Camila fue la nena que se transformó en el símbolo de lucha por la ley de muerte digna. Su penoso caso trascendió por los medios a fines de 2011, tras el pedido desesperado de su madre, Selva Herbón, para que le permitieran desconectarla del respirador que la mantenía con vida, a pesar de un cuadro irreversible.
La niña tuvo un problema en el parto (falta de oxígeno y paro cardiorrespiratorio del cual salió después de 20 minutos de reanimación) y las secuelas fueron tremendas: el daño cerebral nunca permitió que Camila pudiera ver, oír, hablar, sentir o moverse. Así vivió 3 años en la cama de un hospital, hasta que su madre, Selva Hebrón, decidió hacer público su pedido: dejarla morir en paz.
El caso aceleró el debate legislativo y la Ley de Derechos del Paciente 26.529 (o de "muerte digna") se aprobó finalmente el 9 de mayo de 2012.
De ella se valieron los jueces de Neuquén que hace pocos días fallaron a favor de la familia de Marcelo Diez, en estado vegetativo desde hace 19 años, que había solicitado que se le retirara la asistencia médica que lo mantiene con vida.
Marcelo Diez sufrió un accidente en moto en 1994 y desde ese momento está en coma.
Su caso tuvo repercusión nacional y llevó a que el obispo de Neuquén, monseñor Virginio Bressanelli, rechazara la aplicación de la muerte digna a este paciente y pidiera a los familiares del joven que lo dejen "a su cuidado" y de la institución donde permanece internado.
"No corresponde a la verdad decir que se le esté dando un tratamiento desproporcionado o de ensañamiento terapéutico. Lo único que se le brinda es el sostén vital básico que no se le puede negar a ningún ser humano: alimentación e hidratación por vía enteral, higienización, afecto y asistencia espiritual", dijo el obispo.
