Un 20 de junio como hoy, pero de 1820, pasaba a la inmortalidad uno de los grandes fundadores de nuestra Patria, luego de una vida dedicada por entero a la gloriosa épica de la forja de un país libre en medio de las más tremendas de las dificultades.
Manuel Belgrano, el economista, el jurista, el educador, incluso el militar por necesidad histórica, fallecía inmensamente pobre pese a haber pertenecido a una familia muy acomodada. Los documentos recuerdan que ni siquiera tenía dinero para abonarle los servicios al médico que le dio sus últimas atenciones, haciéndole ofrenda de un reloj, uno de los pocos objetos que poseía.
Casi como un símbolo del aciago destino, a la pobreza del prócer en su postrer agonía, se le sumaba -ese 20 de junio de 1820- la caída abismal del país en la más feroz anarquía. País al cual el hombre que ese día moría había ofrendado su vida entera. Un triste indicador que de allí en más, las divisiones nacionales se prolongarían por décadas (si es que alguna vez se detendrían), impidiendo que Belgrano pudiera en su último suspiro disfrutar el resultado de su obra independentista. Es que el enemigo ya no era aquel contra el que el creador de la bandera había luchado, sino que se había instalado dentro de nosotros mismos, en nuestra tendencia a la política de facción, a la inmensa dificultad que aún hoy nos persigue de poder alcanzar los mínimos esbozos de la unidad nacional que forja los grandes países.
No obstante, pese a eso, la gesta de Manuel Belgrano, junto a José de San Martín y otros grandes prohombres, sigue siendo la única inspiración posible para que algún día los argentinos nos reconciliemos definitivamente entre nosotros mismos y honremos con nuestras conductas las hidalgas y heroicas entregas vitales de nuestros padres fundadores.
Es que la grandeza de la misión emprendida por ellos sigue siendo infinita, portadora de los más grandes valores de la argentinidad, lo que pese a nuestras divisiones, aún inconclusas, ejemplifica el único modelo posible de Patria, con mayúsculas.
La Bandera argentina fue la tela convertida en símbolo glorioso de una lucha desigual en cantidad, pero que se pudo ganar por la gigantesca calificación del espíritu que caracterizó a los patriotas de la guerra independentista.
San Martín estuvo preparado desde siempre para aplicar su genio desde la actividad militar, que conocía como pocos. A la vez, más allá de la técnica, nunca dejó de sostener el ideal que lo motivó desde sus orígenes: el de liberar su patria de la opresión extranjera pero sin negar lo mejor de la España contra la que debimos combatir. Terminar con las cadenas pero no con los valores heredados de la cultura originaria, tras la extraordinaria meta de una síntesis superadora en ésta, la tierra de la libertad.
Belgrano compartió los ideales sanmartinianos pero no era un militar profesional, lo cual no es sino un elemento más para su mayor honra porque, preparado para otros menesteres civiles, debió empuñar las armas y combatir con sus limitaciones técnicas, a las cuales suplió con una voluntad descomunal y un patriotismo a prueba de todas las armas enemigas. Ganó y perdió batallas pero no hubo lugar por donde pasó en el cual no instaló el aura definitiva de la libertad, incluso cuando debió conducir el éxodo de un pueblo entero, en una gesta de resonancias bíblicas.
Sin embargo, más allá de esa necesidad que la Patria en ciernes le impuso, no dejó don Manuel tarea por acometer, desde lo jurídico hasta lo periodístico, para marcar bajo el fuego de las palabras los fundamentos de la nueva nación.
Pero, por encima de todo, como si fuera un antecedente crucial del gran Sarmiento, quizá su vocación más sentida fue la de la educación, la de proveer a las generaciones nacidas bajo el cielo de la nueva patria los elementos intelectuales, culturales y morales con los cuales validar la independencia y profundizarla cada vez con mayor fortaleza espiritual.
La Patria hoy honra a un ser excepcional, el cual, además, debería inspirar las conductas que seguimos necesitando si queremos algún día alcanzar la grandeza por la cual Belgrano dio la vida y que en gran medida aún le seguimos debiendo.