Por Victoria Navicelli
En la vida de Beatriz Plana, la música está presente en todo momento. Los sonidos escuchados por ella desde pequeña, marcaron el camino a seguir. Aquellos conciertos en la Bodega Arizu, despertaron en Beti la pasión por el arte musical y su sinfín de interpretaciones. Su labor parece abrirse entre raíces de un mismo árbol: la música latinoamericana. Docente, investigadora y artista; tres mundos que se conectan y alimentan dando paso a una mujer sensible y talentosa.
Repasando un poco sus pasos, se formó en la Facultad de Artes y Diseño, de la UNCuyo. Vivió en Buenos Aires, donde continuó con sus estudios. Viajó por Europa difundiendo su pasión hasta integrar el grupo "Maíz", "hacíamos un estilo que tenía que ver con las herramientas de la música de cámara y la melodía contemporánea, pero con raíz de la música folclórica. Lo llamábamos folclore imaginario, que fue un concepto de un músico húngaro". Durante aquellos años, conoció a quien hasta hoy la acompaña y apoya: Leopoldo "Polo" Martí. Con el tiempo, decidieron regresar a Mendoza, compartiendo escenarios con el famoso Dúo Plana-Martí. Dupla que editó tres discos y representó un desprendimiento de Maíz.
A su regreso a la provincia, concursó en la casa de altos estudios que la vio crecer. Hoy, Beti es profesora en la cátedra de Flauta de la Facultad de Artes y Diseño de la UNCuyo. Desde hace 30 años imparte clases y forma a los amantes de este instrumento quienes, según la artista "se han transformado en hermosos profesionales". Este espacio "ha sido de gran crecimiento personal, además pertenecer a la universidad pública es un condimento muy fuerte", ya que no solo la formó, sino que ahora es el lugar donde hace eco de su pasión, contagiando a otros.
La música… Es la medicina del alma, acompaña, sana y es un juego. Ocupa un espacio importante en la vida de las personas.
Mujer inquieta y comprometida con el arte, también integra la Orquesta Filarmónica de Mendoza como primera flauta; organismo que le infla el pecho, llenándola de orgullo. Para Beatriz, este es un "gran instrumento colectivo y un hermoso lugar para hacer obras de la música universal. Y, también, el contacto con el público mendocino". Con este increíble equipo de trabajo, destaca el viaje por los departamentos, así como las temporadas en el teatro y los conciertos didácticos.
Otro camino, es la investigación de la música contemporánea latinoamericana para flauta, tarea que realiza desde 1996. "Me atrapa saber que hay compositores latinoamericanos que se han dedicado a escribir para la flauta. Y a partir de ese camino en la investigación, he tenido la oportunidad de conocer a muchos compositores que se han dedicado a estrenar obras y difundirlas en ámbitos académicos y populares".
Y, como no hablar de su vida artística. De los mundos que la integran, surgieron tres discos: el primero es el resultado de esas primeras investigaciones que terminaron siendo una tesis de maestría de interpretación de música Latinoamérica, de la UNCuyo. El segundo, se dedica a la obra para flauta de un compositor mexicano, Mario Lavista. El último, una nueva cosecha que confluye en "Sola Flauta Sola", obra que reúne composiciones de autores latinoamericanos y otras que fueron compuestas exclusivamente para ese disco. Trabajo que la llevó a estar nominada en la vigésima edición de los premios Gardel.
¿Cómo fue que te acercaste al mundo de la música?
He pasado mi vida tocando este instrumento. Comencé a los diez años y, aún sigo estudiando. Mi mamá me llevaba a los conciertos de la orquesta, en la Bodega Arizu. Era un escenario hermoso, yo era pequeña cuando íbamos a ver a la orquesta hacer los conciertos entre los toneles. Era mágico lo que se vivía ahí. El mundo de la orquesta, me atrapó. Ahí empecé a estudiar la flauta… hasta hoy. Los músicos somos unos eternos estudiantes. Ese estado es muy bello.
Y la pasión por los instrumentos de viento, ¿cómo nació?
Mientras Beti intenta ponerle palabras a su conexión con este instrumento, un brillo invade sus ojos y, al fin brotan las palabras: “No me imagino la vida de otra manera”. Si bien disfruto de la flauta, si volviera a nacer incursionaría en las cuerdas, porque, no alcanza una vida para estudiar el arte de la música, si uno quiere hacerlo con amor y compromiso.
¿Cuál es tu sello personal como artista? Eso que caracteriza y marca tu estilo.
Pienso la música desde un lugar en donde no existen las fronteras. A partir de mi perfil, lo que hago es interpretar obras que otros crearon y ponerle mi propia voz, con el absoluto respeto al texto original. A lo que yo he dedicado la vida es a afinar esa voz, en mi caso el sonido de la flauta. Para lograr esa conexión eterna conmigo misma, con la conciencia corporal, la técnica del instrumento y la búsqueda claramente musical. Ahí es donde imagino y vivo la música, desde un lugar donde no existen las fronteras.
Ese es mi sello, mi modo de ver el mundo. Un modo en el que el arte se ve y se vive sin límites, pero sí lo vivo desde Latinoamérica. Más allá de lo que yo recibí en mi formación, lo que busqué como artista tiene que ver con lo latinoamericano, la música de nuestra América.
¿Qué te inspira a la hora de hacer música?
Los artistas latinoamericanos me inspiran. La música de muchas culturas que nos completan y nos hacen ser latinoamericanos. Esos autores me iluminan. Siento como una gran responsabilidad la tarea de difundir la música de nuestra región.
¿Cómo fue la experiencia de los premios Gardel?
Fue muy bello sentir que desde Mendoza podemos hacer y estar a la altura de los escenarios de los Gardel. Fue un gran orgullo, no desde lo personal, sino desde el equipo de profesionales que participó del disco. Siempre he sido -y soy- amante de los trabajos en equipo, nada se hace solo, siempre se hace con el otro. En este caso, haber trabajado con Polo Martí, con Germán Quiroga, Luis Vidal fue fundamental. Esa fue la mirada en conjunto desde los Gardel: disfrutamos y festejamos haber llegado a la nominación. Lo viví con mucho orgullo también como mendocina.
¿Qué hay de especial en tu tercer disco?
Es un gran orgullo: se grabó completamente en Mendoza. Ese disco es todo un concepto que tiene que ver con una línea musical, en la producción musical que estuvo a cargo de Polo Martí y en el concepto visual, Germán Quiroga. Ambos hacen del disco un producto más allá del musical, que es lo que estuvimos buscando siempre a través de nuestros trabajos con el dúo Plana-Martí. Siempre buscamos que el disco sea un objeto de arte. Por un lado ese disco lo pudimos difundir gracias al sello “Los años luz disco”. Y, por otro, se pudo subir a diferentes plataformas digitales. Hoy en día puedo difundirlo más allá del disco físico.
Pienso la música desde un lugar en donde no existen las fronteras. Un modo en el que el arte se ve y se vive sin límites, pero sí lo vivo desde Latinoamérica.
¿Qué le depara a la música?
Es una réplica de lo que es la vida misma, la sociedad atendiendo a distintas necesidades. No me imagino un solo día sin la música: lo pienso desde ese nivel, como un elemento necesario. Es la medicina del alma, acompaña, sana y es un juego. Ocupa un espacio importante en la vida de las personas. Hay un circuito de difusión de la música que es la conexión con la gente, eso creo que son momentos únicos, porque quedan grabados en el alma.
¿Qué rol ocupa la mujer dentro de la industria musical?
Es muy importante la participación de la mujer. Está muy cercenado el espacio y existen muchos movimientos que trabajan de manera organizada para ocupar aquellos que, históricamente se le negaron a la mujer. Hay que instalar esa presencia visible, porque la presencia estuvo siempre, pero invisible... creo que ha llegado el momento. Y, vuelvo a los Gardel, me sentí muy orgullosa con todas las mujeres premiadas. No es nada fácil, la sociedad no lo hace fácil. Hay que estar atenta y solidarizarse con la otra.
¿Te sentís profeta en tu tierra?
Me siento una hacedora en mi tierra. Estoy muy agradecida con la provincia, me hace sentir muy bien vivir aquí. La sociedad es difícil, pero a nivel artístico y profesional he podido trabajar muchísimo y me ha dado mucha satisfacción. Vivir n Mendoza es lo suficientemente lejos para prescindir de Buenos Aires. Eso es algo de lo cual me nutro, pues aquí se puede generar muchas cosas y de gran calidad. Mendoza tiene mucho para decir, desde el arte.
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