En el año en curso se conmemorará el Bicentenario del Paso a la Inmortalidad del General Manuel José Joaquín del Sagrado Corazón de Jesús Belgrano, creador de nuestra enseña patria.
Las efemérides belgranianas están tamizadas de acontecimientos, pero la que ahora nos convoca es la del 20 de junio de 1820, cuando a las 7 de la mañana el ilustre abogado y militar entregaba su alma a Dios, a los 50 años de edad.
Una fecha crucial que tiene que ser evocada por todos los argentinos y que debe contribuir a la unión de los habitantes de este suelo.
Los actos para evocar la partida del prócer ya están en plena preparación en organismos del Estado nacional, en las provincias, especialmente en el norte argentino por el hecho histórico que se conoce como el “Éxodo Jujeño”, y naturalmente también tendrá trascendencia en nuestra provincia, a través de entidades públicas y privadas, entre otras el Instituto Belgraniano de Mendoza y la Junta de Estudios Históricos de Mendoza, y en las escuelas mendocinas.
La Academia Nacional de la Historia de la Argentina, siguiendo con una tradición de más de medio siglo de realizar congresos de gran relevancia y con la participación de diversas provincias, estará presente en este aniversario. Para ello ha dispuesto la realización de un Congreso Nacional acerca de quien fue uno de los más grandes héroes argentinos, que tendrá lugar en la ciudad de Rosario, donde el prócer alzó por vez primera la bandera celeste y blanca.
Los ejes principales que se abordarán tendrán en cuenta al hombre, a su tiempo y a su legado.
Muchas facetas deben rescatarse del miembro de la Primera Junta de Gobierno, ciudadano de formación académica, de armas y gestión pública, que ocupa un sitial al lado del otro Padre de la Patria, el General José Francisco de San Martín.
Lo evocamos, entre otros aspectos, por su participación en la defensa de Buenos Aires en las invasiones inglesas (1806-1807), más tarde en la Revolución de Mayo y las misiones del norte, donde el hombre de leyes, el economista y el escritor queda convertido en improvisado militar, pese a lo cual encaró su misión con una dignidad, un heroísmo e incluso una pericia notable surgida de su amor a la patria, ese amor que a veces obliga moralmente a hacer cosas que uno nunca pensó hacer.
Luego vendrá su misión de comando del Ejército del Norte y del Perú, su participación en la Declaración de la Independencia, siendo uno de los firmantes del acta en Tucumán, en la que agregó de motu propio que el país que surgía no debía estar “bajo ninguna dominación extranjera”.
No se pueden olvidar sus triunfos y derrotas en el campo de batalla, su amistad con San Martín y las medidas y disposiciones creadas por él para la transformación de una nación en sus albores.
Aunque nunca estuvo en Mendoza, la provincia tiene una gran devoción por este argentino humilde y grande, que murió en la pobreza, al punto que en su lecho de muerte entregó su reloj de oro al médico escocés que lo atendía.
Se podrá ver en muchos papeles públicos, de municipalidades (como la de Maipú) y de otras reparticiones, la leyenda Año del General Belgrano.
Asimismo, sería interesante en adhesión a la fecha que se recuerda, que surgiera algún compromiso entre el Gobierno y el Instituto Belgraniano local, que brega desde hace 13 años en pos de la materialización de una idea: que se construya en la provincia, preferentemente en el ámbito de la ciudad capital, un monumento a la bandera, que inclusive tiene un bosquejo elaborado por un conocido artista plástico. La grandeza del hombre que se evocará durante el año se merece el esfuerzo.
En síntesis, en momentos de grandes crisis es cuando más se necesita el recuerdo y el ejemplo de los grandes hombres para inspirarnos en ellos y sacar las mejores fuerzas, desde lo más profundo de nosotros mismos, para encarar los requerimientos exigidos en cada momento por la patria.