Michelle Bachelet asumió días pasados por segunda vez la Presidencia de Chile y se abren nuevas expectativas sobre lo que pueda llegar a ocurrir con los pasos fronterizos, esencialmente con las posibilidades que le cabe a la puesta en marcha efectiva del tren trasandino, una obra que permitiría solucionar los graves inconvenientes que se presentan durante la temporada invernal como consecuencia de las inclemencias del tiempo.
En ese esquema, resultó importante la presencia del gobernador Francisco Pérez en los actos oficiales, porque le permitió abordar directamente el problema con los funcionarios que acompañarán a la flamante presidenta en su nueva gestión.
En principio, la cruzada no parece de fácil solución. La propia Bachelet destacó en sus primeras declaraciones que la situación económica del vecino país es “menos auspiciosa” que la que tuvo el gobierno anterior, agregando que tendrá que hacer un “tremendo esfuerzo” y con mucha responsabilidad fiscal para cumplir con lo prometido.
Varió también el eje de los objetivos al señalar que mientras Piñera priorizó el plano económico, ella hará hincapié en los aspectos sociales, esencialmente en la implementación de una reforma educativa que permita a los jóvenes el acceso gratuito a la educación en sus tres niveles.
El marco señalado no es propicio, entonces, para el impulso de obras de envergadura como lo constituiría la construcción del tren trasandino, pero hay otros aspectos que habría que considerar en sus primeros movimientos como nueva mandataria, y ellos se centran en la intención de recomponer lazos diplomáticos dañados con países vecinos.
Por supuesto que para Chile las diferencias históricas que mantiene con Perú y Bolivia son prioritarias, pero desde el plano estratégico, trabajar en conjunto con la Argentina para concretar obras en el corredor bioceánico pueden resultar fundamentales.
No debe olvidarse que la apertura económica de China -un país con más de 1.300 millones de habitantes que se han incorporado al consumo- ha abierto las expectativas para el resto del mundo, esquema que determina también que las exportaciones de Brasil, Paraguay y la Argentina hacia los países asiáticos deban salir por los puertos del Pacífico.
La situación fue advertida también por el gobierno de San Juan, que ha impulsado la construcción de túneles por el paso de Agua Negra, que une a la vecina provincia con el puerto de Coquimbo.
Sin embargo, además del costo económico, la altura inadecuada del paso -a casi 4.800 metros sobre el nivel del mar- y la carencia de la infraestructura necesaria en el puerto norteño chileno, hacen mucho más viables las posibilidades que plantea el paso por Mendoza y su salida directa al moderno puerto de Valparaíso.
De todos modos, Agua Negra es un paso complementario, como los que constituyen el Cardenal Samoré, en Neuquén, o las necesarias inversiones que hacen falta para poner en buenas condiciones el de El Pehuenche, en el Sur mendocino.
Según se afirma, el tema del cruce internacional a través del paso Cristo Redentor y la posibilidad de construir el tren trasandino estuvo en la agenda que consideraron Bachelet y Cristina Fernández durante la reunión previa a la asunción, mientras el gobernador Francisco Pérez no desaprovechó la oportunidad y abordó el tema con los futuros ministros chilenos de Relaciones Exteriores, de Obras Públicas y de Interior, anticipando una reunión conjunta con el consorcio que lleva adelante el proyecto.
Avanzar en la construcción del túnel y en las tareas de ampliación y mantenimiento de la actual vía, hasta tanto se concrete la megaobra, resultan fundamentales para Mendoza. Son cientos de millones de dólares los que se pierden cada vez que la ruta se corta como consecuencia de las nevadas durante la época invernal.
