El barrio Piccione se encuentra en el sector norte del distrito Conquimbito (Maipú), cruzando la ruta nacional 7, y tiene la particularidad de encontrarse más cerca de la localidad Kilómetro 8 (Rodeo de la Cruz) que de la plaza "12 de Febrero".
Está a "un paso" de la ruta nacional 7 y a unas cuadras del transitado carril Bandera de los Andes.
Lo componen 320 casas, distribuidas en 5 manzanas, y lo habitan 1.300 personas, entre las que se encuentran más de 500 niños.
Su historia está estrechamente ligada al terremoto del 26 de enero de 1985. Tal vez sin ese fenómeno natural de por medio, su crecimiento se hubiera diferido o concretado de otra forma. El nombre se debe a la familia que antiguamente fue propietaria de los viñedos, que luego dieron paso a las viviendas.
La primera radicación de humildes domicilios en descampados llenos de malezas data 1970 en adelante. Pero, el verdadero poblamiento del sector surgió tras el sismo de los '80, como ocurrió en otros lugares del Gran Mendoza.
"Aquí me vine con 7 palos y 14 chapas con los que levanté una precaria habitación. Era el hogar que pude tener al comienzo, ahora es de 3 ambientes y cómoda", dice Deolindo Rodríguez, al que el movimiento le "quebró" la vivienda que alquilaba con los suyos en Godoy Cruz.
La historia de este hombre se repite casi con carbónico entre otros moradores actuales.
Es lo que le pasó también al presidente actual de la unión vecinal, Nemesio Antonio Cazola (68), quien con 29 ó 30 años se estableció en el área, "cuando no había casi nada".
Cuando los padres de Silvia Suárez (47) se radicaron en el sitio, desplegaron un módulo de nylon para vivir. "Hubo que 'apechugarla', no fue nada sencillo", evocó la militante vecinal y ama de casa.
Esos pioneros de la segunda etapa, que disponían de pocos recursos, fueron 135 personas. Compraron lotes a un señor José Sánchez Sánchez, titular de una inmobiliaria.
Como el fraccionador no pudo concretar una urbanización como exigía las normativas existentes, dividió los lotes grandes y les hizo pasajes de 6 metros, que ahora totalizan 47 pasillos comunitarios. Cada adquirente hizo su casita como pudo. No faltaron quienes se instalaron primero en carpa hasta recurrir a los ladrillos.
No había luz, agua ni medios de transporte (servicio que hoy presta la línea 2). El líquido se los proveían en camiones y algunas amas de casa, como Victoria Ascoetti, llevaban los hijos a la escuela Andrés Ferreyra, del Km 8, y de vuelta se venían con bidones con el imprescindible líquido.
Otros se aprovisionaban en la bodega Viejo Viñedo, sobre Rodríguez Peña. Al mejorar las cosas, cada propietario construyó una pileta para almacenar agua, hasta que llegó el abastecimiento por red.
Los años previos al desarrollo urbanístico posterremoto fueron los '70. En esa época se establecieron los padres de Magdalena Mantován (67), quien refirió que entonces "había un puñadito de casitas, una huellita para entrar y muchos yuyos. Por eso, al barrio le tenemos mucho cariño, nosotros lo hicimos".
Como faltaban los mínimos y elementales prestaciones, todo se hizo a pulmón entre los habitantes, que rápidamente comprendieron que tener una organización vecinal era vital para progresar más rápido.
La entidad y sus dirigentes lograron la instalación de agua, luz, y la mejora de la infraestructura general, como cordones, cunetas y luminarias. También a la mancomunión de los habitantes se debe la construcción de un edificio comunitario, con un salón de usos múltiples 320 m2, y hasta un centro de salud N° 11-356, que hoy administra la Municipalidad de Maipú. Auxilio importante para este objetivo fueron los $ 278.000, obtenidos a través del Programa PAR (Participación Activa y Responsable).
Para disponer de agua, los vecinos se pusieron de lleno a trabajar y lograron los recursos para hacer una perforación y un tanque de 26.000 litros, y ahora son operadores de esa prestación y se autoabastecen, con el control del EPAS. El único servicio que aun está pendiente son las cloacas y pavimentar un tramo de calle Belgrano (hasta Bandera de los Andes).
Los barrios cercanos son, entre otros, San Francisco, Arenas Raffo, algunos privados, y la localidad de Km 8, perteneciente esta última a Guaymallén. Para abastecerse de mercadería y otros elementos, los moradores recurren a los establecimientos comerciales de esa zona y a los negocios del perímetro barrial.
María del Carmen Morales (36) figura entre los representantes jóvenes del área. "Me vine para acá cuando me casé, hace 9 años. Mi marido era el lugareño. Arrancamos con una casita chica, que fuimos equipando y mejorando".
La vecinal es y fue tan importante que hasta albergó en sus instalaciones a la escuela barrial, la N° 1-731 Francisco Sánchez López.
Las vías de comunicación que comunican la zona con la ciudad de Mendoza mendocino y otros lugares son la ruta 7 (Acceso Este), San Francisco del Monte, Bandera de los Andes (a 5 cuadras) y Rodríguez Peña, continuación de la que es industrial y fabril, al otro lado de la ruta.
El apoyo policial corre por cuenta de personal de la comisaría 35a de Rodeo de la Cruz.
Pioneros
Nemesio Cazola y sus compañeros de comisión en la unión vecinal quisieron recordar a familias que consolidaron la barriada e hicieron mucho para mejorarla.
Entre otros jefes de familia, citaron a Alejandro Lucentini (el último titular de la vecinal antes de asumir Cazola), Manuel Muñoz, Osiris Pérez, Roberto Muñoz, Eduardo Peña y Lillo, Pascual Videla y Alfredo Berrondo (quien consiguió el agua y el gas).
La escuela primaria
El establecimiento educativo del lugar es la escuela N° 1-731 Francisco Sánchez López, (en recuerdo de un ex director general de Escuelas), creada en 2001.
Cuando la institución no tenía local propio, funcionó en módulos de la unión vecinal. Ahora posee edificio nuevo, inaugurado en 2006, y es la encargada de formar a 170 chicos del Piccione y de otros barrios aledaños.