Pasan los años, pasan los campeonatos y no hay nadie -ni desde dentro del fútbol ni desde el Gobierno- que ponga freno al avance de los barrabravas. Dueños y señores de todo lo que sucede en las tribunas y en los alrededores y que precisamente por su accionar la policía debe dejar de lado la seguridad en las calles para “controlarlos” dentro de la cancha, en los alrededores y hasta en el traslado en colectivos. No se entiende que en un partido sin público visitante se destinen 700 policías para mantener la tranquilidad en las tribunas.
Se dan casos insólitos, como el enfrentamiento entre barras de Tigre y de Nueva Chicago, en uno de las colectores de una ruta porteña, que terminó con piedrazos, balas y hasta la utilización de armas blancas, ante el estupor y la desesperación de decenas de familias que se encontraban descansando en el predio. En el operativo hubo 15 detenidos: todos ellos quedaron en libertad al otro día. Hay partidos que se deben jugar “sin público” debido al enfrentamiento entre barrabravas del mismo equipo y hasta cuentan con el aval de las propias comisiones directivas de los clubes para mantener reuniones “de apoyo” con los jugadores cuando un equipo no encuentra el rumbo futbolístico.
Uno de los hechos preocupantes se dio días pasados. El club River Plate había alquilado su estadio para los recitales de Guns N' Roses, razón por la cual el partido que debía disputar con Estudiantes de la Plata se programó en la cancha de Huracán, a las 20, sin embargo, un día antes del encuentro y por razones de “seguridad” el partido fue adelantado a las 16. El periodista Gustavo Gravia, especialista en el tema, denunció que la decisión se adoptó ante un pedido de “Los borrachos del tablón”, que controla la barra de River, para poder contar con el tiempo suficiente para desarrollar “el negocio” que tenían con el recital.
Según el periodista, la barra contaba con 3 mil entradas para revender ese día y dos molinetes liberados para hacer ingresar a la gente a cambio de 500 pesos, sin tickets. Dijo que sólo por esos dos aspectos, la ganancia alcanzaba a los 3 millones de pesos, a lo que había que sumar el “habitual” negocio de los cuidacoches -con un perímetro de mil metros- con “tarifas” que alcanzan $ 400. Manejan también la instalación de los carritos pancheros y de choripán. Nadie desde el club ni desde el Gobierno dio explicación a la denuncia formulada por el periodista, quien también contó que tres jefes de la barra, el gerente del estadio y el de sistemas, más dos policías, están procesados por una causa similar desde hace seis meses.
Las barras bravas crecieron y se potenciaron exponencialmente durante el kirchnerismo, contando con su aval. Sólo cabría recordar lo que ocurrió con las Hinchadas Unidas Argentinas, que se formaron apoyadas por la Presidencia para asistir al Mundial de Sudáfrica y cuyos integrantes fueron expulsados antes de ingresar a aquel país, en lo que constituyó una vergüenza internacional. O aquel discurso en que Cristina rindió culto a “esos chicos que saltan y saltan subidos a los paraavalanchas”.
Pero también cabe decir que el actual Presidente conoce el problema, porque fue titular de Boca Juniors, que cuenta con una de las hinchadas más peligrosas. Sin embargo, a un año de gestión, nada se ha hecho para terminar con el flagelo que ha provocado que las familias dejen de concurrir a los estadios, no puedan salir de sus casas si viven en los alrededores de las canchas y cuidarse de transitar por las calles por las que circulan los colectivos transportando a los hinchas. Un flagelo que afecta a todos, incluyendo a Mendoza en cualquiera de las categorías en que están divididos los torneos.