Cristina Kirchner
La felicidad, ¡ja, ja, ja, ja!
La del FMI es vuestra pelea, no la mía, le dijo Cristina ayer a la clase política entera. De Alberto porque cree haber ganado y de los opositores porque de verdad ganaron.
La del FMI es vuestra pelea, no la mía, le dijo Cristina ayer a la clase política entera. De Alberto porque cree haber ganado y de los opositores porque de verdad ganaron.
Con la derrota victoriosa que acaban de inventar los peronistas segundones, si Freud viviera se haría un picnic.
Si Alberto cree en serio como dijo ayer, que hay que festejar “la victoria”, entonces sólo nos queda encomendarnos al Altísimo.
El gobierno cree haber perdido las PASO por culpa de los cordobeses antiargentinos, los chaqueños pecadores y los opositores antipatria. Hoy van por la revancha.
Antiimperialista para la tribuna nac & pop y cholulo de los jefes del imperio en el G20, Alberto no encuentra su lugar en el mundo... Hasta que lo encontró.
El exceso de ideologismo hace que los sectores kirchneristas más duros vean la realidad con una óptica opuesta al sentido común de la población, incluso la peronista.
Lo que viene no es el momento de una alianza entre el gobierno y la oposición, sino de un peronismo que se ponga a gobernar, algo que no hizo en estos dos años.
La provincia es el ejemplo concreto de la construcción y la afirmación de una república conservadora progresista. Conservadora, por la persistencia significativa a lo largo del tiempo de sus instituciones a pesar de formar parte de un país caudillista. Y progresista, por la gran capacidad de adaptar esas instituciones a los grandes cambios históricos que le tocó asumir.
La Argentina de la movilidad social ascendente no se recupera mediante la dádiva a los excluidos sino mediante su dignificación.
El actual ministro de Seguridad, protagonista de una fuerte polémica por su cruce con un dibujante, es uno de los defectos manifiestos en que ha derivado el ser nacional argentino en tiempos de dura decadencia.
Cristina, Máximo, Alex, Alberto y Sergio -los dioses del Olimpo K- le han prestado hasta el 14 de noviembre el gobierno al resto de los peronistas a ver si dan vuelta la debacle.
Detrás de la derrota en las PASO se oculta un prejuicio que desprecia profundamente al pueblo y por eso cree que debe manipularlo para volver a ganar.
Resulta extraño que el peronismo, quien tanto dice saber interpretar la idiosincrasia argentina, se haya en estas PASO alejado tanto del sentir de la gente común.
El gobierno, casi por decreto, declara el fin de la pandemia. No vaya a ser que por querer ganar una elección en la que no se juega la vida ni la muerte de nadie, se juegue con la vida y con la muerte de todos nosotros
La novela de Frankenstein ya tiene en la Argentina la versión siglo XXI. La creadora Cristina y la criatura Alberto están llevando el terror a picos máximos.
En las nuevas designaciones y renuncias quedan algunos mendrugos para Alberto tratando de que no quede tan mal ante la opinión pública, pero se trata de un gabinete definido casi enteramente por la vicepresidenta luego de que amenazó con romper su participación en el gobierno.
El editorialista de Los Andes recrea la génesis de una de las crisis institucionalis más profundas de los últimos años en el país.
Lo que se quiso hacer ayer es seguir con la misma rutina, diciéndole Cristina a Alberto: yo te reto, yo te grito, te corrijo, te callás y cambiás. Pero esta vez a la vicepresidenta se le fue la mano, perdió el contacto total con la realidad
La Argentina que hace dos años parecía dividida en dos países hoy se unificó para decirle no a un gobierno que decepcionó a todos por igual.
En épocas electorales cada uno busca ser el mejor garante de los grandes consensos políticos, aunque luego vuelva el sectarismo en tiempo de gobernar.
A diferencia de las síntesis culturales, las batallas culturales son la expresión de una facción que quiere imponerse acabando con las otras.
Ejemplo de todo lo que no debe ser un magistrado en una República Democrática, el hombre fallecido ayer a los 70 años fue absolutamente funcional al poder político.
La grieta se hace metafísica cuando creemos que el que piensa distinto, en vez de sostener ideas tan respetables como las nuestras, expresa la mentira o la locura.