Aunque se cuidaba con anticonceptivos, Belén M. (nombre ficticio) quedó embarazada, en el peor momento. Había logrado tomar la decisión de terminar una relación con su novio, una relación violenta, no física, sino psicológicamente, aclara la chica cuando rememora los hechos.
No quería ser madre, tampoco quiere serlo ahora y menos tener un hijo con él.
“Me pasó hace 6 años, tenía 24 años entonces y era más difícil hablar de aborto. Cuando decidí separarme no me venía (el período menstrual) y creí que era por los nervios, estaba la decisión y en proceso de sacar mis cosas para buscar un nuevo lugar que sería la casa de mi mamá”, comenzó el relato.
“Empecé a tener a síntomas, me hice un test y dio positivo; estaba estudiando, en ese momento trabajaba en un bar y no me alcanzaba para mucho”, advirtió.
“Decidí interrumpir el embarazo”, dijo tajante. Así fue que comenzó a buscar información pero por aquel entonces esa práctica era un secreto a voces y no había muchos datos. Lo que se sabía llegaba de boca en boca, por amigas y conocidas.
Llegó hasta el consultorio de un médico pero dijo que era verdaderamente tétrico y además muy caro para su bolsillo (9 mil pesos en aquel momento) por lo que abandonó esa idea.
Mujeres que ayudan a mujeres
“Lo hice en la semana 9 con misoprostol”, recordó, una opción a la que accedió por contacto de amigas, claro, que la vincularon a una red de mujeres de organizaciones que colaboran para que quienes quieran hacerlo puedan correr los menores riesgos posibles.
“Puedo decir que soy una sobreviviente de un aborto clandestino pero porque tuve recursos. Muchos hablan sin saber las condiciones en que las mujeres abortamos, ninguna se embaraza para abortar. Hay quienes en los barrios lo hacen con agujas de tejer, eso daña el útero, pueden tener hemorragia e incluso morir”, reconoció.
“El problema es que las mujeres abortamos como sea y nos acompañan mujeres (…) abortamos en la clandestinidad y lo que más miedo te da es caer en un hospital y que te persigan porque hiciste eso”, dijo con pesar y a sabiendas de que sucede seguido. Ahora ayuda a otras mujeres en el marco de una organización y dijo que reciben de 3 a 5 casos por semana.
Además está “el terror de que te pase algo, si te da hemorragia que supere tal cantidad de toallitas tenés que ir al hospital”.
Al contrario de quienes aseguran que el misoprostol causa daños en el útero, ella no ha tenido problema alguno, se ha hecho ecografías y controles médicos que salieron normales.
Milita por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito porque conoce muchas historias de mujeres que apelan a lo que pueden cuando deciden hacerlo, aunque corra riesgo su vida.
“En Mendoza un caso me resultó terrible: una chica amiga de una amiga mía me dijo si podía conseguirle misoprostol, quedo embarazada con el DIU, tenía una hija de 2 años y no tenía trabajo”, relató.
Explicó que con el dispositivo no puede usarse este procedimiento porque puede dañarse el útero. Por eso la acompañó a una ginecóloga que la derivó a un hospital público para que se lo retiraran. Allí no quisieron hacerlo por el embarazo.
“No puedo tener otro hijo’, me decía y aunque sabía las consecuencias igual usó el misoprostol, llegó a internarse con hemorragia por el daño que le provocó el DIU”, concluyó.