He pasado la mayor parte de mi carrera cubriendo la política del Oriente Medio. Siempre he pensado que es un campo único pero, en las últimas semanas, he sentido que eso me ha dado una gran ventaja para explicar la política estadounidense.
Verá usted, resulta que todos estos años hablando de sunnitas y chiitas, israelíes y palestinos, conflictos tribales y Partidos de Dios han sido la mejor preparación para cubrir la política de Washington actual y en particular la Fiesta del Té. En serio, tenemos una mejor idea de lo que es la política estadounidense actual leyendo "Lawrence de Arabia" que los Documentos Federalistas. Y esto no es nada bueno.
Déjenme empezar recordando una columna que escribí recientemente en Kansas, en la que hablaba del paralelismo del monocultivo y policultivo en la naturaleza y la política.
Empezaba con el científico Wes Jackson, presidente del Instituto de la Tierra, quien explicó que la pradera era un ambiente muy diverso, con un ecosistema complejo que apoyaba naturalmente todo tipo de fauna, hasta que los colonos europeos empezaron a labrarla y cubrirla de granjas de cultivo de una sola especie, sobre todo trigo, maíz y soja.
Hoy en día, señalaba Jackson, usamos combustibles fósiles de alta densidad -en forma de tractores con motor de gasolina, pesticidas y fertilizantes- para sostener cultivos anuales de una sola especie que son más susceptibles a las enfermedades y están agotando la capa superficial del suelo rica en nutrientes y que es la base de la vida en la pradera. Durante los años de la gran sequía, en los treinta, señaló Jackson, los monocultivos murieron pero la pradera, con su ecosistema diverso, sobrevivió.
Lo que está sucediendo en el mundo árabe actual, decía yo, es un movimiento implacable, también basado en combustibles fósiles, hacia los monocultivos. Es Al Qaeda tratando de "purificar" la península Arábiga, son los chiitas y sunnitas, financiados con dinero del petróleo, tratando de exterminar al otro en Irak, Siria y Líbano.
Mientras más monoculturales se convierten estas sociedades, menos ideas nuevas producen y más susceptibles están a las enfermizas teorías de la conspiración y a las ideologías extremistas. No es por accidente que la edad dorada del mundo árabe y musulmán haya ocurrido cuando era una cultura diversa, del siglo VIII al XIII.
Lo mismo podría decirse del Partido Republicano de Estados Unidos en la actualidad. Los conservadores de la Fiesta del Té, financiados por los hermanos Koch y otros donadores ricos gracias al combustible fósil, están tratando de borrar hasta el último vestigio que quede de la cultura diversa del Partido Republicano y convertirla en una cultura uniforme.
Cuando los republicanos del Senado hace dos semanas, presentaron su propuesta de compromiso para acabar con el cierre del gobierno, Tim Huelskamp, representante de la Fiesta del Té por Kansas, advirtió que "cualquiera que vote en favor de ese compromiso en la Cámara de Representantes prácticamente estará garantizando que tendrá un contendiente" de la Fiesta del Té en las próximas elecciones. En pocas palabras, la diversidad republicana se borraría en favor de un monocultivo.
Cuando el Partido Republicano era más bien un policultivo, nos dio ideas tan diversas como la ley de aire limpio (con Richard Nixon), un audaz control de armas nucleares (Ronald Reagan), topes e intercambios para controlar la lluvia ácida (George H.W. Bush) y un plan de seguro médico dictado por las leyes del mercado (cuando Mitt Romney fue gobernador de Massachusetts).
La depuración que está en marcha a cargo de los ultraconservadores fundamentalistas financiados por el petróleo va a acabar con el Partido Republicano de seguir así. Va a borrar toda su "capa superficial", todos sus nutrientes ricos, advierte el ambientalista Hal Harvey.
Esto es, a menos que el Partido Republicano pueda evitar otra lección de política del Oriente Medio: los extremistas llegan hasta el final y los moderados abandonan la carrera. Ya que el débil presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, y el líder de la mayoría republicana, Eric Cantor, tienen que pasársela apaciguando a los extremistas de la Fiesta del Té, no es de sorprender que el partido se haya despeñado y que haya estado a punto de arrastrar consigo al país.
Pero hay otra lección que he aprendido del Oriente Medio: no basta con evitar que los extremistas emprendan acciones extremas. Hay que seguir y derribar también sus ideas. Después de los atentados de 2001, los gobiernos árabes estuvieron más dispuestos a arrestar a los fundamentalistas violentos.
Pero hubo muy pocos países que realmente estuvieron dispuestos a seguir y derribar sus ideas en público y ofrecer alternativas moderadas. Sólo los musulmanes moderados pueden tumbar a los musulmanes extremistas. Solo los conservadores moderados podrán tumbar a los extremistas de la Fiesta del Té.
Es sorprendente que el ala de la Fiesta del Té del Partido Republicano haya adoptado las tácticas del Partido de Dios, mejor conocido como Hezbolá. Durante años, los chiitas del Líbano estuvieron representados por el partido Amal. Pero en los años ochenta, a raíz del enfrentamiento con Israel surgió una milicia chiita radical: el Hezbolá.
Bajo la dirección de Hassan Nasrallah, el Hezbolá empezó a contender por escaños en el parlamento libanés en 1992 para cambiar de táctica. Pero seguía negándose a entregar sus armas al ejército libanés, alegando que las necesitaba para la "resistencia" ante Israel. A fin de cuentas, el Hezbolá pudo ganar una minoría de asientos pero ahora usa sus armas y a sus aliados pro-sirios en el parlamento para bloquear cualquier medida que no le guste.
Como me dijo Hanin Ghaddar, escritor chiita libanés que publica NowLebanon.com: "La regla del Hezbolá es ésta: Si ganamos, gobernamos; si tú ganas, tú piensas que gobiernas pero nosotros haremos todo por obstaculizarte y después nosotros gobernaremos."
La Fiesta del Té no es un grupo terrorista. Tiene preocupaciones legítimas por la deuda, los empleos y el seguro médico.
Pero lo que no fue legítimo es la línea que cruzó. En lugar de convencer a una mayoría de estadounidenses de que sus políticas son correctas y ganar las elecciones para promulgar las leyes que busca -lo cual es la esencia de nuestro sistema democrático-, la Fiesta del Té amenazó con socavar la nota crediticia de nuestro país si los demócratas no aceptaban retirarle el financiamiento a la ley de seguro médico.
De haber dado resultado esa táctica de fuerza, hubiera significado que las leyes promulgadas conforme a la Constitución podrían anularse si hay una minoría empeñada en oponérseles. En ese caso, tendríamos a un Líbano en el Potomac.
Y esto nos lleva a nuestro último paralelismo. El Hezbolá lanzó en 2006 una guerra contra Israel sin saber cómo iba a terminarla. De hecho no importaba si la ganaba o la perdía. Lo único que importaba era que "había opuesto resistencia a los sionistas". El lema no explícito del Hezbolá es "Me opongo, luego existo".
A principios de esa guerra en 2006, Nasrallah se jactó de la "victoria estratégica e histórica" del Hezbolá por mantener a Israel en un empate. Pero, a fin de cuentas, Israel les asestó un golpe devastador a los barrios dominados por el Hezbolá y a la infraestructura del Líbano. Una vez disipada la humareda, Nasrallah admitió que había sido un error.
La Fiesta del Té empezó esta guerra contra la ley del seguro médico sin ninguna posibilidad de éxito y sin tener idea de cómo terminarla, sus miembros embriagados por la autoimagen de la "resistencia" heroica.
Y al igual que Nasrallah, el senador texano Ted Cruz se dedicó al pensamiento mágico declarando que la votación en la Cámara de Representantes para retirarle el financiamiento a la ley de seguro médico había sido una "notable victoria", pese a que fue rechazada en el Senado. Pero la mayoría de sus colegas republicanos no se la creen y ven ruinas por doquier.
Si de esta crisis no resulta más que el hecho de que estas tácticas copiadas del Hezbolá queden desacreditadas en la política de Estados Unidos, entonces habrá valido la pena el dolor de las últimas semanas.
De Beirut a Washington
Similitudes entre los extremistas republicanos del “Tea Party” en los Estados Unidos con los fundamentalistas islámicos.
Lo Más Destacado