Esta semana se confirmó, finalmente, que el gobierno dispuso una rebaja del 5% en el precio de los combustibles. El anuncio lo hizo el ministro de Economía, Axel Kicillof, quien explicó que la baja se debe a la brusca caída que tuvo el precio del petróleo en los mercados mundiales.
Según explicó el ministro, la baja se concretará mediante una reducción de 7 dólares del precio interno del petróleo. Además, habrá una rebaja en el impuesto a la transferencia de combustibles (ITC). De la misma forma, se tomarán medidas como cambiar la estructura de retenciones a las exportaciones pasando a un esquema rotativo o móvil así como facilidades para estimular la producción.
Lo notable es que esta medida, que favorece a los consumidores, ha generado muchas reacciones contrarias con el argumento de una pérdida de rentabilidad. Quizás, esta medida, mostró lo peor de los mecanismos corporativistas que dominan la organización social y económica de la Argentina.
El precio del crudo bajó de 98 a 56 dólares el barril en un lapso de 3 meses, motivado por un efecto combinado de aumento de la oferta, estancamiento de la demanda y una suba fuerte del precio del dólar en el mercado de monedas. Todo se juntó para motivar esta baja, que puede tener efectos transitorios por llevar un componente especulativo, pero nadie puede predecir exactamente el recorrido del precio.
No obstante, la rebaja es mínima si la comparamos con lo ocurrido en países vecinos donde el beneficio para los consumidores ya alcanza al 20%.
Esta rebaja tiene dos aristas. Por un lado, al ser una baja mínima, deja el precio muy alto en comparación con otros países y esto genera una desventaja competitiva en costos de energía y logística, que impacta sobre la competitividad. En un esquema donde ya hay problemas por el impacto de la inflación, esta decisión no mejora la condición de competitividad.
Pero, por otro lado, las provincias no querían que hubiera rebaja para no desestimular la producción. También, para no resignar regalías.
Los dueños de estaciones de servicio, en tanto, se quejan porque disminuirán sus ganancias mientras sus costos se mantienen altos. Estos argumentos no se han visto en otros países donde sí han celebrado la baja.
El Gobierno nacional saldrá equilibrado porque, si bien puede resignar algún ingreso, gastará mucho menos por importación de combustibles y por el subsidio que tiene que dar a las generadoras de electricidad que funcionan con fuel oil.
Lamentablemente, lo único que hacemos es repetir distorsiones. Cuando el crudo alcanzó el precio de 150 dólares el barril, internamente se pagaba 45 y se desestimuló la inversión y la producción, algo que aún no se recupera. Ahora que vale 56, no querían que bajara de 84 dólares y es lamentable que se suponga que la producción se puede desenganchar de los precios internacionales sin pagar ningún costo.
En la distorsión anterior pagamos costos muy altos y ahora no sabemos qué vendrá, pero también habrá costos que pagar.
Por Rodolfo Cavagnaro - Especial para Los Andes