Elecciones 2023
Un pícaro disfrazado de presidente y un león que no rugió
Ninguno se alejó nunca de su eje central: el león calmado en busca del voto indeciso versus el pícaro disfrazado de estadista en búsqueda del voto moderado.
Ninguno se alejó nunca de su eje central: el león calmado en busca del voto indeciso versus el pícaro disfrazado de estadista en búsqueda del voto moderado.
La grieta que nos atravesó estos años fue entre kirchnerismo y antikirchnerismo (incluso hasta volvió, casi sin cambios como si en la Argentina el tiempo no pasara, la de la mitad del siglo XX entre peronistas y antiperonistas). Para colmo ahora tenemos otra grieta, esta vez solo entre los del bando republicano: la de los votomileistas contra los votoblanquistas. Y parece igual de dura que las otras. Siempre todos contra todos y siempre la culpa es del otro. Es que por estos pagos prenden todas las ideologías pero las del liberalismo de la duda razonable, de la tolerancia hacia el pensamiento ajeno, del pluralismo y de las culpas compartidas, no encuentra aún sembradío apto para su maduración, ni siquiera entre sus defensores nominales. Por eso tiene que venir un auténtico liberal como Loris Zanatta, aunque no argentino, para retarnos a todos.
Hoy las grietas internas de JxC indican una coalición a punto de estallar. Pero Cornejo no quiere ser el último de los cambiemitas, aunque hoy casi parece serlo. Además, hoy su oasis es Mendoza y el desierto es el resto de la nación. Y JxC no parece en estos momentos con muchas ganar de emprender una nueva conquista del desierto.
Así como el peronismo sabe construir y retener poder como nadie en la Argentina porque su cultura se identifica con las más hondas pasiones de los argentinos, el de los últimos años tiene un problema, y no solo Alberto sino también Cristina: así como es habilísimo para acumular poder, es muy malo para gobernar. No obstante eso, si el peronismo es capaz de dejar atrás al kirchnerismo pero sobreviviendo en el gobierno y el poder, puede lograrse el sueño de Evita de que no quedará un solo ladrillo que no sea peronista. Como que con el peronismo (y sin nadie más) alcanza y sobra para conducir este barco llamado Argentina aunque más no sea para lograr el módico objetivo de seguir navegando en la decadencia, cada día un poquito peor, pero sin hundirnos nunca del todo.
La ambulancia de Milei recoge todo lo que anda suelto de Juntos por el Cambio menos radicales. Y Massa se ríe a carcajadas al ver cómo lo ayudan las divisiones opositoras. Mientras Cornejo trata de construir algo de institucionalidad en el país del voto bronca y del voto miedo.
Todo, desde el clima social hasta la crisis económica, indican que estamos viviendo un nuevo fin de época. Tan fin de todo que hasta los candidatos oficialistas niegan el gobierno al cual pertenecen. Tan apocalíptico que en los debates se habla más del cielo y del infierno que de cosas terrenales. Con predominancia de la bronca, la desesperanza, la indiferencia y el miedo. Sin embargo, el voto popular siempre es, aún en el peor de los mundos, un atisbo de esperanza. Y a él apostamos nuevamente.
Llegue a la presidencia o no, Javier Milei es apenas una circunstancia de este tiempo que nos tocó vivir. Pero también, llegue a la presidencia o no, Javier Milei es la circunstancia política más importante de estas elecciones porque, sin proponérselo, expresa mejor que el resto a una sociedad desesperada que arrastraron al borde de la anarquía. Él no buscó a sus votantes, sus votantes lo encontraron a él porque sienten que su enojo e indignación es igual al de ellos. Milei no es ninguna casualidad, es la más pura y total causalidad.
Todos nos estamos hundiendo en este fin de ciclo, en esta decadencia imperial donde la corrupción domina por arriba y la miseria lo hace por debajo. Sólo que algunos naufragan en yates millonarios como “Bandido” y la mayoría se ahoga en balsas de goma. En tanto, los cinco aspirantes a capitanes del barco averiado polemizan. Pero deberían ocuparse más de esa corrupción y esa miseria que nos acosan, en lugar de medirse tanto entre sí mismos.
Los mendocinos ya hablaron, las instituciones funcionaron, ahora es el turno de los dirigentes. Y en particular de quien tendrá la mayor responsabilidad política institucional, Alfredo Cornejo, el primer gobernador reelecto en democracia (y uno de los pocos en toda la historia provincial).
La mejor Mendoza fue una invención de la cultura frente a la naturaleza inhóspita del desierto. Las instituciones producto de esa construcción son las que aún nos distinguen positivamente en el país. Pero si nuestras actuales elites no son capaces de reinventar Mendoza para ponerla nuevamente a la altura de lo que supo ser, corremos serios riesgos de decadencia. Hoy más que nunca hay que pensar estratégicamente la provincia qué queremos y necesitamos ser. El resultado del voto que hoy gestaremos entre todos, debe ayudarnos en ese sentido.
Se debería rever esta modalidad de debate “no debate” donde cada uno dice lo que quiere sin responder a sus rivales y en un tiempo escasísimo para ofrecer ideas realizables. Eso con respecto al formato del programa televisivo. Lo demás, lo de mirar la paja en el ojo ajeno en vez de observar la viga en el ojo propio, es responsabilidad exclusiva de nuestra dirigencia.
Cuando se vota a un hombre sin pasado por odio hacia el pasado, el pasado suele vengarse de los que lo ignoran, aunque sean del todo inocentes de lo que nos ocurrió. O peor, suele ensañarse más con los inocentes que con los culpables, que es lo que pasó en estos 20 años, en la que los máximos culpables del desastre colectivo fueron los únicos que se hicieron millonarios a costa de la pobreza creciente de los de abajo.
De padres a hijos los mismos estigmas. Una Argentina destinada a repetirse ad infinitum, a multiplicar sus errores sin solución de continuidad. Todo cambia, pero nada se transforma. El gatopardismo es el verdadero deporte nacional. Y en este año todo indica que estamos dispuestos a practicarlo como nunca. A fin de ganar el campeonato mundial de aquellos capaces de cambiar todo para que todo siga igual.
Cambios culturales profundos se avizoran en el porvenir cercano de los argentinos. Todo lo que fue sólido durante estos últimos 20 años parece desvanecerse en el aire como si nunca hubiera existido. Y las ideas contrarias en 180 grados parecen imponerse con una facilidad extrema. Tanto como para desconfiar que el cambio lo sea tanto. Porque quizá estemos creyendo, otra vez, que de lo que se trata en la Argentina es de cambiar de ideología. Cuando de lo que se trata es de cambiar las conductas y los comportamientos. Algo muchísimo más difícil. Y mucho más lento.
Empecemos a preguntarnos con esta nota qué significado tiene para la Argentina la aparición de Javier Milei y sobre todo el mileismo, vale decir aquello que ven en él los argentinos que lo votan. Sobre todo si se trata de un populismo que repite por derecha la versión por izquierda expresada por el cristinismo, de un fundamentalismo religioso que nos introduciría en terrenos peligrosos o, si, por el contrario, en una versión conservadora aunque de modales excéntricos del republicanismo liberal, que vendría a agregar una nueva opción política -tan respetable como cualquier otra- a nuestra magullada pero aún felizmente sobreviviente democracia.
El espectáculo ha comenzado. Pasen y vean cómo las dos grandes estructuras partidarias (hoy coaliciones) de la Argentina decidieron combatirse entre sí haciendo crecer a alguien que parecía un loquito suelto con ínfulas proféticas. Claro que para eso, el profeta debía salir tercero cómodo. Pero terminó saliendo primero, por lo que va rumbo a convertirse en el rey león. Para susto enorme de los gorilas kirchneristas y macristas que también aspiraban al monárquico cargo que hoy, con gran beneplácito, la mayoría de los habitantes de la selva (las ardillitas, los pajaritos, hasta Blancanieves y los siete enanitos) le quieren ofrecer al león que les promete la libertad.
El domingo volaron por los aires todos los aparatos y sobre todo los políticos que los dirigen, porque la gente hizo lo que se le vino en ganas, votando mucho más con los sentimientos que con la razón. Y de eso no tiene la culpa la gente sino los dirigentes (esos que dicen que “dirigen gente”) que han llevado a todos los argentinos al peor de los mundos. Hasta que el silencio de los dirigidos se hizo atronador. Y tronó el escarmiento.
Nada mejor que cuando estemos pronto a depositar el voto, arrojemos una mirada sobre el país que tuvimos para proyectar el país que queremos. Reconociendo, sí, todo lo malo, que nos ha llevado a este presente de decadencia. Pero también tratando de recuperar todo lo bueno que supimos hacer los argentinos, aunque hoy la mayoría de esas cosas estén guardadas en el arcón de los recuerdos, Intentemos, entonces, en este día, abrirlo.
En estas PASO, se enfrentarán Sergio Massa contra Cristina Kirchner en el oficialismo. Horacio Rodríguez Larreta versus Patricia Bullrich en la principal oposición. Y Javier Milei versus el abstencionismo a ver quién representa mejor a la antipolítica o a la frustración contra todos los políticos.
Una breve recorrida por la historia política partidaria institucional de Mendoza desde 1983 a la fecha: la renovación dirigencial que trajo consigo la democracia; el sistema tripartidario que pareció imponerse en 1999; la dilución de todos los partidos provinciales durante la era K; la aparición del “cornejismo” en 2015; y las transformaciones que pueden ocurrir a partir de las elecciones de este año si somos capaces de aprovechar lo mejor de esa historia y aprender de sus errores.
A Massa, como todo el mundo sabe, le gusta cantar la cumbia “El camaleón”, pero con un ritmo distinto al de Alberto. A Grabois le gusta la película “La Misión”. Larreta se la pasa leyendo a Freud. Patricia Bullrich quiere ir por todo como Cristina, pero por otro todo. Y Milei cada vez canta más la canción “Para saber cómo es la soledad”. Pase y lea.
Brisas agradables que traen consigo nuevos tiempos parecen estar corriendo por el país profundo, el país interior. Como anticipando, tal vez, desde la periferia al centro, el renacer de todo un país en decadencia. Las elecciones a gobernador cuyanas están marchando en ese sentido. En San Luis derrotando a un eternizado gobierno caudillista de familia. En San Juan venciendo a un “renovador peronista” que no supo o no quiso ser tal. Y en Mendoza votando por un sano equilibrio donde a varios se les dio parte del poder y a ninguno el poder entero. Triunfos, todos, de las instituciones por sobre las personas.
En el juego de truco Massa y Cristina son tan fulleros que ambos -aún jugando para el mismo bando- uno quiere ganar y la otra quiere perder. Algo pocas veces visto. Otro invento peronista, como las testimoniales. En este caso importan las habilidades del fullero aunque las posea un político incompetente en la gestión. Las habilidades esenciales del truco -el más auténtico juego de cartas nacional y popular- son dos: saber mentir mejor que nadie y descubrir la mentira ajena mejor que nadie. El que tiene ambas cualidades es un gran jugador. Y Massa lo está intentando con una audacia a prueba de balas y de Cristina.