Luego de terminar un año es tiempo de balances. En el orden nacional ha habido grandes ganadores con el gobierno de Cambiemos. Las devaluaciones y las reducciones a las exportaciones mejoraron la rentabilidad en los sectores productores de materias primas. Estas mejoras implicaron fuertes subas en los precios de los alimentos y el deterioro de los salarios. La minería se favoreció por estas medidas, a las que se sumaron las subas en los precios de los hidrocarburos que garantizó a dichas empresas jugosas rentabilidades. Al alza de la inflación se le sumó el tarifazo que hizo subir el precio de los transportes, gas y luz. Se prevé un aumento en 2017 en el sector.
En el comercio exterior las importaciones de bienes de consumo y de autos crecieron el 9 y el 25 por ciento más que en 2015, desplazando a la producción nacional. Otro de los ganadores fue el capital financiero. La toma de 40.000 millones de dólares de deuda externa por el Estado, para financiar gastos corrientes y pagos de deuda, fuga de capitales, importaciones, turismo, etc. es una prueba elocuente en tal sentido.
¿Quiénes perdieron? La industria (caída del 10%), la construcción (20%) y el comercio, que son precisamente las actividades que generan empleo genuino. El despido de 150.000 operarios privados en el curso del año es un alto índice de desocupación generado. Con la recesión se agudizará aún más, a lo que se suma la inflación. El sector empresario ha perdido competitividad generada por las devaluaciones que requieren nuevos ajustes y por cierto que aumentarán los precios.
En materia política, el gobierno que vino en nombre del respeto a las instituciones dictó numerosos decretos de necesidad y urgencia, colocó a los padres, hijos y cónyuges en el blanqueo de capital, hecho éste de una inmoralidad propia del kirchnerismo. Hizo que la República se viera deteriorada por estas situaciones ajenas al gobierno de la ley y no de los hombres.
Por cierto que el partido que fue el que colocó al presidente de la Nación en el sillón de Rivadavia es el que también ha perdido. Ha perdido identidad con el riesgo cierto de su desaparición para transformarse en un sector interno del Pro. Su claudicante y entreguista conducción sólo ha hecho perder la fe y la esperanza de una recuperación política en el corto plazo. También se ha visto desplazado de las decisiones más importantes del Gobierno.
En síntesis, estamos -como decía Lencinas- con radicales de la mesa servida y de la gloria barata. Si la UCR no se despega de estos “socios” que cada día se abroquelan más en su Pro querido, nuestra suerte estará sellada y seremos un salón literario. Es de esperar que las fuerzas morales que siempre tuvo la UCR nuevamente nos alienten a seguir bregando para cambiar este estado de cosas que no es bueno para el país, y menos para nosotros. Felicidades y las mejores venturas personales para 2017.
Juan Fernando Armagnague
DNI 7.662.430