Ni escenas realistas, ni situaciones cotidianas, ni una trama de principio a fin. Nada de eso. En “Bajorrelieve apocalíptico” lo que hay es desgarro, monstruosidad que por momentos se vuelve revulsiva, gritos destemplados, un hombre ciego, solo, derrumbándose, desmadejándose, desintegrándose en el vacío. Aquí hay experimento con riesgo: alto riesgo.
Aquí hay un cuerpo que se deconstruye a cada paso; un cuerpo feo a veces, retorcido en otros instantes, laxo y muerto en algunos más, majestuoso y soberbio como algo efímero.
Aquí hay teatro, ese teatro bestialmente fuerte, que llega a las tripas sin pasar por ningún asunto de intelecto ni razón. Aquí se piensa después. En el instante de la puesta: se vive, se padece, se mueve uno incómodo, se maravilla con los prodigios o se sorprende.
Porque este es el teatro del ritual sagrado donde cabe una misa, el que no pide al espectador que llegue a la sala con la consigna de entender la historia y su moraleja sino que se entregue, que se deje usurpar la percepción. Cuando la “experiencia” ya haya pasado, vendrá el resto.
Daniel Fermani -y su Compañía de Teatro Experimental Los Toritos- ya es conocido en nuestra provincia como un referente de esta forma de abordar el teatro: desde la perspectiva “grotowskiana” en la que el cuerpo del actor lo es todo: instrumento, escenografía, sonido y dispositivo. Sin embargo, en esta trayectoria experimental, “Bajorrelieve...” es la mejor de las puestas que ha dado el grupo.
Y lo es, justamente, porque Nicolás Perrone (bajo la dirección de Fermani) se transforma en todo eso: texto, sonido, escenografía, dispositivo, carne viva y dolorosa. Extraordinario el crecimiento en las técnicas que nos presenta el actor. Extraordinaria la mano directriz.
Pero, además, el vestuario planeado por Victoria Fornoni funciona como pieza esencial para que el cuerpo de Perrone vaya mutando de Prometeo a Minotauro, de vacío puro a consumidor vaciado, de orgulloso señor a ser minusválido.
Se le suman a Nicolás, casi como extensión de sus manos, un par de instrumentos que marcan climas, depuran y estructuran pasajes, delimitan territorios de sentido y sensaciones.
Esta articulación fluida -tanto que en ese espacio extracotidiano se vuelve natural- hace de la banda sonora un prodigio que se vuelve texto, junto al “texto”. Pulsada con las cajas de resonancia del cuerpo del actor en su “decir”, en el arpa de boca y otro instrumento que desconocemos pero que suena a infiernos.
La luz es otro prodigio escénico: es piel, contrapunto, territorio en el que navegan los movimientos del actor.
Toda esta maravilla artística late en función de una idea: “desenmascara el materialismo desenfrenado y la deshumanización progresiva del hombre contemporáneo”. Autodestrucción, narcisismo, desapego, indiferencia son nuestras taras. Esta puesta nos las pone en carne viva.
Ficha
Bajorrelieve apocalíptico
Texto y dirección: Daniel Fermani. Con: Nicolás Perrone.
Día, hora y lugar: Mañana, a las 22, en Nave Universitaria (españa y Maza).
Calificación: Excelente