Batalla, un guerrero que no claudica

La Liga Mendocina está nutrida por varios jugadores extranjeros. Uno de ellos es el colombiano Johan Batalla, jugador de Fundación Godoy Cruz.

Batalla, un guerrero que no claudica
Batalla, un guerrero que no claudica

“Es difícil la vida en Colombia para el que no tiene estudios, por eso tomé la decisión de venirme a probar suerte a Argentina. Primero intenté en Buenos Aires y desde hace un par de años vivo en Mendoza” confiesa sonriente Johan Francisco Batalla, jugador colombiano que defiende los colores de Fundación Godoy Cruz en la Liga Mendocina de Fútbol.

Nacido un 20 de julio de 1989 en la ciudad de Cali, Johan confiesa que es el decimoquinto hijo de dieciséis y que, pese a la distancia y el paso de los años, tiene fluido contacto con cada uno de ellos.

“No he tenido mucha suerte en el fútbol”, sentencia para luego agregar que “las lesiones me han impedido obtener un buen rendimiento. Aquí en Mendoza jugué Liga y Torneo del Interior para Gutiérrez y luego Argentino “B” con Guaymallén.

Cuando el Profe me tuvo en consideración me lesioné de los meniscos y me quedé sin equipo. Quiero agradecerles a los dirigentes que me trataron muy bien y pagaron todo mi tratamiento”, recuerda con un gesto de felicidad en su moreno rostro.

Lo mejor está por venir y ese parece ser el lema adoptado por este jugador cafetero que se gana la vida en una Ferretería en Maipú y que confiesa ser fanático de Boca “como todo negro”, asegura antes de largar una gran carcajada.

“Hace quince días he retomado la actividad y la verdad me siento bien. Me falta adquirir más ritmo y lógicamente mejorar en lo físico. Es muy difícil vivir del fútbol así es que tengo que trabajar para ganarme el pan. No me quejo.

Es grande el esfuerzo pero muy linda la recompensa. Estoy de novio desde hace dos años con quien creo es el gran amor de mi vida. Se llama Magdalena Mirábile” cuenta sin que nadie se lo pregunte, lo que habla a las claras que el corazón de Batalla tiene dueña.

“Agradecido estoy de Fundación que me permite poder jugar. Mis compañeros son excelentes al igual que todos los integrantes del cuerpo técnico”, suelta antes de abandonar la cancha de Fray Luis Beltrán y recibir el cariño de más de cincuenta pequeñitos de las inferiores del Fraile que corearon su nombre cada vez que tenía el balón en su poder.

El acto de los pequeñitos tornó húmedos los ojos del colombiano que sigue adelante a pesar de los obstáculos que presenta la cotidiana vida; sigue adelante en cada momento, haciendo honor a su apellido.

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