Mendoza acaba de elegir nuevo gobernador en un proceso electoral totalmente alejado del calendario nacional, que tiene como punto culminante las PASO y las generales para que la ciudadanía determine quién será el futuro presidente de la Argentina.
La elección local del domingo pasado, adelantada de las fechas eleccionarias nacionales, tuvo la particularidad de que fue programada por el gobierno provincial bajo la fuerte presión de cuadros dirigenciales de su propio espacio, que a principios de año veían inconveniente la simultaneidad de fechas con la Nación por cuestiones de imagen pública.
La decisión fue tomada por el peronismo mendocino aun sabiendo que la intención de voto aquí era bastante baja, según la valoración regular o mala que gran parte de la ciudadanía local tenía ya de la gestión encabezada por el doctor Francisco Pérez.
Los resultados de esta convocatoria a las urnas confirmaron que, en un escenario de polarización al que condujo la conformación de un amplio frente electoral opositor al oficialismo local, la preferencia mayoritaria de la gente fue por la opción de una alternancia democrática, tendencia que también quedó muy bien reflejada en la mayoría de los departamentos.
No es la primera vez en más de 30 años de democracia que en Mendoza se convoca a elecciones provinciales en una fecha diferente a las nacionales, pero casi siempre, como ahora, esa decisión obedeció más a especulaciones políticas por lo general basadas en el oportunismo.
En la reciente elección los hechos demostraron que la noción de oportunismo que tuvieron el Gobierno y los dirigentes del justicialismo mendocino fue bastante desacertada para ellos. Y en los replanteos y críticas que comienzan a aflorar en el ámbito del oficialismo ya se comenta que, según lo que marcan encuestas nacionales y locales con respecto a la imagen presidencial, las chances electorales del Frente para la Victoria podrían haberse potenciado si la elección hubiera sido coincidente con el calendario electoral nacional (PASO en agosto y generales en octubre).
En más de una oportunidad se ha señalado desde este espacio que la dirigencia mendocina tiene como gran deuda con la ciudadanía el debate serio de una reforma política integral que tienda a una superior calidad institucional.
La decisión unánime de apostar por las primarias abiertas fue un avance que se materializó con la primera convocatoria a las PASO, realizada en abril; sólo habrá que pulir detalles en la legislación vigente para que en la próxima convocatoria se corrijan algunos excesos o desajustes que se advirtieron el día de la votación.
Cabe también definir en algún momento si el voto electrónico o la denominada boleta única pueden implementarse para que el mecanismo de elección sea más claro y explícito.
Dentro de ese abanico de exigencias y necesidades se debe incluir el tema del desdoblamiento electoral definitivo, totalmente apartado de las especulaciones políticas aludidas y que se pusieron de manifiesto en la reciente convocatoria a las urnas.
Se debe tomar el ejemplo de otras provincias, varias de ellas de fuerte caudal electoral e influencia política y económica en el país, que van sistematizando esta modalidad con resultados interesantes en cuanto a la priorización del voto con mirada local; la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe sirven como ejemplos.
Sería oportuno que en el marco de la búsqueda de consensos que encararon en estos días el gobernador de la Provincia y su sucesor se pudiera acordar una normativa legal que defina y establezca para siempre un calendario electoral provincial propio, pensado para que los mendocinos elijan siempre priorizando la realidad local.
