La idea de recuperar el patrimonio histórico subterráneo de Berlín surgió hace 21 años, cuando un grupo de personas decidió que dejar morir ese legado no era justo con el pasado ni con el presente o con las futuras generaciones. Por eso crearon, en 1997, Berliner Unterwelten. Desde entonces, realizan exposiciones, recorridos y seminarios que han enriquecido la oferta a los interesados en la historia, y más, dan cuenta de todo lo sucedido para que nada de aquello se repita.
Los guías turísticos de Berlín lo repiten como un mantra: tras la Segunda Guerra Mundial el 80% de la ciudad quedó destruida. Resulta difícil imaginarlo. Hoy Berlín es una capital pujante y Alemania, uno de los países más prósperos de la Unión Europea. Sin embargo, no siempre fue así y, mucho menos, tras la Segunda Guerra. En 1947 Else Kirscher -judía alemana y exiliada durante el conflicto bélico- describía en una carta el reencuentro con su ciudad natal: "No es que aquí o allá haya una casa entera derruida, sino que hay kilómetros y kilómetros sin casa alguna: sólo escombros y más escombros; un paisaje irreconocible hasta para una berlinesa como yo, que he vivido cincuenta años en esta ciudad. Me encontraba perdida, y cada dos por tres tenía que preguntar (…) dónde estábamos o, mejor dicho, qué era lo que veíamos."
Así es que Berliner Unterwelten propone recorridos por la parte de Berlín que sobrevivió a la Guerra: sus subsuelos. A partir de ellos se conoce otra cara de la capital alemana y su historia. Una que lo lleva desde los refugios antiaéreos de la Segunda Guerra Mundial hasta las fugas en épocas del Muro que dividió al país. De hecho, las visitas funcionan -al igual que lo hace Berlín- como un recorrido por algunos de los hitos más importantes del siglo XX. Aunque, en este caso, la originalidad de la propuesta yace en su leit motiv: un paseo subterráneo y excelente data.
6 metros bajo tierra o más
Es un domingo cualquiera en Berlín. Frente a la parada de metro de Gesundbrunnen, en el barrio de Mitte, se extiende un parque con las postales propias de un espacio verde. Gente que corre, picnics, ciclistas, niños que juegan. Como cuando se mira el mar, desde la superficie es imposible adivinar lo que se esconde debajo.
Los tours de esta ONG que se fundó en 1997 no son aptos para cualquier tipo de viajero. Para empezar, la duración aproximada es de dos horas en las cuales, en todo momento, se está bajo tierra. Por lo tanto, claustrofóbicos mejor abstenerse. Sin embargo, si disfruta de la historia (y de los tours singulares) este recorrido es para usted. Asegúrese de llevar calzado cómodo y algo de abrigo: en el inframundo berlinés también hace frío y, a veces, hasta más que en la superficie, como advierten los guías antes de descender.
Mundos en tinieblas
La Segunda Guerra Mundial es un escenario imposible de evadir cuando se camina Berlín. En museos, visitas guiadas, edificios y recuerdos, las atrocidades de ese período histórico son una cicatriz en la capital alemana. Y los viajeros quieren saber. Conocer los detalles de ese lapso fantasmagórico y tristemente real. Uno de los tours propuestos por Berliner Unterwelten es el de "Mundos en tinieblas". Un recorrido por esta etapa desde la perspectiva civil.
En la estación de metro una puerta verde metálica pasa completamente inadvertida para las decenas de pasajeros que circulan a diario. Quién podría adivinar que en tiempos de guerra fue el umbral donde los ciudadanos corrían en la búsqueda desesperada de protección. La guía, una española en sus 40, aclara que no se trata de un búnker ya que no cumple con las condiciones. Este refugio antiaéreo fue, en un principio, una serie de locales comerciales aledaños a la estación de metro que la crisis de 1930 dejó en una obra inconclusa. Y que, durante el conflicto bélico, sería reutilizado con fines muy diferentes. Proteger a la población civil, en su mayoría mujeres y niños.
Los recorridos incluyen la torre antiaérea de Humboldthain, hoy cubierta con vegetación casi en su totalidad, así como bunkers anti atómicos, exposiciones permanentes y recuperación de bienes que, incluso, han servido para ayudar a víctimas del régimen nazi.
Muchos de los recorridos han sido acondicionados, recuperados y preparados para que el visitante comprenda cabalmente lo que sucedía bajo tierra.
El búnker de la Segunda Guerra Mundial en el metro, por ejemplo, tiene maletas, camas y otros objetos que sirven para contextualizar la tragedia de la guerra.
Los miembros de Berliner Unterwelten consideran que la "fascinación que producen los recorridos subterráneos se debe a que en la superficie Berlín siempre está cambiando, mientras que en el subsuelo se hallan especies de cápsulas del tiempo en estas estructuras abandonadas y olvidadas, por el resto, no por nosotros".
Cabe señalar que Berliner Unterwelten no sólo investiga y recupera tesoros ocultos bajo la capital alemana, sino que también reconstruye, escenifica y educa a quienes visitan sus tours. Es el caso del tour que recorre la estación de UBahn Gesundbrunnen, donde los viajeros y habitantes de la zona se refugiaban cuando sonaban las alarmas de ataques aéreos. El grupo recorre las estancias bien iluminadas y visita varias salas llenas de literas y de bancos. Hacia el final del recorrido viene la parte museística, donde se descubre el sistema de correo: telegramas enviados por medio de unos tubos bajo la ciudad, cuentan, y era la forma de establecer contactos seguros.
A partir de sus propias investigaciones, los expertos del grupo berlinés han conseguido reconstruir de forma bastante fiel las habitaciones donde los ciudadanos pasaban jornadas enteras esperando el fin de los ataques. Había sectores para madres con hijos, servicios higiénicos separados y otras instalaciones que, en ningún caso, podrían llamarse "comodidades". Buena parte de los hallazgos que han realizado los especialistas de Berliner Unterwelten se exponen al visitante. Así, máscaras antigases que han aparecido en sus expediciones bajo el suelo berlinés, son un testimonio.
También hay vitrinas con armas oxidadas y artículos creados con el ingenio de la escasez, como ollas realizadas a partir de cascos y tanto más que conmueve.
Como las visitas son bajo tierra, en terrenos que a veces han sufrido con los bombardeos, hay que ser muy cuidadosos. Por eso el uso de cascos y zapatos gruesos es obligatorio. En algunos sectores, las paredes o techos de los bunkers han cedido y es mejor mirar desde lejos, para no correr riesgos innecesarios, advierten en la web.
Otros recorridos
Aunque el Berlín subterráneo no se reduce a la Segunda Guerra Mundial, desde la organización también ofrecen otras visitas. Una de las propuestas ahonda en el Berlín de la Guerra Fría. Aquél donde una catástrofe nuclear era una amenaza inminente y donde estos antiguos refugios fueron reactivados. Mientras, otro de los tours explica los desesperados escapes de la Alemania Oriental en épocas del Muro.
El viajero ya está advertido: debajo de Berlín hay historia. Y una que merece la pena conocer.
Superficie: el muro que dividió el mundo
La madrugada del 13 de agosto de 1961 comenzaría a erigirse el polémico muro. La medida fue una decisión desesperada de la República Democrática Alemana que, frente a una creciente crisis económica, social y política, pretendía frenar el éxodo de ciudadanos que había comenzado en 1949 y, en aquel momento, ascendía a más de 2,5 millones de personas. Aunque la división alemana había comenzado a tejerse en el escenario de posguerra, de un día para el otro, la ciudad quedaría literalmente dividida y Berlín no volvería a ser la misma. Se daba así, formal inicio a la Guerra Fría, período que estaría definido por la confrontación entre la URSS -comunismo- y los Estados Unidos y sus amigos -capitalismo-. Hoy, una línea de adoquines sobre el suelo recorre el espacio que antaño fue ocupado por el Muro.
Bernauer Strasse. El Muro tendría una longitud aproximada de 160 kilómetros y en él, tristemente célebre sería la calle Bernauer, una poblada vía donde una de las veredas pertenecía al Este y la otra al Oeste. La arteria se convertiría en un punto de escape para vecinos que, sumidos en la desesperación, escapaban al lado Oeste poniendo escaleras o saltando desde las ventanas. Aunque el gobierno de la RDA no tardaría en refinar su sistema de control y las fachadas que miraban al oeste serían tapiadas y, más tarde, demolidas, incluida la Iglesia de la Reconciliación que fue destruida en 1985 y, en 2000, reconstruida.
En nuestros días, las paredes medianeras de los edificios reproducen gigantes fotografías donde se imprimen postales de ese entonces, como la del soldado del Ejército Popular Nacional, Conrad Schumann, que en el tercer día de construcción de la pared saltó el alambre de púa, convirtiéndose en el primer desertor del régimen. Mientras, un prado verde remplaza a la llamada 'franja de la muerte' -el área entre la pared interior y exterior del Muro- que era minuciosamente vigilada por los guardias de la RDA y lugar de muerte segura de los desesperados.
Frente al Memorial y Centro de Documentación del Muro de Berlín -que se ubica en la misma calle- persiste una torre de vigilancia que deja ver cómo eran las férreas fronteras. Reúne además fotos, videos y testimonios de individuos que vivieron en primera persona aquella pared.
East Side Gallery. El 9 de noviembre de 1989, sumida en una crisis económica y social insostenible, la RDA anunciaba que abriría sus fronteras con
Berlín Occidental. La multitud no se hizo esperar y a ambos lados de la muralla las personas se aglutinaron en los puestos fronterizos al grito de "Somos Un Pueblo" y así, tras 28 años, se sintieron libres. Artistas de diversos países hicieron con sus dibujos un memorial por la libertad. El East Side Gallery, a orillas del río Spree, se ha convertido en un paseo obligado para quienes visitan la capital alemana.