Estados Unidos es en el fútbol femenino lo que Brasil es en el masculino. Son las selecciones con más títulos en mundiales. El equipo norteamericano arrasó con todo, llegó a la final de una manera impecable. Sin un rasguño, avanzó por el terreno pedregoso de este Mundial Francia 2019 y cuando llegó la cima del Olimpo, resplandecientes por el poderío de sus diosas inigualables, levantó su corona.
Estas futbolistas con indiscutible jerarquía dejó en evidencia una amplia brecha con el resto de los seleccionados del mundo.
Pero este Mundial no sólo enalteció a Estados Unidos, sino que también mostró en este mes y días, cuánto de terreno avanzaron las mujeres jugadoras en el mundo. Terrenales con espíritu de diosas. Todas abriendo oportunidades, pero siempre con los obstáculos externos a los cuales aún seguirán enfrentándose.
Este Francia 2019 es una nueva batalla ganada para estas gladiadoras.
Holanda, flamante subcampeona, nunca había llegado hasta esta instancia en una Copa del Mundo. Y su progreso fue superlativo a lo largo de estos últimos cuatro años donde superar su marca personal en mundiales, octavos de final en el 2015, fue el principal objetivo. Y casi sorprende. De 7 partidos solo perdió el último (2-0).
Distinto sucedió con Suecia, que siempre es considerada una potencia en el fútbol femenino, arribó a esta cita con ilusión de romper la sequía de 16 años sin finales (en 2003 fue subcampeón). Y si bien no jugó el partido decisivo por el título, se quedó con un tercer puesto valioso para cerrar un proceso que viene en alza.
Por su parte, el anfitrión Francia llegó a cuartos de final cayendo por 2-1 con EEUU y sigue sin saber a qué sabe una final. Mientras que Alemania, el otro candidato, sigue buscando su tercera corona (suma dos).
Entre los equipos sudamericanos, el único con trayectoria y chapa de favorito fue Brasil, que tuvo que dejar el Mundial en los octavos de final después de perder con las francesas por 2 a 1, en tiempo suplementario.
Qué decir de Argentina, que después de 12 años volvió a competir en un Mundial ingresando en su zona (D) como la cenicienta. Pero con garra, fuerza, convencimiento y amor por la camiseta permitió conquistar corazones reacios y ojos distraídos, no solo con aquel empate al campeón del 2011, Japón, sino a una Inglaterra que supo ser semifinalista. A las británicas, Argentina las frenó con inteligencia para solo perder por 1-0. Y si recordamos la remontada del 3-3 a Escocia, no hay palabras. Solo la pasión de las jugadoras dieron la respuesta.
Cuánta distancia separa a nuestra selección de ese tetracampeón que es Estados Unidos. Pero para que se acorte esa brecha, depende del organismo que dirige y organiza el fútbol de nuestro país. Y no nos referimos solo a la AFA, sino también a las jugadoras, el cuerpo técnico, los dirigentes de clubes, los padres, todos. Un cambio rotundo hacia lo que ya no tiene retroceso y sólo permite pensar hacia adelante.
El fútbol femenino fue visibilizado, seguido por televidentes y siendo rating. Ignorar esto es involucionar.
Argentina puede crecer, futbolistas tiene de sobra. La necesidad de desarrollo es enorme y el hambre de gloria es una bomba de tiempo. Se necesita gente idónea que lidere, renueve y potencie lo que ya tenemos e impulse un proyecto formativo a corto y mediano plazo para que en cuatro años nuestra selección esté lista para volver a soñar.