Pasaron a la historia por haber sido uno de los pocos barrios del país que lograron extirpar una antena de telefonía de su territorio, antes -dicen- que "exterminara" lo que quedaba de vecindario. Pero su lucha y tenacidad también se denota en la manera en que transformaron el pleno campo en un sitio de gran movida comercial de La Consulta.
Cuesta creer que, en tan sólo una década, el barrio Los Olivos haya pasado de ser un monte absoluto a un complejo habitacional en pleno centro urbano. Los primeros pobladores debían tolerar las bromas de sus amigos, quienes les 'aconsejaban' mirar para los dos lados antes de sacar el auto del garaje "para no atropellar alguna vizcacha". Hoy empieza a padecer los inconvenientes del tránsito excesivo y la superpoblación.
"Estamos cerca de todo. Ya ni necesitamos salir del barrio", se ríen los vecinos. Hoy, Los Olivos está a metros del Centro Cívico de La Consulta y de la Terminal, a dos cuadras de la plaza y centro consultivo y en sus calles uno puede topar con negocios para todos los gustos, desde una peluquería canina o farmacia hasta un taller mecánico o bar. También están cerca de escuelas, una cancha de rugby y un reluciente gimnasio municipal.
Las cerca de 200 familias que hoy viven en este rincón de San Carlos provienen de distintos grupos etáreos, sitios y profesiones. Los unió la búsqueda de un terreno dónde levantar la casa de sus sueños.
Hoy, a la distancia, los vecinos reconocen que una particularidad los definía. "Pertenecíamos todos a la antigua clase media. Teníamos un sueldo que nos permitía acceder a un préstamo, pero eso no nos eximía de hacer grandes sacrificios", resume Norma Bermúdez, quien anduvo siete años en bicicleta porque vendió el auto para pagar la urbanización.
Pasado agrícola
Era un terreno cultivado de unas 8 hectáreas que pertenecía a una familia de inmigrantes turcos, pero que -por distintos problemas- quedó en manos del banco Mendoza. El nombre del barrio hace referencia a los olivares -y también viñedos- que regían aquel paisaje y que fueron erradicados para darle un destino habitacional.
Entonces, se formó la asociación mutual Libertad para administrar la venta de estos terrenos. Unas cinco casas de una cuadra fueron construidas por la mutual y el resto se fueron levantando según los tiempos y las posibilidades de cada dueño. "Nos salió todo bastante bien. Siempre nos pusimos de acuerdo entre los vecinos. Esto fue a lo indio, cada uno marcó los terrenos y fuimos andando", se ríe Alejandro Vitoloni.
Este docente fue el primero en escriturar su terreno (en el '91) e irse a vivir al lugar en marzo del '96. Un día llegó su mujer, Graciana, del trabajo y él ya había armado la mudanza. "Nos vamos a nuestra casa", le dijo, lleno de ansiedad.
Los Vitoloni aún no terminaban de construir su vivienda apenas si tenían electricidad y no había un alma a varios metros a la redonda. "Un día estaba durmiendo la siesta y un hombre casi se mete en mi pieza. Había seguido lo que él creía una calle y terminó en lo que era mi patio", cuenta entre risas el sancarlino.
"En cuatro o cinco años se pobló todo", cuenta Diana Zomer, quien recuerda que ellos plantaron los árboles y definieron los nombres de las calles. "Yo estaba en la calle pública 1 y ahora es la José Olmos, que es un homenaje a un maestro del departamento", graficó un vecino.
Trabajando, negociando y acordando fue que también consiguieron la urbanización, el agua, la luz y la construcción de calles y cunetas.
En el 2000, después de arduas gestiones lograron que les instalaran la red de gas natural.
El último logro de la comunidad de Los Olivos fue el asfaltado de las calles. "Queríamos poner unos adoquines que quedaban muy lindos.
Pero a un costo más razonable, acordamos con la Municipalidad la instalación de la red de cloacas y el asfalto. Preferimos aceptar ese combo que nos beneficiaba", bromeó Norma.
Se percibe en ellos el amor y orgullo por el lugar que supieron construir. Lejos de aquellos tiempos donde todo era soledad, hoy los vecinos tienen otras problemáticas. Están viendo la manera de organizar el tránsito y la cuestión de los residuos en la zona, pues la instalación de un supermercado en pleno barrio les modificó bastante la dinámica.
También, ha surgido la problemática de la superpoblación. Sucede que muchas viviendas hoy se han convertido en locales comerciales y otras se han dividido, para ser subalquiladas. De todas maneras, los vecinos de Los Olivos aseguran que -pese al crecimiento- la seguridad del barrio no se ha visto alterada.
La unión como forma de protección
Eso de 'mirar para otro lado' no funciona en este barrio sancarlino. El "estar atento a lo que le pasa al vecino" los ha salvado de grandes tragedias. Sucede que en su corta vida, Los Olivos ya ha sufrido varios incendios. Una serie de casas se hicieron con un moderno sistema de construcción, que llevaban tergopol y -a raíz de un desperfecto eléctrico- una de ellas terminó ardiendo en llamas.
En todos los casos, los amigos de las viviendas cercanas llegaron antes que los bomberos y ayudaron a apagar el fuego. También, ha ocurrido con otros accidentes domésticos. "Queríamos crear un sistema para estar conectados, tipo alarmas comunitarias. Porque estamos convencidos de que el vecino es el primero con quien podemos contar", apuntó Vitoloni.
Lo sucedido con la antena de telefonía da cuenta de que estos dichos no se quedan en la teoría. La comunidad de Los Olivos sentó precedente a nivel nacional por haber logrado judicialmente que quitaran una antena de telefonía celular que estaba a metros de sus viviendas.
"No sabemos si toda la culpa era de la antena, pero lo cierto es que nos estábamos quedando sin vecinos. En poco tiempo, murieron muchos por cáncer. Teníamos que hacer algo", recuerda Norma. La lucha no fue fácil. Además de salir a manifestarse, la gente del lugar debió 'empaparse' respecto de las novedades y la legislación sobre estos artefactos e incluso conseguir y contratar una firma especializada que les realizara las mediciones de las radiaciones.
Tres años atrás, lograron su cometido. La antena, que se había levantado en un lote baldío del barrio, fue sacada y llevada a un sector menos habitado. Los vecinos lo celebraron hasta con lágrimas y, gracias a su lucha, surgió una ordenanza que reglamenta al respecto.