El diseñador Benito Fernández estuvo en la provincia de visita y, en un contexto de mujeres ávidas por su palabra y experiencia, el diseñador habló sobre diversos puntos de su carrera; pero antes dialogó con Estilo Moda sobre el profundo sentido de identidad y trabajo que implica la solidez de una marca, los grandes logros de su carrera, y los prejuicios que el público pudo llegar a tener en su momento, respecto a su impronta de creatividad y color; y también su apertura a otros segmentos diferentes a la alta costura.
“La idea es que con mi casi 30 años de trabajo y experiencia en el mundo de la moda pueda transmitir al público en general, lo que es mi marca hoy; pero por sobre todo, de qué manera la construí y cómo impactaron en ella diversos hechos y circunstancias que ampliaron mi modo de ver las cosas, de una forma liberada de prejuicios”, apunta entusiasmado en un gran sillón de la bodega, con aire relajado y reflexivo.
Con un perfil bajo (en cuanto a cualquier tipo de escándalo mediático) y alto, respecto a su presencia profesional en los medios, además de ser el diseñador de las figuras más importantes a nivel nacional e internacional (viste a la reina Máxima Zorreguieta, a “Violeta”, Tini Stoessel y Valeria Mazza, entre otras figuras) la carrera de Benito Fernández fue ‘in crescendo’, producto de su mirada libre de preconceptos.
El background de su historia cuenta que nació en Villa Urquiza y que durante los primeros años tuvo un circuito que define él mismo como acotado: “Jugar a la pelota, los carnavales, la fogata de San Pedro y San Pablo. Sin embargo, la suerte cambiaría cuando cumplidos sus ocho años, su papá tuvo un buen momento laboral que lo posicionó económicamente. “Mi padre era médico, se dedicó a la construcción y tuvo un crecimiento económico muy grande y repentino. Pasamos de un barrio tranquilo, al club más sofisticado de la Argentina, de un límite de esquina a esquina, a un lugar donde tenían equitación, polo, golf, y todo tipo de cosas que no sabía ni que existían”, relata.
- ¿Supiste desde siempre que querías ser diseñador?
- No. Darme cuenta de que me gustaba este mundo fue un descubrimiento tardío porque antes no existía la carrera de diseño en Buenos Aires, y me encontré estudiando Derecho mientras tanto. Luego dejé y empecé moldería, corte y dibujo, y más tarde me fui a París, a la “París American Academy” por dos años. Abrí mi boutique en el ‘86. Sacarme prejuicios de encima me hizo construir una carrera diferente, una familia, dos hijos divinos con una cabeza bien abierta y moderna. Mi marca no es algo que se dio de la noche a la mañana, sino que tuvo que ver con esta mirada a través del tiempo y las vivencias”.
- ¿Cómo se construye una marca como la tuya en donde pasaste de la alta costura al prêt-à-porter, y hasta al lanzamiento de productos nuevos como tu perfume?
- Se hace paso a paso y con mucho trabajo. Son casi treinta años de carrera, y pensando no sólo en el hecho de “vender”, sino de encontrar un estilo propio, una imagen, un lugar a donde se quiere arribar. Se trata de cosas mucho más conceptuales, no sólo de hacer un escote divino, o un vestido impactante, sino de formas de vida y elecciones que hace uno para llegar a tener contenido y solidez, en la esencia de la propia marca.
- ¿Cómo creés que te percibe el público?
- Mi marca se lee muy bien. Se sabe que tiene que ver con los colores, las estampas, las mezclas de estampados, y una impronta muy fresca vinculada a la modernidad. Y lo mejor de todo, es que esas características y ese espíritu que la definen, también han sido bajados a un montón de mis productos.
- ¿Qué ha sido lo más complejo en ese proceso de construcción del sello de autor?
- Tener una identidad propia y, sobre todo, el hecho de luchar contra los prejuicios. Los argentinos somos muy prejuiciosos, y traté de lidiar con eso de la mejor manera. No fue sencillo.
- ¿Alguna situación puntual que te haya dolido en este sentido?
- Sí. De hecho se dio una especie de “escándalo” con un vestido de mi colección “Etnia”, lucido en la premiación de los Martín Fierro de 2009, por Natalia Lobo. Fue muy criticado, y encima a quince días de presentar mi colección en el Fashion Week de New York. Decían que el color no podía ser elegante, que era un disfraz... ¿Qué somos nosotros? ¡Color! ¡Intensidad! No somos más europeos, sino latinos.
Tenemos mujeres bellísimas, textiles divinos, mixturas increíbles... Después vino la expresión de color y todo estuvo buenísimo: me fue muy bien en el Fashion Week de New York. Incluso Patricia Field (vestuarista) me pidió ropa para “Sex and The City 2” y “Ugly Bett”.
Mi marca es una identidad latina, de color, y en ese momento me mataron, no estuvo bueno.
- ¿Por qué pensás que sucedió esto?
- Considero que tenemos una estructura en donde no confiamos en nosotros mismos. Lo europeo era supuestamente siempre lo elegante, a diferencia de lo nuestro. Se nos decía que el gris y el negro eran lo de más prestancia, y pensar en la conjunción del amarillo con el fucsia y el turquesa era “imposible”, cuando en realidad nuestras raíces tienen que ver con el color, sin dejar por ello de ser “elegantes” y estar impecables.
- ¿Te dolieron las críticas o las pasaste por alto?
- Definitivamente me dolieron porque venían de mi país, y más, porque me pasó 15 días antes de presentarme en la pasarela más importante del mundo. Es complejo, pero me parece que lo fundamental es la convicción que uno tiene sobre su trabajo, a dónde quiere ir, y lo que elige. En mi vida privada, y en la profesional, siempre han sido muy importantes las elecciones que hice desde lo que consideré que estaba bien hecho, y por dónde deseaba ir. En mi carrera corrí muchos riesgos, y si bien mi país me ayudó un montón, hubo tiempos duros y me arriesgué por lo que creía, y lo sigo haciendo.
- Contame alguno de esos riesgos.
- Cuando hice la primera remera para un supermercado fui criticado porque: “¿cómo un diseñador de alta costura iba a terminar haciendo indumentaria para un súper, un banco, o una tarjeta?”; o: “¿Cómo va a vestir a Tini Stoessel, si diseña para la reina de Holanda?”. Prejuicios a los que no les di cabida. Venía de la alta costura, pasé al prêt á porter y hoy mi carrera se sustenta en estar más cerca de la gente: lanzar mi primer perfume, participar de un aviso de un desodorante de ambientes o diseñar prendas de venta masiva. Me gusta la moda desde lo social.
- ¿Cómo te llevás con las críticas entre colegas?
- No quiero ser soberbio en esto, pero es algo que nunca me preocupó, porque los colegas entendiblemente son competidores; y, algunos amigos: como en todas las profesiones. Lo que sí me dolía era el prejuicio de la gente en general. Estoy de acuerdo con que mi ropa no le guste a todo el mundo, pero que el prejuicio hiciera pensar que los colores en la alta costura, o lo latino, no pueden verse elegantes es un punto que en su momento no me hizo sentir bien. Luego, al abrirse la mirada de la gente, esto cambió. Imaginate que estoy vistiendo a la reina más mirada del mundo, con colores vibrantes sin prurito alguno.
- ¿Cuál es la mirada que, sentís, se debería tener para apreciar a la moda en un sentido más profundo?
- Hoy la gente se dio cuenta de que la moda no se trata de un color, remera o formato. En la actualidad, mi marca te puede gustar o no, pero tiene que ver con modernidad, la alegría, y buena onda. El público me percibe en la tele, en los diversos medios de comunicación e incluso en las redes, y ya no se trata de mostrarle o decirle si un vestido es “lindo” o no. La gente quiere ver el combo, cómo es tu cabeza, cómo soy con mi familia, y el contenido que tengo en mi sello. Por eso las grandes firmas de empresas de diversos rubros me buscan.
- En tu perspectiva del universo fashion sostenés que la moda está en la calle...
- Tal cual.Vengo de la alta costura pero me di cuenta de que la misma no estaba generando lo que a mí me gustaba, no estaba en contacto con la gente, ni tenía que ver con la realidad del país ni del mundo. Sí era un nicho hermoso, interesante y generador de muchas situaciones, pero se había alejado de la gente. Ahí fue cuando empecé a moverme, a abrirme a nuevas experiencias, como la televisión, y a hacer mi marca también de prêt-à-porter, y muchas alternativas y productos más. Hasta los ‘80 se trató de alta costura, luego vino el prêt-à-porter, y ahora los coolhunters y blogs de moda, con chicas que se fotografían en la calle con outfits increíbles. La verdad es que hoy estar lejos de la calle es estar fuera del mundo. Tenés que estar conectado con lo que sucede afuera. Todo es un gran aprendizaje, y como no soy prejuicioso y siempre traté de vencer esas barreras en mi interior, es que siento que logro el contenido en lo que hago y amo.
- ¿Qué te dicen tus hijos?
- Me apoyan. Lucas tiene 27 y Marina 21, son grandes y somos bastante unidos, aunque a veces pensemos distinto. Marina está haciendo su carrera de diseño, y tratamos siempre de crecer como individualidades aunque sea difícil.
- ¿Cómo es vestir a Tini, "Violeta", la figura número 16 en el ranking de adolescentes de mayor influencia mundial?
- Es genial. Hablamos mucho y trato de interpretar lo que necesita. Es una mezcla de mujer híper femenina, fresca y alegre, a la vez también rockera y pop. Una mixtura seductora para diseñar. Hay muy buena química entre los dos y la verdad es que nos divertimos mucho, porque de eso se trata la moda, de divertirse, con respeto y trabajo, pero de divertirse siempre.
- ¿Por qué pensás que el outfit que le hiciste fue tan criticado para los Martín Fierro del año pasado?
- Creo que fue por lo mismo de siempre, el prejuicio. Como justo la premiación se hizo en el Teatro Colón y Tini apareció como la figura más brillante de la noche, con un short y vestido largo, quizá para algunos resultó un diseño irreverente para el lugar, cuando en realidad el vestido se hizo con mucho respeto y trabajo, sin menospreciar ni al Teatro, ni el premio. Estábamos seguros de lo que estábamos haciendo con una chica de 16 años recién cumplidos. Hay que aprender a ver las cosas desde otros ángulos, sino te quedás con una mirada empobrecida.