Bauza y su dilema: la Selección o el club de amigos

Es hora de que el Patón tome decisiones de peso dentro del grupo o su autoridad como DT se resentirá. Si no lo hace, caminará en la cornisa.

Bauza y su dilema: la Selección o el club de amigos

Por Fabián Galdi, enviado especial a Córdoba.

Se le llama vintage a aquello que pertenece a una época anterior y que sobrevive a pesar de la antigüedad. No parece ser un término frecuente en el uso del lenguaje futbolero, pero sirve como metro patrón para explicar qué le pasó - pasa - a Edgardo Bauza en relación a su doble tarea como entrenador de la Selección: manejo grupal y puesta en práctica de un modelo de juego preparado para el nivel premium de la alta competencia. De ninguna manera puede calificarse al director técnico de un profesional quedado en tiempos históricos retro, pero tampoco puede obviarse que hay una necesidad imperiosa de que el producto de las ideas se asocie al tiempo en el cual vivimos. Ese aggiornamiento es imprescindible para no quedarnos prendados de la estética del cuadro de la abuela. Máxime cuando el hoy implica la generación de un ecosistema en el cual la variable cambios debe situarse en el plano de las prioridades. O el seleccionado argentino cambia...o se quedará sin jugar el próximo Mundial.

El Patón está trabajando en la transición de un plantel que necesita un recambio urgente. Puertas afueras, parece una verdad de perogrullo. Puertas adentro, hay que enfrentarse con escollos que implican la toma de decisiones sin anestesia. No será éste el primer caso de un grupo de futbolistas que por influencia y referencia se sitúa como aquello que en la jerga futbolística se denomina manejo del vestuario. Implica, ni más ni menos, que el poder real y no meramente nominal. Quienes integran esa corporación con tintes de logia suelen acoger a aquellos que están convencidos de por qué se acercan, tanto desde la convicción como también hasta de la sumisión. Igualmente, el círculo aúlico rechaza a quienes plantean diferencias aunque puedan tener razón en sus planteos. Una cuestión ligada con la mirada patriarcal propia del medioevo. En tiempos modernos significa: si te gusta, bien; si no, andate.

Alrededor de Lionel Messi se tejieron, tejen y tejerán historias de muy compleja posibilidad de quedar sostenidas con hechos verificables. Le pasaba a Diego Maradona, también, en su etapa de plenitud: había transformado a grandes amigos como Ramón Díaz y Daniel Passarella en enemigos íntimos. El narcisismo y la vanidad masculina ya se representaban en las fábulas de Esopo en la Antigua Grecia y alrededor de unos 2600 años atrás, aproximadamente. No es un hecho contemporáneo. Se tratan de comprender las causas que dan orígenes a estos fenómenos a través de la psicología y la sociología, pero las explicaciones giran alrededor de un mismo eje: la complejidad del ser humano. Y entonces es cuando talla la figura de un componedor de situaciones que pueden degenerar en un conflicto. Bauza sabe por qué lo llamaron a conducir el seleccionado. Sobre todo, por cómo lo hizo en experiencias anteriores cercanas en el tiempo, tales como en San Lorenzo y en Sao Paulo, donde dejó su impronta de figura referencial que supo diagnosticar tensiones y dar soluciones antes de que el control se le fuera de las manos.

Lo cierto es que la empatía en el eje Messi-Mascherano-Agüero-Higuain-Di María-Romero empieza a hallar grietas respecto de su validación como agrupamiento positivo que beneficie al conjunto en su totalidad. Los propios desniveles de rendimiento - absolutamente lógicos - se tapan con más y más minutos en cancha. Hasta quedó evidente cuando el cinco veces Balón de Oro anunció su renuncia a la Selección tras la final perdida ante Chile: el efecto dominó se prolongó en sus referencias cercanas, las cuales adoptaron una postura idéntica. Cuando el astro varió su posición, el resto acompañó la misma. Ergo: los seis en el campo de juego marcan que numéricamente constituyen la mitad más uno de la formación del equipo; fuera de la competencia, siguen manejando el plantel aunque vivan a miles de kilómetros de la Argentina.

Bauza se halla en el ojo de la tormenta. No se anima aún a hacer el corte, quizá midiendo el alcance de las consecuencias. Le pasó en el 'Kempes' cuando el apellido más coreado fue Dybala. Curioso: nunca se cantó por Messi, más allá de la ausencia. Sí se lo hacía en otros momentos y diferentes estadios del país por Maradona, aún cuando ya se encontraba retirado. Y el DT hasta pareció asumir una posición cercana a la demagógica: hizo ingresar a la Joya cordobesa pero aislada de Higuain, cuando en realidad los dos se asocian en la Juventus para potenciar el volumen de juego y concretarlo con goles.

Serán estas semanas, las que antecedan al duelo contra Brasil, un termómetro para medir la temperatura interna de la plantilla nacional. Si el entrenador no afronta que de él se está aguardando una definición en cuanto a métodos para tomar decisiones de peso, entonces la carga simbólica se diluirá en segundos si es que el resultado en el Mineirao es negativo. Encima, con la verde amarela puntera de las eliminatorias y con la necesidad de conseguir un triunfo contra el rival clásico para atenuar el efecto del 1-7 ante los alemanes en el mismo escenario en elque se produjo durante la pasada Copa del Mundo.

De Bauza hoy se espera que se ubique a la altura de las circunstancias. No se puede sostener porque sí a un club de amigos: es la Selección. Nuestra Selección.

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