El espectador perspicaz, lo sabe bien: los montajes de danza contemporánea y danza teatro son excepciones en la agenda. Es que los circuitos por los que estas obras transitan durante todo el año -nos referimos a espacios sostenidos en el tiempo- se agotan en el Festival de Danza de Nuevas Tendencias (que ayer finalizó su 19° edición) y el Ciclo Permanente de Danza Contemporánea y Danza Teatro (una iniciativa independiente que se realiza cada dos meses, en la Nave, con exponentes locales). Ambos son circuitos impulsados, amorosamente protegidos, por bailarines y coreógrafos locales.
Esta noticia, entonces, es estimulante tanto para los creadores como para el público incondicional a estos lenguajes expresivos: a partir de hoy y durante tres meses, el ciclo “Cachete, pechito, ombligo” inaugura un escenario común (las salas de Le Parc) para cobijar producciones de Mendoza, Buenos Aires, Rosario, Chile y Canadá; y una serie de talleres formativos coordinados por docentes y coreógrafos invitados: la porteña Fabiana Capriotti y el chileno Joel Inzunza Leal -un lujito tenerlos de vuelta por aquí-.
El ciclo es el primer bloque de danza contemporánea del Espacio Le Parc y “apunta a sostener una oferta continua de obras de danza contemporánea y danza teatro, y mejorar las condiciones de circulación de estos trabajos. Para Mendoza es algo inédito”, explica -y celebra- Soledad Soria, de la compañía Otro Ojo y asistente de coordinación, junto a Claudina Gomensoro (coreógrafa).
Animado por la pregunta “¿Y qué tal si salimos todos a bailar?”, la grilla de “Cachito, pechito, ombligo” (sí, el hit de Pancho y la Sonora Colorada) pone en diálogo procesos compositivos disímiles: desde creaciones colectivas (“Retornar”, “Hipotéticamente u obsoletismo”) a trabajos individuales (“Recorrido”, de Lisandro Gómez Fraser; “Cuerpo primigenio”, de Tati Conalbi; “She”, de Esteban Esquivel, entre otros).
Cruza, a su vez, diferentes búsquedas estéticas: hay trabajos diseñados con toques drag queen (“Love Fucking drag queen”, de Romina Vera), cánticos a capella (“Canciones danzadas”), acrobacias aéreas (“Yo no sé quién vive arriba”) o elementos multimedia (“Viento fuera”, “Visaje vital”).
En ese trajín de cuerpos en acción, encontramos compañías locales (El Árbol, Colectivo Rojo Libre, Otro Ojo, Non Troppo, Cía. Tres Puntos, Le Kushla, el Ballet de Lucía y Valentina Fusari, Malakadura), coreógrafos invitados (Capriotti e Inzunza Leal) y creadores mendocinos que viven fuera de la provincia.
“La idea -detalla Soria- es conocer qué están haciendo los mendocinos afuera, algo así como una suerte de repatriación de artistas”. En estas filas encontramos a Federico Pérez Gilardi (con “Canciones danzadas”, que abre el ciclo); Sol Gorosterrazu (“Acto blanco”), Andrea Segovia (“Viasaje vital”), Luisa Ginevro (“Relato en fiel simetría”) y Liza Rule (“Yo no sé quién vive arriba”), quienes residen y trabajan en Buenos Aires.
Para todos ellos (los locales, los invitados) es tiempo de moverse con ritmos; de darle materialidad a los sentidos que orientan sus ideas. Para los espectadores, de encontrarse, fascinarse, con los gestos de esos cuerpo sorprendidos en acción.