Por Leo Rearte - lrearte@losandes.com.ar
Puede que el Juego de la Ballena Azul no haya existido como tal. Puede que este siniestro grupo cerrado que proponía 50 retos a los adolescentes, y que el último fuera acabar con la propia vida, sea sólo una más de las tantas leyendas urbanas que, en el último tiempo, se han propulsado a fuerza de internet, por todo el globo terráqueo. Viralización que le dicen, valiéndose justamente de un término que refiere a la salud. O a la enfermedad, para ser más preciso.
Quizá el periódico ruso, Novaya Gazeta, que reflejó primero esta (supuesta) práctica suicida, un año atrás, no haya sido del todo riguroso con el chequeo de la información (algo que en esta época no sorprende ni al más candoroso) (1) y simplemente se hizo eco de una leyenda urbana que habitaba en subforos del sitio ruso VK. De hecho, el medio Snopes (especializado en chequear y desmentir información falsa que pulula en las redes) y el suplemento científico Verne del diario El País de España, entre otros, tras investigar el caso, cayeron en la conclusión de que no hay pruebas de suicidios reales causados por el presunto juego en todo el planeta. Ni una.
Puede que todo haya sido un invento: la historia tiene todos los visos de una fábula. (Supuestamente) aquellos adolescentes que reciben la invitación para formar parte de este club macabro, que los llevará directamente a la muerte, deben destruir cada una de las pruebas de los diferentes “retos” (2). Muy conveniente para que sólo existan dos o tres fotos de las heridas que los chicos se autoinfligen, incluido el dibujo de una ballena con una gillette sobre la epidermis de una (supuesta) víctima.
Además, el relato de la Ballena Azul cumple con los dos únicos requisitos necesarios para que toda historia corra como reguero de pólvora en la red de redes: morbo y verosimilitud.
Refiere a grupos misteriosos y crípticos en Facebook; se centra en problemáticas que de hecho pueden existir entre los chicos (depresión, incomprensión, falta de comunicación) y hasta se ha localizado un (supuesto) inventor de este juego, cuyo perfil bien se presta para ser catalogado como el villano perfecto. Se trata de un ruso que (supuestamente) anhelaba “limpiar” la humanidad de gente “débil”. Por lo tanto, habría craneado este desafío en el que los verdaderos ganadores no son los jugadores que cumplen el medio centenar de pruebas. Los ganadores de este juego serían los “curadores”, los líderes, los diferentes grupúsculos cerrados de la Ballena Azul: aquellos que logran manipular a más y más pibes, para que se suiciden. Como ven, el eslavo -así pintado- es un “malo” propio de una película de Marvel. Otro condimento más para una leyenda urbana que carece de chequeos serios.
En definitiva, puede que el Juego de la Ballena no haya existido. Que sólo sea una fábula aventada por la poderosa cruza de redes sociales y medios de comunicación masivos. Pero por eso es más peligroso que nunca: porque ahora sí existe.
Desde que se ha empezado a hablar de La Ballena Azul, los grupos de Facebook y WhatsApp que usan este mote o similar, se multiplicaron como conejos. O lo intentaron. Facebook y WhatsApp borran de su plataforma cualquier intento de desarrollar este juego (de hecho si hoy se hace una búsqueda de “ballena azul” en Facebook se encontrarán decenas de sitios que se muestran como “de concientización” y “en contra” de la difundida práctica).
Mientras “vivieron”, la mayoría de estos grupos no practicaban necesariamente el juego; si no, utilizaban “la marca” para tratar de sacar provecho de tamaña difusión, incluso a nivel publicitario. Otros, sólo aprovechaban la polémica para “trolear”, para “divertirse” o para manipular a terceros. Pero también hubo, bajo el mote de la ballena, espacios celebratorios del suicidio, lo que sí es peligrosísimo.
Los psicólogos advierten que el foco aquí no debe ponerse tanto en si el juego es real o no; la mirada tiene que estar puesta en el efecto contagio. Como aquél que está a un paso del salto, puede encontrar en este tipo de historias (por más falsas que sean), un impulso más para la terrible decisión.
También es llamativo cómo las personas que se encuentran en estado de vulnerabilidad, con depresión, en muchos casos pueden llegar a utilizar su (supuesta) participación en el juego para llamar la atención de sus pares o parientes, casi como un grito de auxilio. Estas veladas advertencias son habituales en la gente que sufre el inmenso problema de sentirse a un paso del abismo y, más aún, en una etapa tan conflictiva como la adolescente.
Tal vez la Ballena Azul nunca existió como tal pero el suicidio adolescente sí (3), y el juego que supuestamente refiere a la decisión de los cetáceos de dejarse morir encallados en la costa (4), puede llegar a convertirse en un peligroso llamador, un símbolo, y hasta en un canto de sirena contra chicos que realmente estén perdidos en el mar de la vida.
(1) Dos periodistas de Novaya Gazeta fueron sancionados días más tarde por prácticas inaceptables en las informaciones relacionadas con el tema.
(2) Los participantes supuestamente deben realizar una prueba por día. Entre otras, autolesiones, privación de sueño (quedarse despierto a las 4.20 o despertarse a esa hora), visionado de películas de terror... La última es suicidarse .
(3) En Argentina, el suicidio es la segunda causa de muerte adolescente. Por día lo acometen 2,5 chicos entre 15 y 25 años.
(4) Por cierto, que las ballenas “decidan” suicidarse es un mito. Los científicos sostienen que se trata de un error en el sistema de orientación de los propios animales.