Sin barrabravas, todo fue una fiesta

Si nos atuviéramos a lo que habitualmente pasa los fines de semana en el país y en la provincia, el partido entre las selecciones de la Argentina y de Uruguay, por tratarse del "clásico rioplatense" y por la rivalidad propia existente, debió ser calificado de "alto riesgo". Sin embargo, no fue así.

El espectáculo devino una verdadera fiesta para la familia que concurrió en forma masiva al Estadio Mundialista colmando -y hasta superando en algunas partes- su capacidad. La pregunta sobre por qué no se produjeron disturbios, ni corridas, ni agresiones, ni gases lacrimógenos, ni balas de goma, ni pungas, ni -hay tantos ni por señalar- tiene una sola respuesta: no hubo barrabravas.

En los últimos meses, Mendoza ha sido sede de importantes eventos deportivos. Primero con la presencia de Los Pumas en su enfrentamiento con Sudáfrica y luego la Selección de fútbol en el partido por las Eliminatorias con Uruguay. En las dos oportunidades, el comportamiento de los mendocinos para con los visitantes, antes, durante y después de los encuentros fue excelente. Tanto sudafricanos como uruguayos pudieron pasear por la Peatonal, por otros sectores de la ciudad o los alrededores sin que hubiera agresiones. Todo quedó, como máximo, en alguna que otra "gastada", pero siempre dentro de un marco de respeto.

Frente a Uruguay el estadio lució como siempre: perfecto, limpio, demostrando que es parte del espectáculo. No hubo baches y se contemplaron previamente todas las alternativas posibles, más aun luego del verdadero papelón que sufrió el país en el partido que debían disputar la Argentina y Brasil, en Chaco, suspendido por falta de luz y que motivó que el gobernador de esa provincia llegara a denunciar un supuesto atentado atribuido burdamente, como sucede con el oficialismo en los últimos tiempos, a la reacción por la implementación de la Ley de Medios. Por supuesto que nadie le creyó al mandatario chaqueño, por lo que la "explicación" no hizo más que sumar un nuevo papelón.

Volviendo al Malvinas, hubo un ingreso ordenado de público, sin colas extenuantes, y la ubicación de los espectadores resultó un acierto. El comportamiento de la gente también resultó importante. Hubo un "pulmón" entre la hinchada visitante y la local de no más de tres metros y todos, unos y otros, pudieron disfrutar con tranquilidad del espectáculo deportivo.

Las populares no mostraron los famosos "claros" en el centro, que en los partidos locales están "destinados" a los barrabravas y cada uno se ubicó en el lugar que mejor le pareciera. Otro tanto podría decirse de la desconcentración, no sólo dentro y en los alrededores del Estadio sino también en el Parque San Martín, en razón de que la gran mayoría de las más de treinta mil personas prefirieron volver caminando hasta el Centro.

Mendoza y su gente demostraron estar preparadas para este tipo de acontecimientos y con miras a futuro hay que tener en cuenta que la Asociación del Fútbol Argentino designó a nuestra provincia como sede del Campeonato Sudamericano Sub-20 (junto con San Juan) y de la máxima final de los dos torneos que organiza la AFA a nivel oficial.

Mantener ese prestigio no cuesta tanto. Sólo hace falta profundizar los controles y establecer normas estrictas para que los tristemente célebres barrabravas, que lucran con todo, desde estacionamientos hasta entradas de favor, dejen de ingresar a los estadios.

Todos, especialmente los dirigentes, la policía y hasta los propios políticos, conocen perfectamente a quienes lideran esos grupos minúsculos que, por su agresividad, su prepotencia y su accionar, lo único que logran es alejar al aficionado del fútbol, el que solo quiere disfrutar su pasión en paz.