El contexto es ecléctico: las vías del tren Mitre, que tiene a pocos pasos su estación Belgrano, mantienen el tránsito agitado en el lugar. Ahí mismo, la zona comercial de Juramento al 1600 agrupa decenas de locales comerciales de apariencia ochentosa: bazares, cotillones, mercerías, perfumerías y negocios de oficios. Cruzando las vías, las coquetas Barrancas de Belgrano ofrecen un pulmón y espacio verde donde jóvenes descansan al sol, deportistas salen a trotar o a pasear sus perros.
A no tantas cuadras, cambiará el paisaje y se erigirán las paquetas residencias de Belgrano R. Pero nosotros estamos en el Bajo Belgrano, tal como denomina Germinal Nogués en su libro "Buenos Aires Ciudad Secreta" al área extendida entre la calle Arribeños entre el 2100 y 2200. Los porteños le dicen Belgrano C y cuentan una cuadra más, hasta el 2300 o el límite con la calle Blanco Encalada. Todos nos referimos a lo mismo y, sin importar la letra del abecedario que se corresponda con esta porción de Belgrano, hablamos del mítico Barrio Chino de Buenos Aires.
Los cinco sentidos en Oriente
El paisaje cambia en Arribeños esquina Juramento: el arco y los dragones que dan la bienvenida en cualquier China Town del mundo marcan el comienzo del recorrido, que será lineal y se agotará en tres cuadras.
La comunidad que gobierna se hace notar rápidamente en sus colores vibrantes, el bullicio, la música que sale desde los locales, los rasgos de los rostros que predominan y los inconfundibles aromas de mentol y eucalipto -propios de las medicinas para los dolores musculares- combinados con el de las frituras. Desde hace años, más de 10.000 chinos festejan el año nuevo en estas calles cada febrero y renuevan el dominio que tienen del lugar.
El barrio de culto, donde el acceso a las costumbres orientales cotidianas siempre fue posible, hoy es un paseo de compras donde dar rienda suelta a la pulsión de consumo y una alternativa gastronómica para los que se animan a los sabores asiáticos.
Comprar de todo
Los primeros locales del Barrio Chino que se agrupan a ambos lados de Arribeños, son los que ofrecen chucherías. Siempre es recomendable recorrerlos y comparar precios, porque suelen haber diferencias -aunque pequeñas-. Hay de todo: desde adornos, esterillas, sombrillas, talismanes y amuletos -que atraen el dinero, la suerte o el amor-, y abanicos típicos, hasta llaveros, pañuelos, útiles escolares, costureros, juegos y juguetes y accesorios de uso personal, pasando por artículos de cosmética, productos de dietética y ropa.
Los tradicionales farolitos chinos (blancos o de colores) son los más buscados, y se consiguen desde $ 75 y $ 85 (en cualquier tienda de diseño el precio supera los $ 250). Hornillos para esencias $ 30, teteras pintadas desde $ 50 a $ 110, y sus cuencos. También son muy populares los parches para los dolores musculares (4 x $ 20) y los aceites para las contracturas. Los viajeros compran adaptadores universales por $ 20 y se evitan el gasto en dólares en el free shop.
Brochas, pinceles, gomitas para el cabello o anteojos que imitan los Ray Ban (pero cuestan $ 40) se exhiben juntos, revueltos y mezclados en estanterías, racks y mesones callejeros. En el fondo de los locales, percheros con ropa y kimonos atraen con sus telas brillantes de colores y bordados dorados. Para los chicos, set de desayuno de Kitty desde $ 70, birome con linterna $ 10, set de anotador, birome, goma y lápiz $ 25, toallones desde $ 100. Ojotas, billeteras, juegos de mesa, muñecos, vinchas y osos de peluche también son amigables con los bolsillos desinflados.
Para cocinar, el lugar donde todo es posible
Dicen que es ahí donde se consigue el mejor pescado fresco. Para otros, es el punto de referencia para las especias. Con el tiempo se convirtió en el lugar donde conseguir productos para sushi y hoy nuclea joyas internacionales de todos los orígenes que ya no se encuentran en cualquier lugar de la ciudad. Tesoros regionales o importados, ingredientes que son la figurita difícil de cualquier platillo y productos orgánicos, son una realidad posible.
El supermercado Casa China tiene dos sucursales sobre Arribeños, antes y después de cruzar Mendoza. Es la panacea de los celíacos, de los veganos, consumidores exigentes y de los foodies en general. Allí es posible encontrar todo tipo de productos gourmet: especias, semillas, conservas -desde tomates hasta frambuesas, cerezas o arándanos-. Entre los productos orientales, se destacan los condimentos como el ají no moto -o sal china-, salsas teriyaki, soja o inglesa desde $ 13 la botella de 500 cc. Refrescos en lata -leche de papaya, te verde, jugo de uva, piña colada sin alcohol, lychee- $ 12, harina para tempura, arroz basmati $ 25 el kg.
Se puede comprar sushi preparado o todos los ingredientes para hacerlo en casa. En el área de cajas están los productos de dietética: cápsulas de chía -famosas para bajar el colesterol- $ 76 la caja de 30 comprimidos, tés medicinales, pomadita china $ 3, sahumerios y esencias. En un frasco transparente, se ofrecen pimpollos de jazmín para té ($ 80 x 3 piezas, otros $1 5 cada uno). “Cada uno rinde 2 litros”, explica Gladys, una de las cajeras. Los famosos helados Melona cuestan $ 20 en casi todos lados. Es fundamental terminar el ritual de compras culinarias consultando el oráculo de las Galletas de la Fortuna: en el súper, una caja de 10 unidades sale $ 12.
Pero en la Casa China también se puede comprar, por ejemplo, infusiones y tisanas importadas o patagónicas. Marcas como Inti Zen y Chamana, desde $ 25 la caja. Los muy de moda tés orgánicos Heredia (son furor en Buenos Aires Market) se consiguen desde $ 16,50 a $ 32 la caja de 20 saquitos, dependiendo de la variedad. Té en hebras desde $ 28,50 a 32,50 y muy buen café arábica en grano desde $ 95 los 250g. Frasco de la famosa pasta de avellanas con chocolate Nutella de $ 350g cuesta $ 60,50. Otros productos orgánicos como azúcar, yerba mate o mate cocido en saquitos también se encuentran en las góndolas.
Todo tipo de productos sin TACC -el paquete de galletas Cachafaz cuesta $ 17, en dietéticas se vende hasta en $ 32-, leches de cabra y de soja, quesos de soja (de $ 18 a $ 32), harinas glutinadas, de centeno, malta o lino y féculas de papa o mandioca entre $ 12 y $ 34 el kg. También quinoa, algarroba, cereales, hongos desecados, frutos secos. Arroz yamaní integral $14 el kg, cous cous $ 48 la caja de 1 kg. Entre los productos importados, cervezas alemanas Kunstmann $ 19,50 el porroncito de 330 ml. Nilda, de San Isidro, viene siempre en busca de Tahine ($ 136 el pote de 900 g) para sus platos árabes.
Paladar sudeste
A lo largo de Arribeños y en sus arterias se distribuye una variedad de restaurantes de cocina típica oriental. Locales en los que predomina el color rojo, ofrecen menúes de comida taiwanesa o tailandesa desde $ 65 a la hora del almuerzo, de 12 a 15. Opciones escritas en chino y en español, proponen pollo agridulce con arroz, arrolladitos primavera con chop suey de pollo o huevo, guisado y fideos, caldo con cerdo y chatscu, acompañados de té frío o agua.
Break & Cake -Arribeños esquina Olazábal-, es un local estilo americano con pinceladas orientales: pastelería, restaurante y take away, donde sentarse en una mesa o llevarse todo en una bolsita de papel madera para más tarde.
Desde la heladera vidriada, tientan mini tortas clásicas y no tanto: crumble de manzana, marquise de chocolate, mouse de vainilla y maracuyá, mouse de chocolate y frambuesa. Son imperdibles los cakes: rollitos de masa oriental parecida a la del waffle rellena de crema pastelera o chocolate -pariente del pionono y del cannoli, esponjoso, neutro y un poco dulzón-, $ 40 la caja de 8, y los cubanitos con sésamo negro de masa dulce -que desilusionan a golosos porque no tienen relleno- $ 5 c/u o $ 27 la caja de 6. Sushi desde $ 45, sandwiches $ 35, buen café arábica y limonadas naturales.
En las rotiserías con venta a la calle se puede comer al paso albóndigas, pinchos, tempura de pollo, langostinos o vegetales, tofu desde $ 10 y $ 20 la unidad, todo frito. Dashi, el destacado restaurante de sushi y comida japonesa, tiene su sucursal en China Town (domingos, cerrado).
Buddha Bar es un salón de té, donde conocer y poner en práctica todos los detalles del ritual, y es también una Galería de Arte. En la última y más residencial cuadra, justo en Arribeños 2393 esquina Blanco Encalada, cierra el recorrido El Pobre Luis, la mítica parrilla de Luis Acuña.