Ríe. Disfruta. Enamora con sus toques y goles, con la búsqueda frenética del arco contrario. Levanta aplausos y elogios con la propuesta ofensiva.
Sufre. Padece. Regala demasiado y termina pagando caro los errores en defensa. Y por ahora no encuentra la solución para convertirse en un modelo confiable y equilibrado.
Esta es la naturaleza del Tomba. Convive con dos caras muy marcadas, que se expresan cada domingo y que muestran, sin dudas, que aún el ADN futbolístico no se consigue.
Sí. Todavía no se sabe cuál es el verdadero equipo, si el que pone en jaque a sus rivales con paciencia en el manejo de la pelota y la generación de jugadas de gol, o aquel que brinda todas las ventajas posibles y queda expuesto y a merced de la puntería que puedan tener los que se pongan enfrente.
En el tramo final del campeonato, el mayor desafío del entrenador pasará por terminar de construir un elenco sólido y confiable del medio hacia atrás. Que le de tranquilidad al resto del equipo para que pueda desarrollarse con soltura.
Mirando para arriba, no hay dudas que Carlos Mayor debe estar satisfecho y su libreto es ejecutado a la perfección.
Los jugadores entienden el mensaje y saben que deben tocar y tocar para fabricar los espacios necesarios; y si no se puede entrar así; ser profundos por los costados para encontrar una referencia en el medio o apostar a los remates desde media distancia.
Por estos caminos ha facturado muchos goles, especialmente en los últimos tres compromisos (Independiente, Lanús y Tigre)
El DT cuenta con volantes de buen pie que llegan de frente al área, con un goleador implacable como Rubén Ramírez y , ahora, con la aparición de Jaime Ayoví que ya dejó en claro sus credenciales al momento de marcar.
Así se debate el Expreso. Entre el cielo y el infierno.