habitamos este suelo.
Ser independientes no significa menospreciar ni discriminar. Ser un pueblo-nación significa no olvidar nuestras raíces. Decidir lo que queremos y hacia dónde vamos. En este horizonte, bienvenidos sean los aportes de cada argentino/a.
Bienvenidas las ideas que construyen un modo social de vivir y sentir. Bienvenidas las divergencias que no las enemistades.
Bienvenido el trabajo y el esfuerzo de cada persona, para el bien de todos. Bienvenida la alegría del encuentro, la renovada esperanza y el esfuerzo compartido.
Mirándonos en el espejo de nuestros prohombres y promujeres que dieron sus vidas y sus bienes a la Patria. Que murieron pobres o asesinados. Que fueron exiliados o nunca reconocidos.
¿No es el bicentenario el momento propicio para examinarnos? Para cambiar lo que hicimos mal o no hicimos. Para sentir que ninguno/a puede tirar la primera piedra. Para dejar de ser individuos e individualidades. Para sentirnos prójimos-próximos. Para que la Nación sea, de verdad, el conjunto de provincias federadas.
En esta conmemoración, celebración, festejo y compromiso, entiendo que vienen muy bien estas palabras de Borges:
“Nadie es la patria. Ni siquiera el jinete / que, alto en el alba de una plaza desierta, / rige un corcel de bronce por el tiempo, / ni los otros que miran desde el mármol, / ni los que prodigaron su bélica ceniza / por los campos de América / o dejaron un verso o una hazaña / o la memoria de una vida cabal / en el justo ejercicio de los días. /
Nadie es la patria. Ni siquiera los símbolos. / Nadie es la patria. Ni siquiera el tiempo / cargado de batallas, de espadas y de éxodos / y de la lenta población de regiones / que lindan con la aurora y el ocaso, / y de rostros que van envejeciendo / en los espejos que se empañan / y de sufridas agonías anónimas / que duran hasta el alba / y de la telaraña de la lluvia / sobre negros jardines.
La patria, amigos, es un acto perpetuo / como el perpetuo mundo. (Si el Eterno / Espectador dejara de soñarnos / un solo instante, nos fulminaría, / blanco y brusco relámpago, Su olvido).
Nadie es la patria, pero todos debemos / ser dignos del antiguo juramento / que prestaron aquellos caballeros / de ser lo que ignoraban, argentinos, / de ser lo que serían por el hecho / de haber jurado en esa vieja casa. / Somos el porvenir de esos varones, / la justificación de aquellos muertos; / nuestro deber es la gloriosa carga / que a nuestra sombra legan esas sombras / que debemos salvar. Nadie es la patria, pero todos lo somos. / Arda en mi pecho y en el vuestro, incesante, / ese límpido fuego misterioso”.