Gonzalo "Bambi" Moreno Charpentier (33) es el menor de los hermanos de una familia que, junto al más conocido Chano (35), formaron en 2002 la banda de pop rock Tan Biónica, en la que Gonzalo oficiaba de productor, compositor y bajista.
En abril del año pasado la banda anunció que se iba a tomar un receso en el que sus integrantes iban a dedicarse a otros proyectos. Y Bambi cumplió: plasmó su gusto por el pop electrónico distinguido en su primer disco solista titulado “El encuentro”, que sacó en julio y desde el próximo sábado comienza a presentar en vivo en algunos shows porteños.
El álbum se compone de 10 temas, dos ya presentados en público ("Color" y "Cuando despiertes") y un tercero ("Lo nuestro") cantado a dúo con la chilena Mon Laferte.
Pero el impasse de Tan Biónica sirvió también a Bambi para dedicarse a su hijo Félix, de un año medio, y del que asegura que le cambió la vida. Aunque claro, en el medio comenzó a trabajar en canciones junto al rosarino Carlos Vandera, ex colaborador de Fito Páez.
A medida que fueron surgiendo las canciones se sumaron al grupo Juan Manuel Romero, segundo guitarrista de Tan Biónica; Nikko Taranto en batería; Daiana Azar en bajo y teclados y Javier Calequi en guitarra, para dar una forma al disco de pop bien trabajado y elaborado, con ciertas deudas al primer Depeche Mode y a los también británicos New Order.
-¿Por qué te dicen Bambi?
-Me lo puso mi hermano Chano cuando éramos chicos. Viene de “bambino”, porque yo era el menor de todos. Y yo le puse Chano a él, que se llama Santiago.
-Y vos te convertiste en el cerebro de Tan Biónica...
-Bueno, no sé si tanto, pero compuse muchos temas y además era el productor de la banda. Chano es bastante más volado, pero también es muy creativo.
-¿Cómo es trabajar con tu hermano?
-Y... fácil no es; por momentos nos llevábamos súper y en otros nos queríamos matar. Pero era así con todos los chicos de la banda. También con Diega (Diego Lichtenstein) y con Seby (Sebastián Seoane). En realidad parecíamos cuatro hermanos.
-Muchos te buscan como productor y compositor. ¿Te llamaron durante este parate de la banda?
-Cuando decidimos parar un tiempo con la banda yo acababa de ser padre primerizo y tenía un hijo de tres meses. En aquellos momentos era un proceso bastante angustioso porque con la banda viajábamos muchísimo y yo no estaba nunca en mi casa. Entonces decidí que iba a disfrutar el crecimiento de mi hijo y que me iba a dedicar nada más que a componer canciones. Y sí, compuse algunas para otros artistas y también empezaron a salir los temas de mi disco. Tengo una casa en el campo y me iba a componer ahí. Tenía una rutina diaria, sacaba a pasear al perro, iba escuchando los demos que iba haciendo. Algo que también hacía cuando componía para la banda.
-¿Y así empezó el proceso del nuevo disco?
-Íbamos un día en el auto con Vandera, no sé de dónde veníamos, y le dije que le quería mostrar el demo que estaba trabajando. Entonces le puse play y canté arriba, ni siquiera le había grabado las voces. Entonces se lo muestro y me preguntó qué iba a hacer, que lo teníamos que grabar. Le pedí que me ayudara, que alguien me produjera las voces, y ahí empezamos un caminito muy artesanal y privado que termina convirtiéndose en “El encuentro”, un disco que se hizo en Los Ángeles, Miami, Madrid, Buenos Aires, México.
-¿Cómo se hace para bajar un cambio y que no te coma la fama?
-Creo que es un poco ese reseteo del que te hablaba. Yo me lo tomaba como mi cable a tierra. Un día toqué en el Luna Park y cuando volví a casa me puse a lavar los platos. Lo digo como un ejemplo medio exagerado, pero siempre trato de conectarme con una realidad, con algo más terrenal como ir a comer a la casa de mi vieja o llevar a mi mujer al cine. Y también cuando subo a un escenario a tocar para 100 mil personas entiendo que no es real, que no me la tengo que creer. Yo trato de ir piloteándola como puedo. Por momentos te enganchás más y por momentos menos. Hoy en día el contacto a través de las redes sociales, que lo tengo hace 10 años, es un contacto sin intermediarios. Antes los músicos se recluían un poco más, aparecían cada dos o tres años cuando sacaban un disco y se metían en casas grandes. Ahora estamos todos más cerquita, yo paseo al perro mientras escucho música y casi siempre que me tiran una onda es por la música o me mandan saludos para mi hijo porque a veces subo una foto. Yo siento que es lindo compartir eso también que es algo más personal. La gente que nos vio crecer en público con las cosas buenas y las malas son un poco parte de tu familia. Trato de compartir mi alegría por pasar una tarde en familia y por ahí comparto una foto o algún momento que no tiene que ver con la música.
-¿Decidiste de antemano que no lo ibas a llamar a tu hermano para el disco?
-Sí, quería encontrarme con otra gente para hacer música. Digo, salir un poco de esa comodidad. Con mi hermano como dupla compositiva hemos hecho más de 50 canciones publicadas y otras tantas que no salieron. Para mí componer con él no era un desafío o una novedad. Ese viaje musical lo compartimos en Tan Biónica. Dado este callejón que encontramos en la banda donde todos queríamos hacer algo diferente, eso me dio un poco de aire a mí y a todos.
-Volviendo a Tan Biónica, ¿cuánto tiempo después del parate se sentaron a charlar?
-No se movió mucho eso. Nos pareció que lo más justo era decir a la gente, que en definitiva es la que nos puso en este lugar, que no le encontrábamos la vuelta. Que durante un tiempo habíamos decidido no grabar música nueva ni hacer conciertos; que queríamos enfocarnos en otros proyectos y no estirar algo que ni sabíamos cómo iba a seguir. No existe una estrategia de marketing de la separación. Tampoco podíamos decir al público ‘volvemos el año que viene’, porque no lo sabemos.
-Pero si se da la ocasión, ¿volverían?
-Seguro, porque somos hermanos del corazón y no nos elegimos únicamente porque uno tocaba bien la guitarra y el otro la batería. Si en algún momento se produce una reconexión y una intención de hacer música nueva... Pero yo no creo en los regresos, creo en reanudar. Para mí regresar es como volver al mismo punto, como cuando la gente te dice que hizo un giro de 360 grados, que quiere decir que volvió al mismo lugar y no cambió nada. Yo creo en el cambio, entonces pienso que, si eso se da, bienvenido sea. No depende de mi voluntad que volvamos porque soy sólo una parte. A mí me gustaría que fuera de ese modo, en no volver a lo que estábamos haciendo y por lo que dejamos de hacerlo.
-¿Los puntos que desencadenaron el parate eran musicales o personales?
-Eran desacuerdos sobre el proyecto, no tanto sobre la música en sí. Quizás no había tanta conexión musical. Yo creo en las bandas como U2, Coldplay, Radiohead o Muse. Yo tenía un disco bajo el brazo, que era “Hola Mundo”, que era un universo de oportunidades, y después no todos teníamos el mismo rumbo o la misma visión sobre el destino. Ahí empiezan los desacuerdos: uno quería girar y otro hacer un disco nuevo.
-Una banda es una empresa compleja...
-Sí, y no sólo como grupo económico. Nosotros somos cuatro amigos, pero hay mucha gente alrededor y a veces la versión más reducida es: “Estos dos se putearon o tal tuvo un accidente”, pero es un universo más lleno de cosas. La gente a veces se refiere a lugares felices sobre la historia de la banda donde quizás nosotros estábamos viviendo un momento dramático por alguna cosa personal de alguno, pero sin embargo tratábamos siempre de dar lo mejor.
-¿Se sintieron víctimas del amarillismo?
-Yo por mi parte creo que no. Para mí la cuestión es musical. Cuando vienen 10 mil tipos a vernos al Luna Park es porque creen en nuestras canciones. Ahora, si yo salgo y viene un periodista a preguntarme cualquier cosa que no tiene nada que ver con la música, no me cierra. El caso de mi hermano Chano es otro. Yo no cuento mi vida privada en una entrevista, pero él es capaz de estar en otra historia y hacer una entrevista a Pampita o salir en tevé porque chocó un auto. No está tan enfocado en la música. Él tiene una relación con ese mundo mediático que es diferente a la que yo siento. Yo ahí soy el hermano, no el socio musical, y uno se angustia mucho.