Livianita, con sus toques de encanto respecto de sus predecesoras, mucha acción -claro está- y casi una declaración de principios de su director que dice: "en una fórmula del mainstream adolescente hay espacio para los matices". Con estos apuntes previos llega a las carteleras mendocinas "Bumblebee", el último tanque del año que se instalará en los días de estío para que los chicos tengan con qué divertirse.
La buena noticia con este spin-off de la franquicia "Transformers" -que también sirve como una suerte de precuela de la saga de cinco películas, todas dirigidas por Michael Bay-, es que si bien los Autobots y los Decepticons, robots originales del planeta Cybertron, se la pasan peleando cuerpo de metal a cuerpo de metal, hay alguna que otra idea, sobrevuela cierto humor y se destaca la inocencia del personaje que le da su nombre al título del filme.
Sin Shia LaBeouf ni Megan Fox, que duraron hasta la tercera y la segunda "Transformers" -en la primera, de 2007, Bumblebee se transformaba en un Chevrolet Camaro- ahora que la acción transcurre en 1987, la adolescente que se hace amiga del robot bueno y amarillo es Charlie (Hailee Steinfeld, la ex niña candidata al Oscar por "Temple de acero", de los Coen).
El filme plantea cómo Optimus Prime envía a la Tierra a B-127, para que prepare todo y allí desembarquen los Autobots, los buenos, que son atacados por los Decepticons.
Los robots, para los neófitos, se transforman por lo general en vehículos, sean autos, camiones, aviones o helicópteros. Y aquí, los efectos son perfectos, y la música ochentosa, genial.
Charlie sufre por la pérdida de su padre, no entiende cómo su madre y su hermanito rehicieron sus vidas con la nueva pareja de su mamá y hará lo que sea, como defender a Bumblebee y atacar hasta las fuerzas del orden estadounidenses (que son buenas/malas, depende del contexto).
El director Travis Knight ("Kubo y la búsqueda del samurai", candidata al Oscar al mejor filme animado y efectos visuales hace dos años) le pone brío a una (¿nueva?) saga a la que la anterior tiene mucho que envidiarle.
Pero "Bumblebee" no es lo único que asoma en el horizonte del último jueves de estrenos de 2018 para las salas mendocinas. Y la cosa se pone bien internacional, porque las dos películas que acompañan al tanque veraniego vienen de universos remotos de Europa: Francia y Noruega.
Por un lado, "Terremoto", un filme que viene con el aval del pulso especialísimo en los ritmos narrativos que suelen provenir de los países nórdicos. Esta película noruega, planteada como un apunte del cine catástrofe, está dirigida por John Andreas Andersen y hace pie en un hecho real: en el año 1904 un terremoto de magnitud 5.4 en la escala de Richter sacudió a Oslo con el epicentro en la Fosa de Oslo que corre debajo de la capital noruega, y en el presente, los científicos comienzan a detectar señales que indican que un nuevo sismo está en camino.
El filme es una secuela de "The wave" y la crítica internacional la señala como una experiencia de alto impacto: "Una secuela que es tan buena como la original, casi de forma idéntica. Es lo suficientemente inteligente y seria para darte el escapismo que necesitás", escribe Dennis Harvey en la revista Variety. Actúan: Ane Dahl Torp y Thornborg.
El gran actor Daniel Auteuil es quien dirige la comedia romántica con perfume francés que se estrena hoy: "Enamorado de mi mujer". A esta firma ilustre se suman las actuaciones de grandes créditos interpretativos del país galo; como el propio Auteuil, Sandrine Kiberlain y Gérard Depardieu.
En París, un veterano editor (Auteuil) se encuentra con un amigo (Depardieu) a quien no veía hace tiempo y lo invita a cenar. El hombre llega acompañado de su nueva novia, mucho más joven que ambos. Este editor comenzará a fantasear sobre tener una aventura con la chica, mientras que su esposa sospecha de sus intenciones.
El guión de esta película que cruza momentos delirantes con otros domésticos, y donde la fantasía se cuela en el realismo de comediam está escrito por Florian Zeller; a partir de una obra teatral que él mismo firmó para las salas comerciales de su país.
Lo interesante de la película es que, pese a que su lenguaje es distinto al de origen (el teatral), jamás traiciona ese pulso especialísimo que tiene un texto creado para sala. Además, el filme se propone como un planteo en torno al sexo, el género y las apariencias.