Edición impresa
Alberto, en busca de una identidad
Alberto no parece ser políticamente un genio por lo que ha demostrado hasta ahora, pero está siendo menos de lo que podría ser frente a Cristina.
Alberto no parece ser políticamente un genio por lo que ha demostrado hasta ahora, pero está siendo menos de lo que podría ser frente a Cristina.
Cristina Fernández ha convertido al Senado Nacional en un poder unipersonal, con rasgos de una monarquía con funciones legislativas, judiciales y ejecutivas.
El pacto Alberto-Larreta contra la pandemia, conducía al primero a devenir jefe del oficialismo y al segundo jefe de la oposición. Por eso se lo dinamitaron.
El rechazo a la meritocracia, la reforma judicial y el quite de coparticipación a la Capital Federal tienen algo en común: los tres igualan hacia abajo.
Parece increíble que un presidente actúe tan en contra de sí mismo, al romper una alianza con Rodríguez Larreta que le dió una popularidad enorme e impensada.
“Aluvión zoológico llamó un radical a los peronistas en los años ’40. “Aluvión psiquiátrico” llama hoy Axel Kicillof a los que marcharon el 17A. Para el radical antiperonista de los años 40 los peronistas eran animales. Para el Kicillof fanatizado del presente, los no peronistas están locos.
En los años 90 periodistas e intelectuales criticaron juntos a la corrupción menemista desde un liberalismo republicano y democrático. Luego los Kirchner rompieron esa unidad entre intelectuales y periodistas cooptando a los primeros y declarando la guerra a los segundos.
Para la Señora, la verdadera reforma es la que ella impulsó durante su segunda presidencia en el 2013 donde se proponía, entre otras linduras, que los consejeros que designaban y destituían a los jueces fueran elegidos por el voto en las boletas partidarias.
Lo que se pretende es una contrarreforma judicial donde no se toque nada de lo mucho que hay que cambiar y se toque todo de lo poco que no hay que cambiar. La comisión Beraldi que asesora a la contrarreforma es una mayoría de militantes acompañada por una minoría de no militantes para disimular.
Aunque por ahora no actúe, Ernesto Sanz sigue influyendo en la política. Cree que en el gobierno nacional quien manda es Cristina y no Alberto. Ve en Cornejo a un presidenciable. Y critica duro la reforma judicial.
El peronista sectario cree que todos los argentinos deben ser peronistas, mientras que el antiperonista cree que nadie debe ser peronista. El antiperonismo siempre crea más peronismo en sus peores versiones. Mientras que el peronismo sectario crea antiperonismo.
Mendoza está a las puertas de probarse en su fortaleza institucional si cada uno de los sectores sabe anteponer intereses partidarios en pos del bien común al que se supone debe responder una reforma de la carta suprema, de la carta magna.
Cristina, sin ignorar lo que hizo, se ve inocente porque al nivel del hombre común tomar dineros ajenos es un delito pero al nivel de los seres excepcionales no. El lawfare provee impunidad al ubicar a la política más allá de la justicia, al considerarla inimputable. El lawfare es un indulto para los más poderosos.
Alberto está obligado, a fin de mantener la paz interna de su coalición, a negar todas y cada una de las cosas que dijo en esos años locos en que se creyó libre. Todos creen que Cristina logrará su impunidad, pero no tanto ella porque es la única que conoce la contundencia de las pruebas en su contra.
Gracias a los Kirchner, los herederos de los que fueron echados de la Plaza por Perón, hoy tuvieron su triunfo póstuno y le doblaron la mano al General. Estos muchachos sienten veneración por Cristina, aún más que por Evita.
Cristina es una opo-oficialista que defiende al gobierno o se le opone según lo requiera su plan estratégico, dentro del cual Alberto es sólo una táctica más.
El histórico periodista del diario La Nación nos habla, con mucho conocimiento personal, de su sentida relación con Mendoza y del papel de nuestra provincia en el concierto nacional.
La cuarentena no es la cura de nada. Es sólo un medio entre tantos otros que se debe usar de acuerdo a la prudencia política.
Mendoza, si quiere recuperar parte de su grandeza perdida, debería ponerse a la cabeza de un país federal en serio e ir convocando al resto de las provincias a la misma gesta.
Así como el no peronismo cae del gobierno debilitado por falta de poder, el peronismo cae por un uso excesivo que termina hartando.
A veces el desprecio puede ser un móvil más poderoso que el temor a ir preso.