Descrita como simpática, sociable y amante de los gatos, pero también como "una persona fríamente calculadora" para la cual la vida de los demás carecía de importancia, Beate Zschäpe constituye un enigma difícil de descifrar en un macrojuicio que ha ocupado a Alemania durante los últimos cinco años.
El perfil que conocidos e investigadores trazan de esta presunta terrorista neonazi, que conocerá este miércoles el veredicto en su contra, llega incluso a ser contradictorio. Zschäpe está acusada de sembrar el terror desde la clandestinidad y de asesinar entre el año 2000 y el 2007 a nueve junto a dos compañeros, ya fallecidos
"Soy una persona compasiva y he podido ver y sentir la angustia y la desesperación de los familiares (...) Me disculpo por el sufrimiento que causé", dijo en su alegato final, en el que también defendió su inocencia desvinculándose de los delitos que se le imputan como integrante de la célula neonazi NSU.
"Por favor, no me juzguen por lo que hicieron otros y por algo que yo no quería ni hice", agregó. Hija de madre soltera, nació en la extinta República Democrática Alemana (RDA) y fue criada por su abuela después de que su progenitora se desentendiese de su crianza.
Tras moverse en círculos de izquierda y punks durante su entrada en la adolescencia, con 17 años conoció al ultraderechista Uwe Mundlos, con quien inició una relación sentimental y se fue adentrando en el mundo neonazi y radicalizándose.
Testigos que declararon ante el tribunal de Múnich que juzga el caso indicaron que hasta que entró en contacto con el mencionado extremista de derecha jamás había mostrado un mínimo interés por la política.
Posteriormente, junto a Mundlos y al mejor amigo de éste, Uwe Böhnhardt, creó según los investigadores la célula Clandestinidad Nacionalsocialista (NSU, por sus siglas en alemán), considerada responsable de la ola de violencia ultraderechista más sangrienta ocurrida en Alemania desde la posguerra.
Bajo los alias de Susann Dienelt, Mandy Pohl o Bärbel Bucilowski, entre otros, la presunta terrorista comenzó con sus dos cómplices una vida clandestina que se prolongó durante casi 14 años y que la llevó a mudarse con frecuencia de domicilio.
Las autoridades también creen que ella, aunque quizás no asesinó directamente a las víctimas, sí se encargaba de elegirlas y vigilarlas. También entiende que la mujer fue quien alquiló el garaje en el que sus dos compañeros fabricaban bombas y que además de consumar varios atracos y de perpetrar un ataque bomba en Colonia contra el negocio de una familia iraní, prendió fuego a la vivienda en la que residía con sus compañeros fallecidos para destruir pruebas.
A sus 43 años, Beate Zschäpe se enfrenta a una pena de cadena perpetua. Desde noviembre de 2011 permanece en prisión provisional a la espera de ser juzgada.