Barras de fútbol: todo sigue igual

Una denuncia formulada por un periodista, sobre el accionar de los barrabravas en el partido Argentina-Perú, no ha sido respondida

Barras de fútbol: todo sigue igual
Barras de fútbol: todo sigue igual

En los últimos dos años se han producido cambios interesantes en la Argentina, que no es del caso profundizar ya que es la propia población la que debe poner en la balanza los aspectos positivos y negativos y volcar sus conclusiones a través de las urnas. Pero hay un aspecto, el de los barrabravas, que no ha cambiado nada, en el que todo sigue igual, con el agravante de que, ante las denuncias públicas, todos, inclusive la más alta autoridad del país, miran para otro lado y no toman cartas en el asunto. Con lo que podemos llegar a deducir que el futuro, al menos el inmediato, no cambiará y serán los violentos los que sigan ganando las tribunas de los estadios, mientras la gente común y las familias seguirán postergadas.

Ya con la clasificación al Mundial de Rusia asegurada, los amantes del fútbol tienen al menos siete meses para despreocuparse de la selección y volver a pensar en el fútbol local. En ese esquema aparece el interés por volver a los estadios para acompañar y apoyar al equipo de su preferencia y también, como sucedió durante mucho tiempo, para asistir junto a su esposa e hijos. Un hecho que debería ser normal pero que se desnaturalizó en los últimos años por la aparición de los temibles barrabravas, que se aprovecharon de la situación y se hicieron socios de dirigentes y funcionarios para lograr pingües negocios con todo lo que se mueve en torno del fútbol. Violentos que cumplen "horas extra" durante los días de semana, asistiendo a los actos presididos por políticos o gremialistas para brindarles su "apoyo incondicional", tal como ha quedado demostrado en numerosas oportunidades.

En la anterior gestión gubernamental, el kirchnerismo tuvo mucho cuidado en mantener una muy buena relación con los barras. Basta recordar aquel discurso en el que Cristina Fernández destacaba el accionar de "esos jóvenes que, subidos a los para avalanchas, alientan y alientan…" o la desagradable y vergonzosa experiencia de la creación de la denominada "Hinchadas unidas argentinas", para viajar al Mundial de Sudáfrica, integrada por los jefes de las barras de distintos equipos, que debieron volverse porque el país organizador no les permitió el ingreso "por violentos", en un hecho que tuvo una importante repercusión mundial.

Sin embargo, cuando todos esperábamos que esos aspectos lamentables quedaran en el olvido, llegamos a la conclusión de que nada ha cambiado. Como ejemplo vamos a tomar la denuncia efectuada por el periodista Gustavo Grabia, editor del diario deportivo Olé y considerado el hombre que más sabe de barrabravas en la Argentina, conociendo "caras, apodos, gestos y prontuarios de cada uno de los integrantes". El periodista denunció públicamente que en el partido entre la Argentina y Perú, jugado en La Bombonera, la barra brava de Boca, a cambio del "aliento" a los jugadores y el "silencio" a las críticas, recibió entradas de favor que les dejó millones de pesos de ganancias, a lo que sumó un "aporte" de la Asociación del Fútbol Argentino para la adquisición de una bandera apoyando a Messi y el manejo discrecional de quioscos dentro y fuera del estadio y de los cuida coches en las calles adyacentes.

Quienes quedaron al frente de la "organización" fueron los famosos Rafael di Zeo y Mauro Martín, quienes no pudieron ingresar al estadio porque se los prohíbe el derecho de admisión.

Nadie respondió ante la denuncia del hombre de prensa y prefirieron guardar silencio para que el tiempo y las nuevas situaciones deportivas (el partido con Ecuador) terminaran haciendo olvidar los desatinos.

Pero es el momento de preguntarnos si con este nivel de dirigencia, deportiva y política, la Argentina está en condiciones de organizar un campeonato mundial, como intenta hacerlo con Uruguay para 2030. Resultaría importante, si queremos ser creíbles y serios, comenzar con la necesaria "limpieza" de todo aquello que está ensuciando al deporte más popular de los argentinos.

Nadie puede hacerse el desentendido porque todos quienes están al frente de la AFA y del propio Gobierno (Macri fue presidente de Boca) conocen la situación.

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