La diplomacia entre Estados Unidos y Cuba ha estado acompañada por un inesperado estallido de banderas ondeando en esta ciudad, pero de la de Estados Unidos.
Se han detectado banderas de las barras y estrellas en edificios de departamentos y taxis-bicicleta. Están extendidas en camisetas y bandas para la cabeza. En los ajustados pantalones de licra, su estampado rodea muchas piernas. Hasta algunos aromatizadores para coche se parecen a la bandera (con un aroma a vainilla).
“Veo cosas en Cuba que pensé que nunca vería”, dijo un hombre de edad mediana, que se comía con los ojos a una joven con pantalones que casi parecían pintados. La mujer, quien declinó proporcionar su nombre, cautelosa al hablar del símbolo del país que todavía tiene desacuerdos con Cuba en muchos temas, dijo que los pantalones eran regalo de una amistad que sabe cuánto disfruta de la cultura popular estadounidense.
“Solo es moda”, dijo, y se apresuró a dejar claro algo en un país donde cualquier oposición abierta al gobierno puede acarrear el escrutinio o algo peor: “No es una declaración”.
Claro, hay un lugar donde la bandera todavía no aparece: frente al puesto de avanzada diplomático de Estados Unidos, conocido como “la sección de intereses” que solía ser la embajada hasta que se rompieron las relaciones entre ambos países en 1961.
Tras anunciar en diciembre que pretendían actuar para restablecer los vínculos diplomáticos, funcionarios en Washington y La Habana siguen con las pláticas sobre cuándo y cómo reabrir las embajadas.
En una cumbre regional el fin de semana en Panamá, el presidente Barack Obama y el presidente Raúl Castro sostuvieron la primera reunión formal entre dignatarios de ambos países desde la Revolución Cubana. (La reunión aconteció sin la presencia de las banderas).
Diplomáticos de ambas partes han dicho que cuando llegue el momento, esperan ondear las banderas en sus misiones diplomáticas. Empleados han renovado el asta bandera estadounidense fuera de la sección de intereses, en el principal bulevar costero, en anticipación a que pueda ondear la enseña nacional estadounidense por primera vez en más de cinco décadas.
No obstante, sin importar lo que estén haciendo los diplomáticos, el hecho de que tantas personas estén, literalmente, usando sus sentimientos en las mangas muestra cómo los cubanos nunca perdieron su amor por la herencia cultural estadounidense, a pesar del polémico embargo comercial y los años de hostilidad política.
En los últimos tiempos, Cuba ha pasado por otras oleadas de obsesiones por banderas extranjeras; la de Gran Bretaña pareció ganar preferencias en la moda en la época de los Juegos Olímpicos 2012 en Londres, y artículos decorados con la estadounidense surgieron de cuando en cuando al paso de los años.
Sin embargo, los observadores aquí dicen que la tendencia a usar ropa con la bandera estadounidense ha proliferado, para consternación de algunos en el gobierno.
En un artículo publicado el año pasado en Cubadebate.com, un sitio gubernamental de noticias, se habla con desaprobación del alarde como una forma de imperialismo cultural.
“Me duele ver a un cubano envuelto en la bandera estadounidense”, dijo el autor del artículo. “Mi mente no lo acepta”.
Aunque muchos la consideran un símbolo de libertad, un atuendo con la bandera también puede conllevar un tufo a contrabando. Los clientes dicen que mucha de la ropa se importa furtivamente de Florida o Panamá, y que no se permite su reventa, ni siquiera con el acelerado impulso cubano hacia el emprendimiento.
Así es que parece que muchas personas tienen amistades y parientes amantes de las banderas en el extranjero: un mecánico automovilístico con una camiseta que decía “Y Love USA”; un coche de los ’50 con una calcomanía de la bandera estadounidense, en una carretera solitaria afuera de La Habana; un joven en “shorts” caminando por una tranquila calle secundaria en las afueras de La Habana; una adolescente en un mercado agrícola, adornada de pies a cabeza con la enseña nacional estadounidense.
“¿Te gusta?”, preguntó Eugenia Rodríguez, de 24 años, con una camiseta adornada con la bandera estadounidense, quien caminaba por un barrio en esta ciudad, pero sin entrar en detalles sobre su procedencia. “Las puedes conseguir por aquí”.
Algunos disidentes han dicho que creen que un atuendo con la bandera es un grito por el cambio, pero los cubanos comunes han seguido siendo amigables con los visitantes estadounidenses desde hace mucho y siguen de cerca a la cultura popular y los deportes estadounidenses.
Muchos son rápidos para hablar de su amor compartido por el béisbol y hacer circular los más recientes programas de televisión y películas estadounidenses en USB o discos duros.
“Muchos cubanos se emocionan con los potenciales beneficios económicos y sociales que podrían traer las renovadas relaciones entre Estados Unidos y Cuba “, dijo Marc D. Perry, un antropólogo en la Universidad de Tulane, quien estudia las tendencias sociales cubanas. “Se trata del actual y popular 'zeitgeist' de Cuba, por así decirlo, y estas expresiones culturales lo reflejan”.
Es probable que el estallido en vistas de la bandera estadounidense, ya sea una declaración pasajera de la moda o no, habría sido menos extensa en tiempos de Fidel Castro, de 88 años.
Desde la Revolución de los 1950 hasta una carta reciente en la que deplora las sanciones estadounidenses contra varios funcionarios venezolanos, ha tenido una relación muchísimo más antagonista con Estados Unidos, y la única vez que ondearon banderas estadounidenses durante su régimen, fue en las manifestaciones masivas en las que los cubanos las portaban para protestar contra “el imperio”.
Sin embargo, esas manifestaciones se diluyeron desde que Raúl tomó el poder cuando Fidel se enfermó en el 2006, y la serie de astas que colocó Cuba hace años junto a la sección de intereses para bloquear la propaganda del gobierno estadounidense en el edificio, ahora, solo ocasionalmente, las adornan con banderas cubanas.