Espectáculos
Un plan antidelito y el mono aullador
Con horror descubrimos que eran nuestros rivales en la guerra del agua de todos los carnavales. No dudamos: estaban por cometer un delito.
Con horror descubrimos que eran nuestros rivales en la guerra del agua de todos los carnavales. No dudamos: estaban por cometer un delito.
Una de sus amigas había tenido un accidente. Sintió una opresión en el pecho; una piedra de cien kilos que le impedía que el aire entrara en los pulmones.
La plenitud, alegría, felicidad irrefrenables que sentí no tienen comparación, no se pueden describir. Ni siquiera voy a intentar explicarlas porque es imposible.
El cansancio acumulado de las jornadas de estudio y el fin del estrés del examen provocaron una situación imposible e inconveniente, que me quedase dormida en una butaca de teatro con la música a un volumen inaguantable
En centésimas de segundos sacó su brazo por la tela metálica que lo separaba del exterior de la jaula y aferró la mano del niño de ojos tiernos. Le quitó el palo e inmediatamente lo empezó a golpear.
Para mí, los autos representaban un medio de traslado de un lugar a otro; pero me quedó clarísimo de entrada que ese coche no significaba lo mismo para él
Cuando escribo vivo esa sensación tan difícil de describir, tan especial, y que se parece mucho a lo que sentía cuando jugaba al Tetris
Nuestro gran inspirador era el magnífico Jacques Yves Cousteau que iba a bordo de un antiguo barreminas hecho laboratorio: el Calypso.
La amistad es un lazo imprescindible, una unión soldada a base de confianzas e intimidades y barnizada con risas, y a veces lágrimas. Es una conexión preparada para resistir separaciones de océanos, para subsistir al paso de los años y hasta décadas.
Creo que es la mejor película trágica que haya visto. Es un amor pasional que conmueve, desafía al tiempo y a la muerte.
Esa habitación fue el pasaje a una dimensión fantástica, el lugar al que acudía para buscar refugio de alguna situación difícil.
Mi abuela consideró que su cumpleaños y la fama internacional del jamón crudo de esa zona ameritaban un festejo con todo el contingente.
En el noticiero del mediodía, escuchamos que el capo cómico y creador de nuestro show televisivo favorito, Juan Carlos Mesa, llegaría a Mendoza ese mismo día.
“De milagro no lo maté a mi hermano”. Esa fue la primera frase que le escuché a través del teléfono fijo.
Lo único que podíamos pensar era que iba a ser difícil volver a sentir esa felicidad, esa sensación de invencibilidad, de recompensa después de un esfuerzo largo.
Nuestra tradición era juntarnos con amigos en la noche de los Oscar y sortear un premio para el que acertara más ganadores de estatuillas.
Aborrecíamos su olor, su textura, nos aterraban las espinas. No era solamente su apego a las costumbres religiosas que invitaban a sustituir la carne algunos días, sino que ella genuinamente disfrutaba ese pescado que se conservaba en sal y no era fácil de conseguir fuera de la Semana Santa en Mendoza.
En Mendoza permanecía también su amor, un novio que sus padres -mis bisabuelos- consideraban inconveniente para ella. Fue entonces que aplicaron la fórmula de esa época para solucionar estos casos. Un viaje con fecha de partida, pero sin día certero de regreso.
Desde que nació fue una invitación a la caricia permanente; un pompón de pelo algodonoso color crema con manchas té con leche en su hocico, orejas y lomo.
Entre los niños de mi Tribu el tiempo de vacaciones se medía en castillos de arena, en casitas que construíamos con palitos, hojas y adoquines de barro amasados con paciencia.
Ella y su marido habían resuelto que como eran tan cercanas en edad –se llevaban un año–, y compartían amigos, una boda doble sería mucho más sencilla de costear.
La felicidad para mí es, y siempre será, una historia que no me deje levantar del asiento, que me entrelace con los personajes
Después de almuerzo llegaban las dos horas de silencio extremo en las que debíamos agudizar la imaginación para aniquilar el aburrimiento.