El 1º de mayo la Fuerza Aérea Argentina conmemoró su bautismo de fuego. Esa instancia sacramental se cumplió en nuestra institución en 1982, en la heroica gesta de Malvinas.
Hoy también a 37 años, de aquel hito histórico, rendimos homenaje a la memoria de 55 de sus miembros, que junto a argentinos soldados del Ejército, la Armada, fuerzas de seguridad y civiles entregaron sus vidas, por recuperar la soberanía perdida del turboso suelo tan querido.
El homenaje alcanza a todos los ex-combatientes a quienes Dios concedió la gracia del reencuentro con sus familias.
En la desigual batalla, Argentina enfrentó a un poderoso adversario y muchos pueblos extranjeros celebraron nuestra valentía; otros, algunos de los cuales creíamos hermanos, fueron aliados del enemigo. Nuestra Patria sigue esperando el solemne gesto del pedido de perdón, que lave la mancha que cayó sobre la placa que ostenta el monumento al Cristo Redentor, que en 1904 se erigió como símbolo de fraterna amistad.
Por una especial consideración de reconocimiento y gratitud, surge inmediato el protagonismo del brigadier Ernesto Horacio Crespo, quien en la batalla aeronaval de Malvinas, como jefe de la Fuerza de Tareas Sur, desde Comodoro Rivadavia, condujo las operaciones aéreas, que causaron extraordinarios daños y pérdidas a la flota del Reino Unido, asombrando al mundo.
Como ejemplo, quedó para la historia la notable concepción multifacética del ataque al portaviones “Invencible” por la Escuadrilla “Zonda” de 4 aviones A-4C de la IV Brigada Aérea, con participación asociada de aviones Súper Etendart de la Armada y C-130 de la I Brigada Aérea. La nave insignia a pesar de sus extraordinarios medios defensivos, quedó seriamente averiada por las bombas que pudieron arrojar los 2 pilotos sobrevivientes.
El brigadier Crespo era mendocino y estuvo destinado en la IV Brigada Aérea durante interrumpidos 15 años (desde los “Calquines” hasta los “Sabres”) en el ya cincuentenario Escuadrón CB-2 con los Morane Saulnier en la Escuela de Pilotos de combate de la Fuerza Aérea, ayudó a la formación de aviadores, que años después, como en las Malvinas, dieran admirados ejemplos de aptitud profesional.
El 1º de mayo de 1982 el enemigo inició con el bombardeo a la pista de Puerto Argentino, las acciones de guerra, propiamente dichas. Después de 45 días de heroica pelea, 55 combatientes animados por el más puro amor a Dios y a su Patria, cumpliendo con el más grandioso juramento de un soldado, no pudieron evitar que fuera arriado el pabellón celeste y blanco, enarbolado un 2 de abril.
Pero su sacrificio no fue en vano, a partir de 1994, en la Constitución Nacional está incorporado el implícito deber del gobierno nacional, de obrar en pos de la irrenunciable soberanía sobre Malvinas. Algún futuro día, en paz, nuestra enseña volverá a ondear en el mástil mayor de la Isla Soledad.
Triunfarán la razón y la justicia: el territorio de las Malvinas pertenece a nuestra plataforma continental; sus primitivos habitantes, fueron desalojados por un acto de piratería. Los actuales no tienen derecho a su autodeterminación, son descendientes de un pueblo implantado como objetivo colonialista de una metrópolis de ultramar.
Brigadier (R) Roberto J. Engroba
rjengroba@hotmail.com