Uno de los tantos resultados negativos de la irracional intervención del Gobierno en la economía se ha comenzado en reflejar en una preocupante disminución del comercio exterior de nuestro país. Es una obviedad necesaria de recordar que los países exportan bienes y servicios para poder importar; en consecuencia, cuando las exportaciones disminuyen ocurre lo mismo con las importaciones: no hay divisas para pagarlas. Es por ello que se toma como indicador de la importancia del comercio exterior la suma de exportaciones e importaciones, relacionados con el Producto Bruto Interno (PBI). El crecimiento de esa relación indica el funcionamiento positivo de una economía; la disminución, lo contrario, es, al menos, una luz amarilla que se enciende.
El año 2014 ha cerrado el tercer año consecutivo de caída en las exportaciones e importaciones, lo que está mostrando que no se trata de un hecho coyuntural sino del resultado de desajustes estructurales de la economía. Un dato adicional que corrobora fehacientemente tal afirmación es que la fuerte devaluación de enero del año pasado (23%) no pudo revertir la tendencia general, aunque algunos rubros resultaran beneficiados. El problema del comercio exterior está, además, acompañado de otros fenómenos que coadyuvan a complicarlo.
no es el estancamiento de la producción agropecuaria; el presente ciclo agrícola completará un lustro de estancamiento de la producción de granos en torno de 100 millones de toneladas. El otro es el relativamente bajo precio de la soja y otros productos primarios y un incremento en el precio de los productos industriales que importa la Argentina. Esto es un incipiente deterioro de los términos del intercambio, que habían sido muy favorables desde 2003 y por una década. Un dato llamativo en la exportación de los bienes intensivos en recursos naturales es la notable pérdida de participación en el mercado; en 1998 nuestros país tenía 1,3% del total de las exportaciones mundiales mientras que ahora se ha retrocedido a 0,9%. Si se hubiese mantenido aquella participación, se estarían vendiendo 30.000 millones de dólares más que los del año pasado. Puestas en cifras, las exportaciones bajaron 12% respecto a 2013, totalizando unos U$S 72.000 millones; las importaciones disminuyeron 11%, siendo de U$S 65.200 millones. En consecuencia, el saldo también disminuyó considerablemente y la economía en conjunto es cada vez más cerrada.
En materia de exportaciones lo que nos ocurre no es consecuencia de una situación internacional adversa, como suelen argüir algunos funcionarios. Por el contrario, las exportaciones totales del mundo crecieron 3% el año pasado. Más llamativo aún es que mientras nosotros “achicamos” el comercio internacional, éste ya explica 40% del producto total del mundo. No hay posibilidad real de crecer si no es aumentando la participación en el comercio mundial.
La caída de las exportaciones es generalizada, en todos los casos, consecuencia de la avalancha de contradictorias medidas de política económica. Los ejemplos abundan y las distorsiones y transferencia de ingresos entre sectores que ellas provocan son muy injustas. Las medidas que restringen o prohíben exportar trigo y maíz hacen que el precio que reciben los productores sea bastante menor del que deberían recibir si hubiese competencia entre los exportadores y el mercado interno. Las medidas tomadas en materia de carne vacuna llevaron a una notable reducción del stock ganadero, precio muy caro de la carne y pérdida de mercado, ganado por nuestros vecinos. Resulta innecesario mencionar lo que ocurre con la vitivinicultura, donde las exportaciones han caído en volúmenes y en valor, siendo la principal causa de la crisis actual.
No hay una sola causa que explique este fenómeno, como señala una consultora especializada; se trata de un proceso no de un suceso. “No estamos ante un mal año sino ante varios años de pérdida de capacidad vinculativa, productiva y comercial, con el resto del mundo. Alta inflación de costos, atraso cambiario, gravosa presión tributaria, sobrerregulación de la economía, dificultad de acceso a servicios (desde logística a financiamiento), baja tasa de inversión”. En definitiva, todo se traduce en pérdida de productividad y competitividad, retroceso y una increíble oportunidad desperdiciada.