Axel, el exterminador

El slogan de su candidatura a diputado nacional es que, con él, el votante no elige un diputado sino "un país". Veamos.

Axel, el exterminador

"El mecanismo tendrá un sesgo hacia los que menos tienen", dijo Axel Kicillof, que llevaba apenas dos meses como ministro de Economía.

Extasiados, casi alelados por su verborragia, los panelistas de 6,7,8 no atinaron a hacer preguntas; apenas interjecciones admirativas, como para que "Axel" confirmara si habían captado o no su sabiduría.

Fue el último domingo de enero de 2014 y el "mecanismo" del que hablaba el "nene" o "chiquito", como lo llamó un par de veces por cadena nacional la presidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK), era el del "dólar-ahorro", por el que el Banco Central, a instancias de la AFIP, abastecería de dólares al tipo de cambio oficial, más un recargo de 20% a cuenta del impuesto a las Ganancias, a los particulares cuyo ingreso formal justificara el pedido.

Al día siguiente de su aparición en el programa ultraoficialista, el ministro emitió una resolución imponiendo un ingreso mensual mínimo en blanco de 7.200 pesos para acceder al dólar-ahorro, piso que está ahora en $ 11.176, esto es, un 55% más en 21 meses, aumento más próximo a la inflación real que lo que siguen mintiendo las cifras del Indec, otra de las fallidas intervenciones de la gestión Kicillof.

Un estudio reciente de la Fundación Mediterránea calculó que desde que se introdujo el sistema, el subsidio a los compradores del dólar-ahorro (que entre febrero de 2014 y el 6 de octubre pasado recibieron U$S 8.252 millones) fue de unos 25.000 millones de pesos, por la diferencia entre el valor al que recibieron las divisas y aquel al que las pudieron vender o que, aún si no las vendieron, tienen en el mercado "blue". Algo ilegal, pero promovido por la política oficial, como muestra la evolución del subsidio: unos 6.000 millones en los primeros nueve meses del sistema y 19.200 millones en los últimos doce.

¿Hay algo más idiota que subsidiar la compra de dólares a las personas con más altos ingresos, mientras se penaliza a los exportadores, que son quienes consiguen esas divisas, con retenciones y controles y se castiga con inflación al conjunto de la población?

El sistema tuvo, además, el efecto de terminar por hacer desaparecer del circuito oficial las divisas del turismo receptivo. ¿Qué brasileño, o europeo, o norteamericano, iba a vender sus billetes en un banco o casa de cambio al tipo oficial si un comercio, un arbolito o el propio hotel le pagaban mucho más?

Lo que buscaba Kicillof era reducir la brecha entre el dólar oficial y el paralelo, que no había desaparecido con la devaluación oficial de más del 20% que había dispuesto a fines de 2013, a poco de asumir como ministro, y que alentaba expectativas inflacionarias.

A 21 meses del plan "con sesgo a los que menos tienen", el balance es desastroso. Aunque llegó a reducirse a poco menos del 40%, la brecha está otra vez en 70%, las reservas del BCRA son dramáticamente bajas (poco más de 27.000 millones en términos "brutos", menos de 10.000 millones en términos "netos"), el superávit comercial, la fuente más genuina y fiable de divisas, desapareció (las exportaciones llevan 21 meses consecutivos de caída), y la inflación, aunque inferior al ritmo de principios de 2014, es de cerca del 25% anual, una de las cinco más altas del mundo.

El reciente "Índice global de Competitividad", difundido por el Foro Económico Mundial, muestra además que la Argentina cayó al puesto 106 del ránking, sobre un total de 140 países, detrás de Gabón, Mongolia y Bután, y casi empatada con Bangladesh, Nicaragua y Etiopía. 
Junto con Bolivia, Paraguay y Venezuela, la Argentina aparece entre las economías menos competitivas de América Latina. Peor aún, si se tienen en cuenta sólo los 49 países incluidos en 1999, en la primera edición del ránking, el nuestro retrocedió del puesto 33 al 48, a la anteúltima posición, superando sólo a Venezuela.

Se entiende, entonces, la incomodidad del candidato oficial, Daniel Scioli, que prefiere no hablar seriamente de ningún tema y cuando lo hace es sólo a través de voceros (como los economistas Miguel Bein y Mario Blejer, o el gobernador salteño, Juan Manuel Urtubey) que no se defiende de los ataques del kirchnerismo, pero tampoco desmiente.

Esos "voceros" dicen, con mayor o menor claridad, que un eventual gobierno de Scioli buscará un arreglo con los acreedores "holdouts" y buitres, que tienen a su favor fallos judiciales, para regularizar la situación en los mercados mundiales de capital y "reinsertar" a la economía argentina en el mundo, porque no les gusta la actual inserción, muy dependiente de China, y porque dudan de que ésta les permita superar el estancamiento económico de los últimos cuatro años.

Una muestra clara de los límites de la actual inserción fue la reciente Asamblea Anual FMI-Banco Mundial, en Perú, donde el titular del BCRA, Alejandro Vanoli, no logró que China amplíe el canje de monedas con el que busca disimular la pobreza de reservas del Central. Tras el pago del Boden 2015, el vencimiento más importante del año, éstas cayeron a un nivel que llevó el llamado "dólar-cobertura" (esto es, el tipo de cambio al que el valor de las reservas en dólares igualan el de la "Base Monetaria" en pesos) a 19,80. Ése es, ahora, la brújula, el nuevo norte del dólar "blue".

Hace casi 10 años, cuando Néstor Kirchner decidió el pago "cash" al FMI, el decreto correspondiente señaló que se usarían sólo las reservas "excedentes", ateniéndose al criterio de "convertibilidad" que había regido entre 1991 y 2001. En los últimos años, ese criterio se fue al diablo: el gobierno le sacó al BCRA más de U$S 65.000 millones. A cambio, le dio papeles inservibles, que la autoridad monetaria lista en sus balances como si algún día les fueran a ser pagados.

Ése es hoy el respaldo del peso. Además, claro, de la credibilidad de "chiquito" Kicillof. Ése que, como candidato a diputado, los votantes porteños pueden o no elegir pero, como ministro, todos los argentinos debemos sufrir.

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